Tras los nuevos episodios violentos que se registraron en EEUU, el debate sobre la restricción al uso de armas vuelve a posicionarse a nivel global. Sin embargo, la perspectiva de lograr un cambio tiene por delante un camino muy empedrado. Analizaremos las razones:
En primer lugar, la compra y porte de armas del pueblo estadounidense está protegida por la Segunda Enmienda a la Constitución de Estados Unidos y la interpretación de la misma por parte de la Corte Suprema. Tanto así que existen dos sentencias, District of Columbia v. Heller y McDonald v. Chicago que inhabilitan una anterior declarando que ni el gobierno federal de los Estados Unidos ni los gobiernos estatales y locales pueden infringir el derecho a portar armas.
Aunque el contexto en la elaboración de este texto puede resultar a la luz de este debate, anacrónico -las colonias se acababan de levantar contra la corona británica- el apoyo a la Segunda Enmienda ha incrementado progresivamente tanto entre votantes liberales como conservadores.
Por lo tanto, la pelota está en la cancha de la Corte Suprema que al día de hoy es una Corte mayoritariamente conservadora. Las posibilidades que el análisis se decante hacia un tipo de control de la venta de armas no es tan factible.
En segundo lugar, uno de los baluartes del Partido Republicano al que pertenece el presidente de Estados Unidos es, precisamente, el porte de armas como un derecho en pos de la defensa de la libertad. Bajo ningún concepto, Donald Trump se volcará a una posición contraria.
En tercer lugar, el discurso agresivo del mandatario con respecto a la migración es poco probable que varíe. Recordemos que el perpetrador del atentado en El Paso – Texas cumplió su cometido no sin antes subir a la red un manifiesto en el que repetía el tema de la supuesta invasión latinoamericana y la promulgaba como causa del asesinato a mansalva. Trump ha evitado tildar las acciones de terrorismo y tampoco se han sancionado los sitios web creados por estos grupos supremacistas a pesar de que hay una prohibición de promover la violencia en términos consensuados internacionalmente.
En cuarto lugar, en Estados Unidos habrán pocos cambios visibles hasta que gran parte de los actores políticos empiecen a pronunciarse sobre el control de las armas de una forma menos tibia. El control del lobby que lo sostiene es poderoso, no solo en términos políticos sino económicos porque la industria de seguridad es muy fuerte nacional e internacionalmente.
Y para quienes se preguntan por la inacción internacional en estos términos, la comunidad internacional sólo puede instar a Estados Unidos a cambiar su posición, pero la decisión sigue siendo soberana del país estadounidense.
Pese a la controversia e incluso a la condena internacional, el libre porte de armas en Estados Unidos no puede considerarse una problemática global, sin embargo, sí nos atañe a todos las repercusiones violentas que se derivan cuando el móvil del perpetrador dice “combatir la invasión hispana” como textualmente lo sostiene el manifiesto. Es decir, tanto en cuanto, el móvil del perpretador se basa en atacar a quienes no son ciudadanos de ese país o pertenecen a su minoría más grande.
Lo interesante será ver los pasos que frente al tema está dando México –algunas de las víctimas mortales pertenecían a ese país- la eventual contestación del gobierno de Trump y los precedentes que siembre este intercambio bilateral.
En la región, hay cierto recelo en torno al gobierno del presidente de Brasil, Jahir Bolsonaro, que maneja un discurso de “limpieza social” que sonará algo similar al de otros líderes políticos de derechas. Los populismos extremistas son muy peligrosos, independientemente de la postura que adopten porque es muy fácil que el discurso se vaya de la manos: es difícil controlar la repercusión de las palabras.
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