Estados Unidos acaba de asestar uno de los más duros golpes al chavismo en Venezuela, tal vez uno de los más letales porque golpeó donde más duele a los regímenes totalitarios: el dinero. Y hasta ya tiene su guión armado y reproducido por su parlante, la cadena Telesur: ¿Golpe por el petróleo? Gobierno de Estados Unidos sanciona a PDVSA, tituló. Basta seguir el hilo de su corresponsal en Washington para constatar que el chavismo entró en su hora más oscura; el espectáculo de Maduro trotando con los militares o haciendo patrullaje en unos ejercicios más dignos de algún reality show contrastan con sus declaraciones tras los anuncios de Estados Unidos.
“Hago responsable de la sangre que pueda correr en Venezuela a Trump. Hago un llamado a los líderes de la oposición a la valentía. Sé que no están de acuerdo con el golpismo, pero si se quedan callados serán cómplices por omisión”, dijo un desaliñado Maduro en una intervención posterior.
Las medidas de Estados Unidos, para información a los progresistas de América Latina y a los correístas de Ecuador, de ninguna manera incauta los fondos de la empresa petrolera Citgo, la filial de PDVSA en Estados Unidos, ni de los fondos por las exportaciones petroleras, sola las pasa a unas cuentas donde no podrán meter mano los jerarcas del chavismo. Para evitar que raspen la olla.
Todos esos fondos pasarán inmediatamente al control de un gobierno interino presidido por Juan Guaidó o de un nuevo gobierno que salga de unas elecciones verdaderamente libres, fuera del alcance de la manipulación de Tibisay Lucena, la ferviente chavista que regaló descaradamente dos veces la presidencia a Nicolás Maduro.
Estados Unidos no solo acaba de dejar sin una importante fuente de recursos al chavismo, sino que puso a prueba la lealtad de los generales que apoyan a Nicolás Maduro. El chavismo ahora está consciente de que tiene los días contados o las horas contadas, pese a la posición de países como México o Uruguay que intentan convertirse en los nuevos José Luis Rodríguez Zapatero. La gran decepción del año sin duda será Manuel López Obrador, si no revisa a tiempo su posición y prefiere quedarse estancado en alocuciones pueriles, dignas de una rancia izquierda que sigue celebrando al Che Guevara, Fidel Castro y Hugo Chávez.
Venezuela ahora camina firme hacia la recuperación de su libertad y la vuelta a casa de millones de exiliados que siguen expectantes la caída de un régimen de terror, por su ineptitud mezclada con altas dosis de corrupción.
Muchos narcotraficantes ya estarán buscando nuevos refugios tras rebuscar sus caletas. El socialismo del siglo XXI fue su principal aliado, al igual que en su momento fue el castrismo. El mayor juicio de la historia contra el narcotráfico, personificado en el proceso contra Joaquín Guzmán Loera, alias el Chapo Guzmán, así lo demuestra.
Los generales venezolanos, que ya no les podrán ofrecer protección, seguramente ya estarán negociando con la DEA sus delaciones. El mensaje escrito en la libreta que el asesor de Seguridad Nacional, John Bolton, mostró en la rueda de prensa en la Casa Blanca, como si fuera un descuido, de seguro hizo que muchos se pusieran a buen recaudo, aunque otros muchos se quedaron sin tiempo para el retiro. La agonía del chavismo es real.
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