Peleas, malos entendidos y distanciamientos constante son algunos de los problemas que están presentes en todo tipo de relación familiar, ya sea nuclear o extensa. Normalmente, estos problemas se resuelven de forma eficaz dentro del seno familiar, no obstante, hay veces que las relaciones están tan deterioradas que la familia no puede solucionarlo, con sus propios recursos, por lo que es necesario pedir ayuda a un profesional en Salud Mental, con quien se mejore, potencie o amplíe los recursos de afrontamiento y la capacidad de resolver impasses. Una forma específica de intervención es la Terapia familiar, que ayuda a las familias a gestionar de mejor manera dificultades, problemas o conflictos, con el aporte de habilidades, estrategias o técnicas de resolución de conflictos.
Este enfoque psicoterapéutico trabaja desde la asesoría y consejería psicológica, alivio sintomático y el trabajo sobre el cuadro clínico existente, en uno o más miembros del grupo familiar, que afecta al microsistema.
Existen varios motivos de consulta. En Ecuador, según datos estadísticos, las parejas o familias acuden frecuentemente a terapia, por tres principales razones: la infidelidad, la intromisión de terceros y los problemas económicos, que pueden o no conducir adicionalmente a la separación temporal o definitiva (el divorcio). Cada uno tiene un gran impacto, no solo en los conyugues sino en todos en el hogar, específicamente en los hijos.
Como primera causa para acudir a terapia está la separación. Las estadísticas del Registro Civil señalan que, 7 de cada 10 parejas en el Ecuador se disuelven, es decir, la alta tasa de disolución matrimonial es preocupante. De esas, siete parejas que se han disuelto, tan solo dos suelen acudir o recibir cualquier tipo de ayuda como: guía espiritual, orientación familiar, apoyo en redes, asesoría legal y Psicoterapia. Ahora bien, solo dos de cada 10 parejas que asisten a consulta terminan el proceso psicoterapéutico, las otras ocho lo interrumpen o abandonan ni bien iniciado o a medio camino, lo cual es un grave error, porque casi siempre la problemática tiende a complejizarse.
La Psicoterapia va más allá de la primera entrevista, se trata de atender a la demanda o remisión del caso, con base a un proceso sistematizado de planteamiento de objetivos, desarrollo programado de sesión a sesión, evaluación permanente, orientación al cambio y búsqueda del mayor estado de bienestar, desarrollo y cualificación del paciente, la pareja o el grupo de participantes.
Nosotros en la UTPL, sujetos a la idiosincrasia del ecuatoriano, la inmediatez de resultados y búsqueda de soluciones eficaces, hemos planteado y aplicamos una propuesta de intervención psicoterapéutica, denominada: Los Cuatro Pilares de la Vida en Pareja y Familia, con la cual se intenta propiciar espacio de reconocimiento, reparación y reconciliación, al brindar recursos, herramientas y actividades, con las cuales se propicia la capacidad de darse cuenta, analizar la situación y cambiar de actitud. Todo lo cual se sistematiza en registros diseñados para la planificación, desarrollo y evaluación del tratamiento, así como del alta, seguimiento y mantenimiento de logros.
Más en general, un proceso de Psicoterapia depende del enfoque, modalidad y complejidad, con lo cual la temporalidad varía entre los tres, seis, nueve, doce o más de doce meses de trabajo, a lo que hay que sumarle la gravedad, intensidad y el impacto que haya tenido la situación particular y aquello que se asocia, tomando en cuenta la cronología, cronicidad y deterioro de la estructura, sistema o conjunto familiar.
Por ejemplo, tomando como referencia los datos en la consulta privada, el divorcio de los padres puede ser una experiencia muy dolorosa e inclusive de tipo traumática. Tanto la pareja como los hijos en común, experimentan mucho sufrimiento por los cambios que supone la ruptura potencial del contacto, la relación o el vínculo.
Las reacciones psíquicas desencadenadas no están predeterminadas de forma monocausal, unidimensional o modal, dependen de varios factores, como: historia vital, antecedentes disfuncionales, personalidad, por citar algunos. Lo que suele ser común, casi en todos los casos, es la aparición de tres idealizaciones frente a la crisis: cambio, retorno y felicidad.
Y, sí tomamos lo anteriormente descrito y miramos la situación, por grupos de rangos etarios, resaltan algunas características:
Entre los 03 a 06 años, se creen culpables de la separación de sus padres, temen quedarse solos y evitan ser abandonados. Hay que recordar que en esta edad los progenitores constituyen el universo entero de los infantes y que la relación de los padres es el medio de referencia, en el que se sienten cuidados, protegidos y amados.
Entre los 06 a 12 años, se dan cuenta de que tienen un problema que duele y no saben cómo reaccionar ante ese dolor. Los niños creen que los padres pueden volver a juntarse y presionan o realizan actos que no llevan más que a un sentimiento de fracaso o a problemas adicionales en la pareja.
Entre los 12 años y la adultez, se manifiestan sentimientos de miedo, soledad, vulnerabilidad, desesperanza y culpabilidad. Los jóvenes incluso pueden dudar de su habilidad para casarse o para mantener una relación estable, considerando que lo vivido con sus padres se puede repetir en ellos o tener el mismo desenlace.
Por tanto, consideramos importante acudir a un especialista que ayude a tratar esa ruptura y las consecuencias dolorosas que trae. La clínica es altamente recomendable, así como las personas cuidan su salud física, debe haber un interés por su salud psíquica, ya que está comprobado que muchos de los padecimientos físicos tienen como base una condición mental. Además, si se lleva a efecto el tratamiento será inevitable observar un cambio de ciento ochenta grados. No está por demás exhortar a que a tiempo busquemos apoyo, ayuda o acompañamiento y lo que es más importante: finalice su proceso de intervención psicoterapéutica.
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