Tras las elecciones del 24 de marzo, globalmente, parece que hay un gran triunfador según el punto de vista de quien lo mire: o la posibilidad a futuro del Partido Social Cristiano o la supervivencia del correísmo que sigue manteniendo votación.
En ambos casos hubo sorpresas: la derrota del PSC en El Oro, cuya población no valoró de la misma manera la gestión de Falquez padre con la de Falquez hijo; y en Tungurahua, Luis Fernando Torres no pudo llegar a la alcaldía de Ambato. Sin embargo, hay que aclarar que esos votos no son los de Jaime Nebot, son los votos de esos candidatos; el respaldo que inspira Nebot en esos territorios no depende de esos candidatos, puede ser más o menos.
Hay liderazgos personales que contribuyen al candidato con proyección nacional. El flamante alcalde de Quito, Jorge Yunda, puede ser parte de un entendimiento a futuro: a pesar de que ha sido relacionado con el correísmo y con Alianza País, hoy Yunda se representa a sí mismo. Es importante dejar abierta esta perspectiva sobre el tapete porque, visto el resultado de CREO, hace sospechar que no habrá un candidato rival al exalcalde socialcristiano en la derecha o centro derecha para las elecciones del 2021.
Ahora bien, Nebot aclaró que no hablará de candidaturas presidenciales, la incertidumbre se mantiene. La elección no dio lugar para superar la incertidumbre porque aún con todas las explicaciones y justificaciones de las derrotas en las dos provincias mencionadas, son datos importantes que pueden restar potencialmente a los resultados. Nebot es un político que hace cálculos antes de tirarse al vacío y lo pensará muy bien.
Por otro lado, debo de reconocer que tuve la subjetividad de creer que el pueblo ecuatoriano castigaría en las urnas todos los desmanes y trafasías del correísmo, pero parece que no, lo cual significa que hay un cierto desnivel entre el pensamiento académico-político y el pensamiento popular. Por otro lado, queda claro que todas las inculpaciones contra Correa no han llegado a la base popular.
También hay otra posibilidad, muy pesimista, en cuanto a la calidad moral del pueblo ecuatoriano: que la magnitud del saqueo tuvo tantos cómplices que todavía votan a favor para evitar que los fiscalicen y se caiga abajo el andamiaje que permitió todo ese nivel de corrupción.
No obstante, si hay que definir a un perdedor de esta contienda electoral, también son dos: CREO y Alianza País. En el caso del primero, no es una estructura política, sino una electoral con algunas ideas políticas y mucho marketing; eso le quita adhesión, pasión ideológica y doctrinal a su militancia. Habrá militantes apasionados voluntarios, pero son los menos. No hay una estructura consolidada que garantice que el seguimiento se convierta en votos. Solo con la presencia de Guillermo Lasso hay un liderazgo que aglutina, pero con otros nombres nuevos no se logra consolidar una pasión política e ideológica.
El caso de Alianza País es distinto. El presidente Lenín Moreno no hizo ninguna actividad para tratar de conseguir mejores resultados, incluso, tomó las medidas económicas antes de las elecciones. Es beneficioso y digno de aplauso que el mandatario no haya intervenido como lo hizo su antecesor, cuya intromisión fue descarada.
Tras las elecciones, es prudente insistir en que la causa de muchos de los males que impiden el desarrollo normal de la República está en el mamotreto de Montecristi. Mientras esto no cambie vamos a tener que seguir haciendo reformas y enmiendas; se dirá que es el colmo pensar en una nueva Constitución porque los EEUU solo han tenido una, pero queda claro: no somos los EEUU.
La ilusión constitucional ha sido siempre una carta con dedicatoria: partimos de la Carta de la Esclavitud, seguimos con la Carta Negra de García Moreno y la de Montecristi no fue la excepción: una carta al estilo de Correa y a la posibilidad totalitaria de quedarse 300 años en el poder con todas la ataduras que solo una nueva Constitución desanudaría.
Para ello, no es necesario ir a una Constituyente. El presidente Moreno puede convocar a un Referéndum, ponemos en vigencia la Constitución del 98 con reformas que una comisión podría elaborar versus la del 2008 y que el pueblo decida con cual quiere que se le gobierne.
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