Ni presos políticos, ni crímenes, ni crisis humanitaria ni migración forzada ni nada. Nicolás Maduro no está dispuesto a reconocer que algo mal ocurra en Venezuela, porque todo es culpa del imperio. Al menos eso muestra los 17 minutos que discurre en la entrevista con Jorge Ramos de Univisión, la conversación que fue censurada tras secuestrar durante horas al equipo periodístico.
Maduro, ahora se sabe, accedió a la entrevista de Univisión para pedirles a los venezolanos que viven en Estados Unidos clamar por una no intervención de Estados Unidos contra su gobierno. Y está convencido de que en Venezuela se vive una revolución, tipo la Cuba de los Castro, solo que conducida por un obrero, un hombre sencillo que supuestamente ha ganado la Presidencia por el voto popular.
La violencia desatada en Venezuela, según Maduro, solo es culpa de la oposición, porque así lo dictaminó sus jueces, sus fiscales, el aparato de justicia puesto al servicio del chavismo, porque como es una revolución nada podría estar bajo su control. Lo que digan sus exfuncionarios le resbala, porque como ya no son parte de su círculo solo pueden ser traidores sumados a la conspiración internacional.
Pero luego de insistir en que ganó las elecciones también aceptó que estaba en Miraflores, porque el comandante en jefe, Hugo Chávez, antes de su muerte, así lo ordenó.
En realidad Maduro no dijo nada nuevo en la entrevista divulgada tres meses después de su censura y la extraidición de Ramos. Pero lo que sí hizo fue recordar el tono autoritario de la relación caudillos-prensa, el tema de la imposición de la verdad. El papel de la prensa, en ese mundo, es el de la caja de resonancia que debe trascribir línea a línea lo que la autoridad dice. Un mundo que intenta ocultar, mantener bajo la sombra un agresivo proceso de enriquecimiento de la cúpula revolucionaria a la par de un proceso agresivo de empobrecimiento de la población.
En Ecuador recién se intenta juzgar la magnitud de los daños causados, ya conocidos bastante, por el llamado socialismo del siglo XXI. Que Alexis Mera sea puesto en el banquillo de los acusados por la Fiscalía, dice mucho. Los intocables de pronto se convirtieron en seres humanos, en personas de carne y hueso con debilidades y ambiciones, en medio del despilfarro de dineros públicos.
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