Los mensajes de WhatsApp de la familia, de los amigos, del trabajo o de la Universidad pueden ser los causantes de una carga excesiva de estrés en su vida.
WhatsApp es una de las aplicaciones más comunes para estar en contacto con nuestros seres queridos y conocidos. Sin embargo, al estar constantemente pendiente por saber quién escribe puede aumentar los niveles de estrés y ansiedad, más aún si se trata de un chat familiar. Esto podría ser peor, porque los mensajes van unidos a un sentimiento de culpa, obligación o presión por los lazos afectivos que se tienen. Independientemente de cualquier asunto puede ser contraproducente para el receptor.
Aunque una persona reciba “mensajes no urgentes”, probablemente sienta que debe participar de la conversación por quedar bien o agradar a su grupo. Entonces, sin importar la causa, los mensajes de texto -o la falta de ellos- podrían dar paso a una nueva enfermedad ligada a la ansiedad.
Una irracional preocupación se presenta en frases como: recibió el mensaje y no me responde; está ahí –en línea– pero me ignora; leyó y me ignoró o ¿habrá estado bien lo que escribí? Este tipo de pensamientos potencia y amplifica uno de los miedos más primarios del ser humano, el temor a ser rechazado por el otro, a no ser “visto” ni amado.
Este rechazo genera en la persona de forma inconsciente un sinnúmero de pensamientos imaginarios, donde se despierta su nivel de alerta, observación e incluso podríamos hablar de una dependencia tan fuerte y similar que la de los drogodependientes.
El marketing y sus varias estrategias, muchas veces crean en el ser humano falsas necesidades, de ahí parte toda la información que podemos obtener de la otra persona como su última hora de conexión; si está o no en línea; si hay algún cambio en su foto de perfil o en su estado. Esto saca a flote nuestro lado más controlador e inseguro.
De cualquier manera, se produce una intensa ansiedad que no viene motivada por la aplicación en sí, sino por nuestra propia inseguridad que puede derivar en ansiedad.
Considero necesario desarrollar la capacidad de parar, de darse cuenta y poder gobernar la tecnología y no al revés; decidir cuándo usarla y cuándo no. Esta es una práctica simple, pero por momentos sumamente difícil de incorporar en nuestra cotidianidad.
Es importante canalizar las energías; es decir, tener un tiempo libre para conectarse con los sentidos: salir a correr, caminar, salir con amigos, dejar por un momento las actividades rutinarias y despejar la mente. Sin duda, el canalizar los sentidos es la forma más efectiva de mantener estables a las personas que sufren de ansiedad; además, el desconectarse puede disminuir la dependencia tecnológica.
Ahora bien, con los grupos de WhatsApp es esencial confrontar el problema y reaccionar a los diferentes estímulos, sin esperar que la familia u amigos se puedan enojar o poner susceptibles por la ausencia de una respuesta a cualquier hora del día. Si comienza a resultarle frustrante o estresante, o si se siente saturado o atrapado por ello, es un buen indicador de que necesita poner límites. Siempre con respeto, sus seres queridos lo entenderán.
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