Somos más leales a nuestras propias visiones de la política internacional y volver a esa coherencia era indispensable. Notábamos que con el ingreso del embajador José Valencia a la Cancillería esto podría suceder pero ahora vemos que efectivamente está ocurriendo.
La coherencia tiene que ver con la doctrina Roldós, propuesta del Ecuador a través de su expresidente para que no se considere intervención la que se haga en contra de gobiernos que violentan los derechos humanos y, por el contrario, se considere obligatorio intervenir contra esos regímenes.
El mensaje del presidente Moreno de no asistir a la posesión de Nicolás Maduro revelaba aún alguna ambigüedad, pero el pronunciamiento ante la OEA de nuestro representante marca una definición de línea política llamativa e interesante.
La crítica mayor al actual gobierno es la falta de voluntad de tomar decisiones, de manejar una ambigüedad permanente como política de Estado y parece que esto va cambiando.
Si ante la OEA, Ecuador hubiera optado por el silencio, hubiéramos criticado severamente la postura; por lo mismo, estamos obligados –por la misma objetividad- a aplaudir el rumbo que se ha tomado. No podemos mantenernos neutros frente a lo que coincide con nuestro pensamiento.
Percibo que los tiempos están requiriendo que el país proclame la necesidad de una gran minga nacional para sacar del bache profundo en el que nos dejó la década infame y ese es un esfuerzo de todos, que a veces es difícil cumplir. En ocasiones, el presidente desorienta con sus actitudes al pueblo ecuatoriano; por consideraciones que desconocemos no son pronunciamientos categóricos. Aunque no se puede ser categórico en todo, frente a la corrupción sí y a veces titubea.
Tras el pronunciamiento de la OEA, lo más probable es que Maduro saque a Venezuela de ese organismo; es lo que sucede con los pueblos sometidos a dictaduras corruptas: quedan aislados y sin presencia internacional que advierta lo que está pasando allí, porque al darse esa ruptura de relaciones ya no tenemos ojos que nos digan qué ocurre.
El aislamiento puede propiciar una crisis de sufrimiento mayor al pueblo venezolano pese a que otros gobiernos totalitarios del mundo como Rusia y Corea del Norte van a hacerse los íntimos amigos de Venezuela. Recordemos que pese a toda la ineficiencia y la negligencia en el manejo del petróleo, ese país posee el mineral en grandes cantidades y con apoyo ruso puede comenzar a sacarlo.
En el campo diplomático, esas eran las opciones. Una salida militar no la podemos propiciar jamás: esa es la ventaja que tienen los dictadores. Los que amamos la democracia no podemos romper nuestras propias maneras de pensar a nombre de nada y, en todo caso, la ruptura de relaciones ya es una sanción alta pero tiene estos inconvenientes. Si la comunidad internacional aisla a Venezuela va a debilitar tremendamente el régimen y podría robustecerse la voluntad de la oposición de tomar las acciones correspondientes.
La salida para Venezuela es la rebelión de un pueblo que está cansado de la dictadura. Todos los días vemos venezolanos pidiendo caridad en las calles de las principales ciudades del país y duele. Un país que contribuyó a nuestra libertad no puede estar en esta situación y nosotros mirar para otro lado. Tal vez impulsar la movilización en el Ecuador y en otros países del continente, repudiando la situación venezolana pueda contribuir en algo, pero no mucho.
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