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Una oportunidad

César Montaño Galarza
Universidad Andina Simón Bolívar
lunes, octubre 14, 2019
La radicalización de posiciones, la fragmentación de posturas, la manipulación a todo nivel, la infiltración de profesionales del caos, la desinformación, todo ello junto bloqueó el camino hacia la paz que necesitamos.
Tiempo de lectura: 2 minutos

Toda crisis relacionada con el poder y la democracia causa secuelas y costos. Esto se evidencia, sobre todo, en los ámbitos económico y social; pero también es verdad que toda acumulación de problemas se constituye en oportunidad.

Justamente en estos días nuestro país ha vivido dificultades. El detonante fue una decisión del Gobierno para eliminar los subsidios de combustibles, como la gasolina extra y el diésel, medida necesaria para corregir distorsiones históricas de la economía nacional que sin duda puede, también, tener impacto en el bolsillo de los ciudadanos.

Las secuelas se expresarán, además, en el erario nacional y en la economía familiar; tienen que ver, por ejemplo, con los costos que implica desplegar la fuerza pública por el territorio patrio para mantener el orden, los efectos de los intentos de paralizar el país, el sistema productivo, la inversión y el trabajo en campo y ciudad.

Todo ese gigantesco capital perdido ralentiza más nuestra alicaída economía, tampoco crea trabajo ni genera tributos para sostener un modelo de Estado favorecedor de los derechos.

A esto habrá que sumarle el monto que representan los daños causados por algunos manifestantes a la propiedad pública y privada en diferentes puntos de Ecuador.

Pero, sin duda, el costo social que deja esta crisis es el peor, por las vidas perdidas y los cuerpos maltratados, gracias a extremos episodios de violencia que condenamos.

La radicalización de posiciones, la fragmentación de posturas, la manipulación a todo nivel, la infiltración de profesionales del caos, la desinformación, todo ello junto bloqueó el camino hacia la paz que necesitamos.

Ahora tenemos la oportunidad para dialogar y arribar a acuerdos históricos que pongan en primer término los intereses nacionales, pero en equilibrio con los derechos de los más desfavorecidos, precisamente, de quienes han visto desfilar gobierno tras gobierno, sin que ninguno haya mejorado de una vez por todas su situación.

¿Es tan difícil comprometernos por un mejor futuro compartido en el que todos podamos vivir con dignidad? (O)

Publicado originalmente en El Telégrafo

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