Con el voto en contra del correísmo…

miércoles, julio 10, 2019

¿El impuesto mitigó la contaminación ambiental? Por supuesto que no. El transporte público, uno de los mayores contaminantes de las ciudades, quedó exonerado de su pago. Los aliados del correísmo no tenían por qué colaborar para tener un ambiente más sano

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“22 reformas tributarias en casi una década en Ecuador”, fue un artículo publicado en diario El Comercio en noviembre de 2016, que recogía básicamente la visión de diversos sectores sobre la andanada de impuestos creados en la década pasada con el argumento de cuidar nuestra salud, velar por nuestro bienestar, desterrar conductas impropias como el consumo de licor; aunque bastante vino se escanciaba en las tertulias casi frecuentes en Carondelet con invitados a cantar a dúo con el expresidente Rafael Correa. Su década ganada.

Y cómo era de esperarse en aquellos años no faltó la inmediata réplica del Gobierno, redactada seguramente en la Secom o Supercom. Paola Hidalgo V. / Subdirectora General de Desarrollo Organizacional del Servicio de Rentas Internas escribía: “En la nota publicada por el Diario se indica que en menos de una década se han puesto en marcha 22 reformas tributarias, omitiendo la explicación objetiva y básica de que las mismas se basaron principalmente en cumplir con los principios rectores del artículo 300 de la Constitución Política del Ecuador, que indica que la política tributaria promoverá la redistribución y estimulará el empleo, la producción de bienes y servicios y conductas ecológicas, sociales y económicas responsables”.

Albricias. Y en ese tono cansino seguía párrafo tras párrafo como era costumbre en todos los funcionarios correístas. Hasta que llegó al tema de los impuestos creados por nuestro bien. “Reformas que promueven conductas ecológicas. Dos impuestos para combatir los males más importantes: los desechos sólidos (impuesto a las botellas) y la contaminación del aire (impuesto a la contaminación vehicular). Todos los ecuatorianos se benefician de un ambiente más sano y el reciclaje se ha multiplicado (…). Reformas que promueven conductas sociales responsables. Incremento de impuestos a cigarrillos y licores para erradicar conductas sociales indeseables. No podíamos ser indolentes de estos males sociales que traen violencia familiar, muerte y reducen la eficiencia económica, pues debilitan las condiciones de trabajo y producción de los ciudadanos”.

La bancada del correísmo intentó el martes en el Pleno de la Asamblea seguir con esa perorata para justificar al expresidente y sus ansias locas por buscar cómo meter más dinero a las arcas fiscales para su gasto corriente. En su visita a Italia, el presidente Lenín Moreno recordó que su antecesor destinó en diez años más de trescientos cinco mil millones de dólares al gasto público, de los cuales doscientos diez mil millones de dólares, el setenta por ciento, fueron al gasto corriente. Ese dinero no solo fue producto de los altos precios del petróleo, agresivo endeudamiento, sino también de los impuestos al ciudadano de a pie, creados para cuidar de su salud y de paso pagar la factura de una farra que parecía eterna.

La Asamblea ahora ha derogado uno de esos impuestos supuestamente destinados a cambiar la conducta de los ecuatorianos. Un impuesto llamado verde que ha generado deudas acumuladas por los contribuyentes por cerca de 300 millones de dólares, de los cuales 47 millones son por intereses.

¿El impuesto mitigó la contaminación ambiental? Por supuesto que no. El transporte público, uno de los mayores contaminantes de las ciudades, quedó exonerado de su pago. Los aliados del correísmo no tenían por qué colaborar para tener un ambiente más sano. ¿Cuántos de esos recursos se destinaron a la protección del ambiente?

Así que el impuesto verde, el impuesto del movimiento político del expresidente Correa, fue derogado finalmente con el voto en contra de los correístas.