Lo del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social es muy difícil de entender si se vive en Ecuador, si se vive fuera, muchísimo más. Pero creo que conviene intentar entenderlo, pues es uno de los ejes del socialismo del siglo XXI que dejó el correísmo.
En realidad es bastante evidente si se conoce la historia del comunismo, que siempre hace muchísima retórica en cuanto a “la participación del pueblo” o “ser transversales” u “horizontales”, pero siempre acaban creando estructuras completamente verticales, piramidales y autocráticas.
Así la Unión Soviética se llamaba soviética precisamente por eso, porque se suponía que eran los “soviets” quienes tenían el poder y tomaban las decisiones, la realidad, poco después de la Primera Guerra Mundial, fue exactamente la opuesta, la Unión Soviética era una estructura de mando completamente vertical y dictatorial. Lo mismo ocurrió con Podemos en España un siglo después, nacieron de “asambleas populares” del 15M, y se suponía que eran las Asambleas quienes tomaban las decisiones, para acabar siendo el partido de un líder único, que coloca en puestos de poder a sus parejas o amigos, y que ha acabado con purgas estalinistas (como los demás partidos).
Así, en Ecuador, durante el correísmo, a nivel constitucional, se instauró un “quinto poder” (siempre hay que reconocer su capacidad de inventar “derechos” y “poderes” ad infinutum), que se suponía que era de la ciudadanía, y se le otorgó funciones fundamentales en el Estado, como la designación de las autoridades de control, el fiscal, el controlador, el indagar las actividades del Estado, etc…
En realidad era evidente desde el inicio que no era un mecanismo pensado para que la sociedad pueda controlar al Estado, sino para que el Estado controle a la sociedad, y pueda aprovecharse de esta legitimidad para actuar con impunidad. En primer lugar, ¿qué es la ciudadanía? ¿qué el control social? Yo soy muy partidario de una sociedad civil fuerte, pero los representantes de la “sociedad civil” no tienen ninguna representación legítima más allá de sí mismos. Esto es, la representante de un grupo feminista no representa a “las mujeres”, ni un activista lgtbi no representa “al colectivo lgtbi”, ni una “líder barrial” representa a los barrios de Ecuador. Para inferir representatividad se requiere de elecciones libres, democráticas, y abiertas, si no, lo que se tiene, es un uso espúreo de las instituciones.
Durante toda la época correísta, el CPCCS no fue sino un instrumento al servicio de la impunidad correísta, otorgando la máxima calificación a fiscales que nunca investigaron la corrupción, o fueron ellos mismos corruptos. Un mecanismo de transmisión del poder correísta desde el Estado a la “sociedad civil”. Exactamente lo opuesto de lo propuesto.
Con Lenin Moreno se hizo una consulta popular para nombrar un CPCCS Transitorio. El nombramiento de las autoridades tampoco gozó de transparencia o especial legitimidad, y actuó de manera un tanto despótica, creando procedimientos de nombramiento de nuevas autoridades que no crean institucionalidad, ni tampoco excesiva legitimidad.
Y ahora se han hecho elecciones para elegir al nuevo CPCCS, pero están siendo tan absurdas como se supone que tienen que “representar a la ciudadanía” no pueden recibir el apoyo de los partidos políticos, pero evidentemente el CPCCS es una función del Estado, y hacen acción política. El resultado es que hay decenas de candidatos, y prácticamente todos son taimados correístas (pues el correísmo sabe de la importancia de controlar quién nombra al fiscal que les podría investigar, por ejemplo).
El debate en Ecuador está siendo si votar nulo o votar a los pocos candidatos que no parecen correístas y sí parecen honrados. Pero este debate es un tanto limitado. Si ganasen los votos nulos (lo que no es nada probable), eso no significaría que desaparecería el CPCCS, solo que habría que hacer unas nuevas elecciones.
El debate, evidentemente, es cómo deshacerse de este engendro totalitario. Totalitario pues pretende que el Estado tenga control sobre la sociedad civil, lo contrario de lo proclamado, pasó de ser “Consejo de Participación Ciudadana y Control Social” al “Consejo de partición de la ciudadanía y control de la sociedad”. Y esa pregunta no tiene ninguna respuesta fácil, pues al estar creada en la Constitución requeriría de un cambio constitucional, o al menos de una consulta popular para vaciarlo de funciones (y ya podría haber aprovechado Lenín Moreno de introducirlo en las 7 preguntas de la Consulta popular del año pasado).
Pero la lección debe ser mucho más importante. En primer lugar desconfiar de los “experimentos” sociales o constitucionales, como es “inventarse poderes”, si en derecho Constitucional comparado, y en la tradición occidental democrática hay tres poderes establecidos, es por algo, y cada vez que un nuevo político tenga una nueva ocurrencia de este estilo, por más que la presente bien, hay que desconfiar muchísimo.
En segundo lugar plantearse cómo deshacerse de la herencia correísta, pero sin hacerlo contra la herencia correísta. Me explico, las constituciones en Ecuador, como en la España del XIX, se hacen “contra” alguien, la nueva mayoría en el gobierno, redacta una Constitución a su gusto, y lo hace contra la oposición y la anterior Constitución. Creo que Ecuador necesita una mejor Constitución para poder evolucionar, pero no se puede hacer sin contar con el 20% de correístas que hay, o peor aún, hacerla contra ellos, pues eso no será una solución de futuro. Y eso requiere mucho tiempo, paciencia, consensos y negociaciones.
En tercer lugar pensar quién debería tener la potestad de nombrar las autoridades de control. Puede ser la Asamblea, puede ser un mecanismo de elección entre varios poderes del Estado (ternas presentadas por el ejecutivo que aprueba el legislativo, con un examen del judicial, por ejemplo). Hay distintas fórmulas en derecho comparado.
Y por último volver a pensar en el papel de la “sociedad civil”, que desde Toqueville sabemos que es imprescindible para una democracia sana, pero que ha sido cooptada por el Estado durante el correísmo. Y en parte ha sido culpable, pues se ha sentido muy a gusto teniendo cuotas de poder, prebendas y beneficios del Estado; y luego se vio completamente defraudada cuando fue perseguida y reprimida, cuando ya no respondía a sus intereses.
Los “líderes barriales” no pueden ser vistos como candidatos a concejales por algún partido, sino como miembros de sus comunidades independientes de la política partidista.
Bueno, no creo que ayude mucho votar nulo, pues eso significaría darle el CPCCS a los correístas para que lo sigan manejando a su antojo para la impunidad. Pero tampoco creo que se soluciona mucho votando a los pocos buenos que hay.
Se necesita un debate general sobre qué hacer con ese engendro comunista que nos ha dejado incrustado el correísmo.
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