La política del gobierno está buscando la eliminación de subsidios que en cierta forma no funcionan, no están bien direccionados o tienen falla en su aplicación.
El tema de las cocinas de inducción es un reflejo de eso: han pasado tres o cuatro años en los que no se alcanzó la meta prevista – se hablaba de cambiar 3 millones de cocinas- y hubo un desgaste. La gente no aceptó el cambio de cultura entre el gas y la electricidad y apenas se colocaron 509 736. Después de lo acontecido con el combustible, es claro que el gobierno ha optado por eliminar estas subvenciones que pueden ser distorsionadores u otorgados en forma antitécnica.
El programa de las cocinas de inducción- si hacemos memoria- tuvo reticencias desde el principio: la gente no sabía cuál iba a ser la tarifa de energía, las cocinas estaban caras, obligatoriamente había que cambiar las ollas, el encadenamiento con las casas comerciales no fue el apropiado, hay sectores en dónde la calidad de la energía aún no es de lo mejor, además de los casos de robo de luz en los barrios más populares… es decir, un cambio de cultura que no cuajó. Además, el costo de las cocinas que se promocionó desde $300 llegó a sobrepasar los $700, imposibles para el bolsillo de las clases populares.
Antes de hacer cambios inapropiados o dar traspiés, es el momento de revisar la base de beneficiarios de este subsidio. Los responsables de la política pública se darán cuenta que, en un mayor porcentaje, este aporte está dirigido a las clases media y alta, es decir aquellos que no necesitan. La gente más pobre no tiene cocina de inducción. Estas son las distorsiones que deben evitarse con una focalización apropiada.
La idea no fue mala, pero la ejecución pésima y esa factura la tendrán que pagar quiénes sí apostaron por el cacareado cambio de la matriz energética, que en el caso de las cocinas de inducción la transición iba a durar hasta el 2024. El mensaje del gobierno es claro: ya no podemos subsidiar a la clase media. Ellos tendrán que decidir volver al gas o mantenerse con la energía eléctrica sabiendo que en algún momento tendrán que asumir el costo real. Si el subsidio llega a eliminarse, el gobierno se ahorrará menos de cien millones.
Lo ideal, como país, es que retomemos el uso de la electricidad como fuente de energía. No se debe pasar por alto que al ser un recurso más limpio era una solución sostenible.
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