El sábado 19 de enero tuvo lugar la segunda Conversación de Psicoanálisis Aplicado de la RPA de la FAPOL y el CID, con el apoyo del CIEDD. Ya en el SUM de la Facultad de Filosofía, la Universidad Católica nos sorprendió con su iniciativa de darle una interesante repercusión a nuestro evento, enviando a un camarógrafo y una periodista de su canal, para que les comentáramos sobre lo que íbamos a tratar. Entonces, no sabíamos que el evento se convertiría en una jornada de trabajo de cuatro horas, ni que contaríamos con un público concernido, al que agradecemos, aún; pues, sin ese Otro dispuesto, no es posible la conversación… sólo el monólogo.
Explicamos que el equipo de investigación sobre “Psicoanálisis Aplicado y Dispositivos de control” se reúne quincenalmente para debatir y analizar la práctica clínica psicoanalítica posible en las instituciones y el actuar contingente de los practicantes, junto a sus efectos en el uno por uno, y en la institución. Y que, después del segundo año de encuentros, buscamos presentar las problemáticas abordadas y algunos resultados obtenidos, a la comunidad académica implicada; para conversar sobre los impasses y alcances de la práctica analítica lacaniana en las instituciones.
Así, este año* atendimos la especificidad de la transferencia psicoanalítica, la importancia del secreto y la confidencialidad en los espacios de atención clínica; pues se encuentran en riesgo en los dispositivos de salud, educación, rehabilitación… públicos y privados. Otro asunto es que el practicante del psicoanálisis se encuentra entre la demanda del Otro institucional, con sus ideales y visión universalizante, y las demandas del paciente de curación, de sentido, entre otras; a lo que cada practicante responde, vez por vez, desde la ética psicoanalítica y la orientación por lo singular.
De inicio, Adela Subía, coordinadora del Centro de Innovación Educativa y Desarrollo Docente de la UCSG, dio una cordial bienvenida a los presentes, saludando que el psicoanálisis exista en las instituciones hoy, y agradeciendo “el mantener este espacio de estudio, investigación y análisis, y por compartir con la comunidad académica su trabajo y elaboraciones”.
La primera exposición fue “La ranura en el muro: Jacques Lacan – Wong Kar-wai”, en donde Antonio Aguirre se deslizó por el seminario 21, ciertas referencias lógicas de Lacan, y la hermosa película In the mood for Love, con su epílogo; de allí recortó, delicadamente, una escena que llamó “imagen enigmática”, en donde secretos son susurrados en pequeños agujeros de los templos sagrados de Angkor Wat, ranuras que luego serán taponadas con barro. Así, los analizantes dicen palabras al oído de los analistas, eligiéndolas para nombrar eso inenarrable. Antonio diferenció la cita del enigma, en materia de enunciación y enunciado, con Lacan; y aludió a un goce de la palabra, en esas palabras dichas que se asocian al goce y que en el análisis suplirían la ausencia de relación sexual. Si no, vemos la errancia del desengañado. Antonio concluyó con un asunto capital en las instituciones que es preservar el secreto y el enigma, pues hoy se busca judicializarlos. Y señaló: “si se borra la confidencialidad, se borra el psicoanálisis”.
Ante el eclipse de la mirada Otro como portadora de la vergüenza, Jessica Jara anotó que la impostura, la sugestión, la fascinación horrorizada por los sin-vergüenzas, reina; esto, a partir de noticias como: “Facebook censura la preciosa imagen de una mujer dando a luz en casa”, ante la que muchas mujeres protestaron poniendo esa imagen obscena en su perfil. O, “Le acusaron de pedófilo por esta fotografía, ¡y mira que contestó!”, donde la respuesta era una prédica sin tapujos sobre un saber gozar, para hacer surgir la mirada en el campo del Otro y cumplir con su acto exhibicionista. Y si, la “cultura” actual a la caída de los ideales, impone un saber gozar expuesto, el psicoanálisis apuesta por: un saber supuesto, un saber-leer de otro modo y el uso de los semblantes, para aproximarnos a lo real del goce. El acto analítico otorga dignidad a los S1 del sujeto; al “¡dígame!”, responde “todavía, no”; renunciando al poder otorgado por la transferencia. Un analista hace valer Otro pedido: te pido que me rechaces lo que te ofrezco, porque no es eso.
Luego de un distendido break, relanzamos la Jornada de trabajo a las 13h00 con una mesa conformada por cuatro participantes del grupo de investigación, coordinada por Jessica Jara.
Donde labora Ericka Hernández se enuncia que hay “5 tareas para lograr afrontar la pérdida de un ser querido”, mientras ella consigna que no hay significantes que alcancen para decir de la muerte y que se trata de un trabajo de subjetivación, de elaborar duelos. Allí los “usuarios” dicen que los psicólogos los guían, hacen que lloren y sean libres. Sin proponer “abolir” el rol del psicólogo, Ericka trae una viñeta, en la que una mujer que ha perdido a su padre hace seis meses señala que “no hay nada más lindo que insultar con palabras inteligentes como Dr. House, pero que ya nada es como antes”. Al final, le pide un consejo, a lo que la practicante le dice: “siga viniendo”. A la siguiente sesión, la mujer le dice que pensó: “si me da un consejo, eso puede que no me vaya a servir… Pudiera dejar de venir”. Entonces, a la muerte del padre, ya nada es como antes; y la practicante, al rechazar la demanda de consejo, logra salir del lugar en el que la histérica la quiere: el de un amo… para castrarlo. Esto, aún si le responde un poco al estilo del Dr. House.
