Los mosquitos y sus picaduras; las moscas y su fuerte zumbido; las avispas y hormigas que merodean y “arruinan” una comida en el campo; las cucarachas, que aparecen cuando menos lo esperas en cualquier rincón de la casa. Para muchos, los insectos son poco más que un fastidio. Sin embargo, es de vital importancia conocer el impacto ecológico que podría sufrir la tierra si estas especies continúan extinguiéndose.
Los insectos han sido un elemento importante para los ecosistemas terrestres y acuáticos, pero no solo eso, también han sido de gran influencia en las sociedades humanas. Desde el principio de la humanidad estos organismos han sido parte de la alimentación, la salud, la cultura y de los agroecosistemas.
Una de sus funciones de vital importancia es la polinización, sin la cual muchas especies vegetales no podrían reproducirse. Además, son especies únicas en el reciclaje y la eliminación de materia orgánica muerta tanto vegetal como animal. Muchos insectos se alimentan de los cadáveres de animales, estiércol, árboles muertos, removiéndolos y reincorporándolos al suelo favoreciendo la revegetación de los bosques evitando que se acumulen a lo largo y ancho del planeta.
También sirven de alimento para otros organismos vertebrados donde la energía y los nutrientes fluye contribuyendo a la cadena alimenticia, además son controladores biológicos: regulando las poblaciones de plantas y animales.
En fin, los insectos tienen varios roles ecológicos y debo decir que también son especies importantes para nosotros como investigadores ya que las utilizamos como indicadores biológicos que con su presencia o ausencia nos ayudan a caracterizar ecológicamente los ecosistemas e inclusive a evaluar su estado de conservación.
Los artrópodos e insectos representan el 70% de las especies del planeta, muchos de ellos son aún desconocidos y sin catalogar. Un informe realizado por Biological Conservation, una revista líder mundial en la disciplina de la ciencia de la conservación biológica, reveló que alrededor del 40% de estas especies se están extinguiendo y desaparecen a una velocidad mucho más rápida de la que nos toma describirlas o guardar un registro de su existencia.
Estos datos nos hacen reflexionar sobre una preocupante realidad. Hace más de veinte o treinta años podíamos observar de manera frecuente varias luciérnagas en los campos. Ahora ya no se encuentran, quedan muy pocas. Pero no solo las luciérnagas, también las abejas, las mariposas, las libélulas o incluso las mariquitas. Por ejemplo, en Loja, la gente se pregunta alarmada por la ausencia del famoso escarabajo conocido comúnmente como chunas que, en alguna época en el año, invadía la ciudad y su reproducción era imparable. ¿A dónde han ido los insectos? ¿Dónde están?, se preguntan
No se conocen los motivos exactos por los que esto está sucediendo. Sin embargo, considero que la intensificación de la explotación agrícola, la fragmentación de los hábitats, la tala indiscriminada, la introducción de especies exóticas y el uso de pesticidas parecen constituir gran parte del problema, pero no es tan simple, al parecer la pérdida de su hábitat natural y el cambio climático podrían ejercer también una fuerte influencia en su distribución latitudinal y altitudinal, y probablemente desencadenar en una posterior extinción.
Ahora bien, ¿qué ocurriría en la naturaleza si desaparecieran los insectos?
En la naturaleza todo está concatenado formando una red de interacciones y si nosotros sacamos un componente o elemento de esta red podríamos desequilibrar y dependiendo de la sensibilidad del ecosistema esta situación podría ser irreversible; a esta afectación se la denomina efecto cascada, es decir, al quitar un componente, en este caso los insectos, todos nos veríamos afectados en un sinnúmero de situaciones.
Por ejemplo, la extinción de los polinizadores. Solo con ello estaríamos acabando con toda la diversidad vegetal. Más del 70% de plantas vasculares son polinizadas por insectos.
Sin insectos, no sólo nos quedaríamos sin agricultura, también tendríamos un planeta lleno de cadáveres y estiércol. Los invertebrados son esenciales para descomponer y remover la materia orgánica.
Sin descomponedores, realmente se vería afectada nuestra salud y los ciclos biológicos de los ecosistemas.
Pese a todos los avances que como investigadores realizamos, no es suficiente. Necesitamos el apoyo de toda la sociedad. Las personas necesitamos educación y esa enseñanza debe ser difundida esencialmente en los niños.
Niños y adultos tienen temor o repugnancia a los insectos, porque generalmente le tememos a lo que desconocemos, los pisan y matan, sin darse cuenta que ellos, en ese lugar están cumpliendo una función importante.
Finalmente, y muy importante, los medios de comunicación a través de sus periodistas y comunicadores deberíamos trabajar en conjunto, no solamente con la difusión estricta de las investigaciones, sino con la síntesis o quizá una interpretación de las mismas en un lenguaje sencillo que pueda llegar a toda la persona con la finalidad que la información científica que se genera en nuestro país y en el mundo se conozca.
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