Yo era profesora universitaria cuando llegaron mis hijas, tengo dos. Cuando una mujer es profesional el tiempo resulta relativamente corto para poder atender ambos roles: madre y profesional. En esa escasez de tiempo se pierde actividades de los hijos en la etapa escolar.
El tiempo de calidad sí existe en la relación madre-hijo, sin embargo, en la madre que trabaja siempre queda la sensación de no haber dado todo lo que uno hubiera querido dar en función de los patrones culturales en los que mi generación vivió: la madre que está todo el tiempo en su casa, muy cercana a las actividades de sus hijos.
Aunque esa no fue mi realidad, mi experiencia fue positiva y tengo dos hijas maravillosas que han podido articular sus proyectos de vida–una escritora, Mónica Ojeda, y una diseñadora, Paula Ojeda.
Estoy satisfecha con el rol de madre contemporánea. Mis hijas pudieron ver en mi espejo otro rol de mujer, no el anquilosado, por eso ellas también han diseñado su vida de acuerdo a sus intereses profesionales.
El rol de la madre profesional es un rol tremendamente rico en experiencias que pueden ser compartidas con los propios hijos. El ser profesional implica darles un modelo de vida diferente, más acorde con la época que vivimos. Uno de mis objetivos fue construir mujeres libres y esas son mis hijas.
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