Andrea Robles destacó que las múltiples demandas y el trabajo burocratizado en las instituciones educativas, suelen hacer ver al psicólogo como un Otro omnipotente y de autoridad. Tanto así, que una joven le pide ayuda para no perder el año; a lo que la practicante le responde que no puede hacerlo, pero le propone “un espacio para que hable acerca de lo que le causa malestar”. Meses después, la joven la busca porque le surgieron recuerdos de su niñez en un sueño, y eso la angustia. Y agrega: “A nadie le había contado esto, pero se lo cuento a usted, porque no sé, me inspira confianza”. Andrea apuntó que la verdadera demanda es por explicitar, por construir, a lo que leyó algunas declinaciones de una demanda nueva que surge, en cuanto pasa de ser tomada cual Otro que tiene, a uno que no tiene; pero, al que se le supone un saber. Cuando esta joven, cuyo no saber la llevó incluso a la pérdida del año, empieza a saber mediante sueños, va a decirle algo que no le ha dicho a nadie; aunque no sepa qué rasgo de ella, le inspira confianza.
Mauricio Orrala también trabaja en un DECE** y resaltó que ahí los psicólogos no deben hacer clínica. Su viñeta da cuenta de la hiperpresencia de un aparato legislativo que impone al practicante elaborar informes técnicos sobre “presuntos hechos de violencia sexual” en menos de 24 horas, y ponerlos en conocimiento de la familia, la Fiscalía, la Junta Cantonal de Derechos, el Distrito de Educación… Así, cuando una joven acude a hablarle de lo acontecido, debió derivarla a una psicóloga y ésta la mandó a un psiquiatra; pero ella se acercaba aún al DECE adonde el practicante pidiéndole “que la escuche, que la entienda”. Después de un tiempo, ella busca provocarlo, diciéndole: “Todos los hombres son malos, tú también porque eres hombre”, y ante el silencio del practicante, ella se plantea: “¿Por qué me violaron?, tengo la imagen de unas manos en mi cuerpo”, a lo que él responde recortando ese goce extraño que surgió en la joven, y la convoca a trabajar desde otras coordenadas que no son las de la legislación ni de la medicalización.
Carlos Quezada nos hizo notar la importancia del “break” en la construcción de la subjetividad del niño, mientras daba cuenta de los excesos en un dispositivo de atención temprana, donde hay un ambiente “nutrido” y sesiones de 50 minutos de estímulos para infantes con “diagnóstico genético con pronósticos de discapacidad…”, derivados por pediatras o llevados por familiares. Este analizante se pregunta por el lugar del psicoanalista en una institución como ésta, y recupera la formulación de la “madre ansiosa” de Maud Manoni; en tanto observa que en el momento del break, cuando juegan dos niños en una piscina de pelotas, una madre reprende a uno de ellos: “¡no le jales el pelo! ¡No te metas en la boca! ¡Cuidado, te haces daño!”. Y el niño se queda paralizado con la mirada fija en la madre. Sin pensarlo, de dirige a las madres y les hace una pregunta un poco “en broma”, capturando su atención. Carlos remarca que un lugar desde donde intervenir puede ser el de la pregunta, haciendo lugar a la falta, a la traba. Es decir, cómo producir, de una buena manera, un break entre el niño y su madre, trabajando para sostenerlo como sujeto.
Como señaló Freud, la transferencia es tanto motor como obstáculo de la cura; al respecto, algunos visos de transferencia positiva y negativa, se evidenciaron en esta II Conversación de Psicoanálisis Aplicado, donde cuatro analizantes dieron cuenta de sus experiencias en las diferentes instituciones donde practican, y nos enseñaron cómo se las arreglaron, uno por uno y contingentemente, para no responder a la demanda, y de ese modo hacer un lugar Otro al sujeto, y suscitar el deseo de otra cosa… Preguntas y comentarios no faltaron, lo que dio ocasión a que Antonio Aguirre respondiera a: ¿qué se espera de un psicoanálisis? Además, una catedrática amiga me dijo que lo conversado dio qué pensar, un buen efecto; pues da cuenta de la introducción de un momento de comprender, en una subjetividad actual que pasa directamente del ver al concluir.
Hoy, cuando impera la demanda infernal del prohibido-prohibir, el empuje superyoico obsceno y feroz de darlo todo a ver, el desprecio por los semblantes; este trabajo nos ha permitido sostener que la transferencia es: “estar con ánimo de amar” (Antonio), “confianza” (Andrea), “un camino” (Ericka), “un silencio hablante” (Mauricio), “un lugar desde donde” (Carlos).
Así, al final del evento expresamos: ¡No a la transparencia, sí a la transferencia!
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