Si bien la necesidad de una planificación nacional se advirtió desde el inicio de la República en 1830, tendrán que pasar casi 100 años para que, con la estructuración institucional del Estado a raíz de la Revolución Juliana en 1925, se den los primeros esfuerzos sistemáticos para construir una planificación de carácter nacional.
A partir de allí, serán necesarios 30 años más para que, en 1954, se cree la Junta Nacional de Planificación (JUNAPLA) y con esta el primer antecedente de un plan nacional de desarrollo en su documento “Bases y directrices para programar el desarrollo económico y social del Ecuador”.
Otros 25 años pasarán para que, la JUNAPLA se transforme en el Consejo Nacional de Desarrollo (CONADE) y elabore en 1979 el plan de desarrollo para el regreso a la democracia con Jaime Roldós. En 1998, dos décadas después, este Consejo se transforma en la Oficina de Planificación (ODEPLAN), una institución que dedica mayores esfuerzos a la planificación provincial y municipal que a una planificación nacional de carácter integral, apostando por procesos de descentralización que, lamentablemente, no tuvieron los frutos esperados. Finalmente, en 2004, se crea la SENPLADES, que luego de tres años absorbe al Consejo Nacional de Modernización (CONAM) y a la SODEM (Secretaría Nacional de los ODM).
En esta última década, la SENPLADES se fue configurado como un órgano ideológico del gobierno, encargado de avalar tecnocráticamente la gestión de la anterior administración: sus inversiones, sus criterios de modernización, sus concepciones de lo que debe ser la salud, la educación, y el mismo desarrollo; desde una posición de intelectualidad y frontal convicción ideológica.
Si hasta entonces la institución encargada de la planificación nacional había carecido de fuerza e importancia, con la SENPLADES las cosas cambian. Y al igual que otras instituciones que fueron concentrando poder, se convirtió en un ente incómodo para el mismo gobierno anterior, en donde se empezó a respirar un aire de rechazo a los expertos de la SENPLADES, sin cuya venia nada (o casi nada) se podía hacer.
Se entiende, ahora, el interés del gobierno actual por reestructurar los procesos de planificación nacional con un aparato institucional distinto, en el que el gran reto será corregir los desaciertos de la última década sin que esto signifique retroceder, 50 o 100 años, a procesos de planificación que no pasen de ser simples ejercicios de cuadre de caja fiscal.
*Publicado originalmente en diario El Telégrafo
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