Los últimos anuncios del Gobierno de Lenín Moreno para enderezar la economía fueron valientes y dolorosos, pero necesarios. Si esas medidas se hubieran tomado hace muchos años atrás, en gobiernos anteriores, no habríamos sentido un impacto tan fuerte.
Casi todas son positivas para la reactivación económica del país, pese a lo dolorosas. Pero es la primera parte de lo Ecuador debe hacer gradualmente. Lo más importante es que no se tocó el Impuesto al Valor Agregado (IVA), porque habría significado una afectación más directa a toda la población indistintamente de si tiene vehículo o no, si va en transporte público o no.
La liberación de los precios de la gasolina extra y el diésel no es más que el intento por sincerar las cuentas fiscales, por lo tanto el impacto más inmediato se verá en una ligera subida en los precios de los bienes y servicios, porque involucra a toda la cadena de comercialización, desde legumbres hasta electrodomésticos en general. Lo otro sería una subida en los pasajes del transporte urbano.
De ahí lo importante, ante estas medidas, es actuar como un consumidor responsable. Si vamos a comprar alimentos, por ejemplo, es mejor hacerlo en familia en un lugar al por mayor que ir a un abasto o mercado minorista. En el caso del transporte, lo ideal sería optimizar las rutas o frecuencias para que con un solo pasaje una persona pueda llegar a su destino. Ofrecer tarjetas mensuales con descuentos por volumen de pasajes comprados; en Europa, por ejemplo, si alguien quiere viajar en el metro por 30 días hay una rebaja sustancial en el costo de la tarjeta.
La liberación de los precios de los combustibles era necesaria porque teníamos una economía con cifras irreales. Los subsidios restan competitividad a cualquier economía, porque los empresarios primero no se esfuerzan en bajar sus costos de producción. Es como la historia de un joven que se endeuda y no se preocupa por obtener ingresos inmediatos porque sabe que al final del día su mamá le prestará sin cobrarle intereses. No tiene idea de ese costo del dinero.
Igual ocurre acá. Estábamos hablando de precios con costos que estaban subvencionados, una vez liberados el empresario estará obligado a pensar en cómo mejorar la competitividad en cualquiera sea su sector. Si antes mandaba un camión medio lleno por un X costo, ahora deberá enviar un camión lleno para optimizar el flete. Un camaronero, por ejemplo, que antes encendía la estación de bombeo para bombear 20 piscinas ahora podrá optimizar esa estación para un mayor número de piscinas.
El empresario, al sincerar sus costos y gastos, necesitará planificar y diseñar estrategias que le permitan reducir sus costos, para que el impacto por la subida de los combustibles sea menor.
Las medidas también pasan factura a las empresas, sobre todo a las que facturan más de $10 millones anuales. Esas serán obligadas por ley a hacer una contribución durante tres años y lógicamente tendrán que ajustar sus cuentas. Un símil ideal es el de los millonarios en aprietos cuando llega la recesión, quien se vestía con un terno Dolce & Gabbana para gastar menos deberá ir a buscar una tela, comprarla, hallar un buen sastre y pedir que el terno se vea igual de bonito, pero ya no tendrá la marca de sus otros ternos. No deja de vestirse bien, pero modera sus egresos.
El empresario, para no perder ventas, deberá reducir el margen de utilidad al inicio hasta lograr controlar los costos y volver a sus márgenes de ganancia. En resumen, las últimas medidas económicas pasó factura a todos. La factura de la década del gasto excesivo y burocracia. En algún momento había que pagar esa cuenta diferida por muchos años.
Por primera vez hay alguien a quien no le importó asumir el costo político por pensar en la economía. Es de esperar que esto arroje resultados inmediatos para mantener los programas sociales y el Gobierno no necesite recurrir a un aumento de impuestos como el IVA ni sincerar el precio del gas como una boya de salvación.
La eliminación del subsidio al gas en estos momentos habría sido inconveniente, pero tarde o temprano se tendrá que revisar ese subsidio y el de la electricidad. Si realmente funcionaran las hidroeléctricas el costo de la energía sería muy bajo y no habría necesidad de subsidio. Pero el Gobierno no está en capacidad de hacer esas inversiones en estos momentos.
Las medidas, además, envían un mensaje más a lo externo que a lo interno: el Gobierno intenta sincerar las cuentas fiscales para ver la respuesta de potenciales inversionistas. Por eso el anuncio de Lenín Moreno coincidió con la presencia del vicepresidente Otto Sonnenholzner en Estados Unidos donde fue a promover a Ecuador como destino de inversiones. Al final nuestro aval para atraer inversiones es que el Fondo Monetario Internacional diga Ecuador está haciendo bien las cosas. Eso es una garantía para un inversionista.
Una economía sin subsidios es mucho más manejable en el mediano plazo. Con el ahorró del subsidio a los combustibles poco a poco el déficit fiscal deberá bajar hasta llegar a cero y comenzar a tener superávit. Claro que al Gobierno aún le falta mucho por hacer, como ir al gimnasio, alimentarse saludablemente y bajar de peso.
Pero las medidas también tienen su lado amable con decisiones que apuntan a mejorar la competitividad o generar empleo con la eliminación del pago anticipado del Impuesto a la Renta y la flexibilidad laboral. Esta última permitirá incorporar al sector formal a personas que están en el desempleo o subempleo.
El Gobierno también podría pensar este año, como una medida compensatoria por la eliminación de los subsidios a los combustibles en un incremento en los salarios, según el impacto de las medidas en la economía.
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