El Presidente Lenín Moreno vuelve a suscribir a nombre de Ecuador la Declaración de Chapultepec, un decálogo de principios que garantiza el ejercicio de la libertad de expresión, y lo hace precisamente cuando un portal digital hace unas denuncias en donde mezcla informes, nombres, correos, fechas y empresas. Pero más allá de la denuncia lo curioso y lamentable es que quienes antes calificaban de panfletario a quien firma la denuncia e incluso se encargaron de perseguirlo, cuando estaban en el poder, ahora cierran filas a su alrededor dando por ciertas esas denuncias y reclamar una especie de golpe de Estado o muerte cruzada.
Si quien hace la denuncia tiene tanta credibilidad para el expresidente Correa y sus allegados, como Ricardo Patiño o Gabriela Rivadeniera, ¿por qué no fueron a la Fiscalía a reclamar la detención inmediata del exmandatario señalado en denuncias de millonarias malversaciones de fondos públicos? ¿O por qué no fueron a reclamar la detención de Gustavo Jalkh o Alexis Mera también señalados en otras denuncias?
Lo cierto es que resulta hasta cómico ver la reacción desenfrenada de quienes disfrutaron de todo el poder en la última década ante cualquier denuncia, provenga de donde provenga, y ver sus quejas porque supuestamente la justicia ya no responde a sus órdenes. Pide una revocatoria como pedir un café tal vez porque les está resultando complicado disfrutar de lo presuntamente ganado en la última década.
Lo cierto es que todo lo que digan los expolitburó del correísmo siempre estará bajo sospecha y su minúscula protesta en la plaza de la Independencia es una prueba de ello. Ya no están en capacidad de movilizar los millones que decían o dicen ser porque ya no controlan los dineros púbicos con los que antes organizaban movilizaciones de presuntas manos limpias y corazones ardientes. Sus llamados a movilizaciones o paros nacionales quedan en esporádicas paralizaciones o quemas de llantas en las carreteras, tan cuestionadas en la anterior década.
Tanto escupieron al cielo, tal vez por ignorancia o desconocimiento de una ley tan elemental como la de la gravedad. El año 2019 no es el año 2006, porque diez años de autoritarismo; emergencias; contratos a dedo; endeudamiento desenfrenado, pese a tener petróleo a más de cien dólares; represión; bacanales; tarimas montadas las 24 horas del día los siete días de la semana en la plaza de la Independencia, para que los gritos de las protestas no lleguen a oídos del expresidente, no se olvidarán fácilmente.
Lo que el país en realidad necesita es la revocatoria de esa llamada oposición que urge del caos para intentar pescar a río revuelto y convertir a los sentenciados por corrupción no solo en inocentes, sino en héroes, en sus héroes por aguantar estoicamente sin delatar, como en las mafias. Por algo sus candidatos están en un partido fundado por alguien que está siendo enjuiciado por corrupción.
La suscripción de la Declaración de Chapultepec es un signo significativo para dejar atrás años de opacidad, una opacidad a la que se acostumbra el poder absoluto.
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