¿Qué hacer con el Consejo de Participación Ciudadana? Pues poco o nada. Limitar su funciones, evitar que se convierta en un organismo nominador de las autoridades de control será solo un mecanismo edulcorado, como las reformas a la Ley de Comunicación. Esa Ley sigue ahí por si algún día el exiliado en Bélgica, con todo el poder del dinero que no se sabe de dónde sale, logra volver para liberar a Jorge Glas y nombrarlo el héroe de Odebrecht o algún título similar. Es decir, las bases que sentaron un proyecto autoritario están ahí intactas, pero desnudas.
Que a las autoridades de control las nombren ese Consejo o la Asamblea no cambia mucho. Fabián Alarcón logró ser Presidente de la República sin tener ninguna mayoría en la Asamblea. Rafael Correa logró ser presidente de la República durante diez años con el control de la Asamblea y de todas las autoridades de control del Estado a costa de hacer a un lado a sus antiguos aliados.
Ergo, en términos políticos Correa no le llega ni a los tobillos a Fabián Alarcón.
Correa hasta podría haber vuelto al poder de no mediar su ego, su ambición que ha mostrado ser más devastadora para sí mismo que cualquier otra adicción, pero se chocó con la realidad de que no es nadie sin su aparato de propaganda, sin el poder del Presupuesto del Estado. No es un gran comunicador, como intentan vender sus leales, aunque sí intenta ser un gran manipulador y un gran traidor hasta de las lealtades de sus propios amigos, como Jorge Glas a quien ni siquiera pudo mantener en la cárcel 4 de Quito.
Un gran traidor de sus amigos que le quedan, a los que todavía intenta convencer de que con una Asamblea Constituyente podrá recuperar el brillo perdido. Ellos quieren llevar el tema del Consejo de Participación Ciudadana a una Asamblea Constituyente donde Correa creyó haber tejido su traje de presidente eterno. Su Narciso. Pero tal vez olvidó que ningún hombre puede cruzar el mismo río dos veces, porque ni el hombre ni el agua serán los mismos. Lo dijo Heráclito. Es la paradoja de Teseo. Lo opuesto a la identidad de las cosas que crecen.
Ahí está Maduro con la segunda Asamblea Constituyente del chavismo, llena de sus amigos, pero sin ninguna credibilidad ni interna ni externa. Sostenido solo por sus fuerzas armadas, hasta que la plata se le acabe, porque hasta Rusia ya reclama el pago de su deuda. Deuda hecha con fusiles y logística militar. Y quién quita que tal vez con los años Correa pueda volver a Ecuador… para pasar a convertirse en otra triste versión de un Alan García.
Con Consejo de Participación o sin Consejo de Participación, Ecuador necesita modernizar su democracia. El correísmo en diez años mostró todas sus cartas, hasta sus comodines. Todos sus emoticones. No tiene más. Lo movimientos sociales, los sindicatos, toda la base social desde la que sus examigos construyeron su poder ahora saben lo que es la persecución, el terror, el ver sus biografías alteradas…
La discusión sobre el Consejo de Participación Ciudadana se ha vuelto tan bizantina, porque en realidad ese organismo ya cumplió su ciclo de vida útil: la de montar el correísmo y desmontar el correísmo, una burda imitación del chavismo, con los mismos lugares comunes.
Creer que un Consejo con aliados o no de Correa tendrá el mismo poder que le otorgó el correísmo para hacerse con todas las funciones del Estado para devolver el poder a Correa es demasiado ingenuo, por decir menos. Ahí está Fujimori, ahí está Lula. Ni miles de millones de dólares podrán convencer a la gente de que Correa es una víctima de una conspiración, porque la conspiración siempre fue él. Conspiró contra sí mismo y sus amigos porque el único punto nuclear debía ser él y tal vez después Jorge Glas.
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