John Locke, inglés para variar, aseguraba que los derechos naturales a la vida, la libertad y la propiedad debían ser convertidos en derechos civiles y protegerse por el Estado soberano como aspecto del contrato social sobre los derechos constitucionales. Los derechos civiles son los reconocidos a todos los ciudadanos por la ley, concedidos dentro de un Estado.
Los derechos civiles, dice Wikipedia, la nueva Enciclopedia Británica del común de los mortales, incluyen la garantía de la integridad física (derecho a la vida) y moral (derecho al honor) y de la seguridad de las personas; los domicilios y las comunicaciones; el derecho a la igualdad y la protección contra la discriminación originada en cualquier condición personal o social, y los derechos individuales, entre los que están la propiedad; la libertad de pensamiento, expresión, prensa e imprenta; la libertad de culto; la libertad de circulación y residencia; junto con los derechos de participación en la vida civil y política, como el derecho de sufragio, el derecho de petición, el derecho de reunión y manifestación, el derecho de asociación…
La Corte Constitucional, con cinco votos a favor y cuatro en contra, decidió dar paso al matrimonio civil igualitario, una lucha de unas pocas personas, como todas las luchas por los derechos civiles a lo largo de la historia de la humanidad contemporánea, equiparable a la lucha por despenalización de los homosexualidad conseguida en el crepúsculo del siglo XX. Una lucha contra la discriminación, el irrespeto al otro; contra la arrogancia de la supremacía de unos valores frente a otros.
El año pasado tuve el honor de editar un libro escrito por una de las víctimas de esa discriminación que todavía se vive en las sociedades contemporáneas a propósito de los 20 años de la despenalización de la homosexualidad; era la historia de los travestis en Quito cuando eran golpeados, torturados de la forma más vil, obligados a recoger los escupitajos de sus represores en el centro de Quito, en La Carolina, en La Mariscal… y la única pregunta que me pude hacer es ¿por qué? Por qué ser distinto al común de los mortales te debe condenar a la anomia, al fracaso, a la vida de despojos.
¿Cuando los seres humanos vamos a estar del lado de los seres humanos? ¿El hecho de que dos personas del mismo sexo se casen convierte a sus vecinos en homosexuales o lesbianas? No. Ser diferentes no es un delito. Esas personas merecen los mismos derechos que el Estado garantiza a sus vecinos heterosexuales. Son solo derechos civiles los que reconoce la Corte Constitucional. Nada más. Solo derechos civiles, que parece poco pero es bastante, mucho más que bastante, en palabras de William Blake.
¡Ah! Y las militantes correístas que fueron acalladas por este y otros temas, durante la década pasada, ya están en plena libertad de hablar. No habrá órdenes desde un micrófono para que les digan qué es bueno y qué es malo… O que un juez de su quinto poder ya va a derogar lo de la Corte Constitucional…
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