La muerte de alias Guacho, sin duda, no llevará a desbaratar toda la estructura criminal montada durante años en la frontera norte gracias al dinero del narcotráfico. Ni siquiera a dar con la principal red de colaboradores que el narco montó en Ecuador para operar libremente en esa zona, la salida al Pacífico, un corredor clave de los carteles mexicanos aliados con los carteles colombianos y grupos de narcos ecuatorianos. Tampoco ayudará a esclarecer el por qué de la saña con la que ejecutó al equipo periodístico de diario El Comercio, ni a la pareja de comerciantes ni la razón de los atentados contra blancos de la fuerza pública ecuatoriana.
Alias Guacho, como todo narcotraficante, se lleva muchos secretos a su tumba; muchos se los llevan a la cárcel de la que salen después de algunos años, como lo hizo el excapitán del Ejército, Telmo Castro, un colaborador del cartel de Sinaloa detenido en Guayaquil el mismo día de la operación que acababa con la historia del líder del grupo narcodelictivo que tanto terror había sembrado en la frontera norte.
Las leyendas urbanas dicen que cuando cae un capo del narcotráfico aparecen diez y todos en disputa por ocupar ese puesto. Seguramente así será. Pero lo que también sí es seguro es que la muerte de Guacho marca un antes y un después en la realidad de la frontera norte.
La historia de alias Guacho desnudó una realidad, la frontera norte, del lado ecuatoriano, pasó de ser de zona de descanso de las FARC a zona de descanso de su disidencia, poco dispuesta a dejar de recibir los recursos de los carteles de la droga. ¿Quién lo permitió? Es algo que le corresponderá investigar a las autoridades.
Pero la historia de Guacho también marca un antes y un después en la realidad de la frontera norte, porque desde el lado ecuatoriano se envió un mensaje bastante claro: los grupos narcodelictivos, así se llamen disidencia de las FARC, que lleva a evocar cierto romanticismo trasnochado por la guerrilla en el monte de los años setenta, no son bienvenidos en el país. Y su red de cooperación está siendo neutralizada.
La guerra contra el crimen organizado está lejos de ser ganada, porque su red criminal cuenta con millones de dólares para sostenerse, pero la voluntad política de cooperar en esa lucha, que debe ser transnacional, está dada. Con el nuevo gobierno, Ecuador ha dado pasos en ese sentido y pasos muy importantes que no pueden ser desconocidos, porque hacerlo sería suicida. El enemigo está en otro lado, porque sí hay un enemigo. Alias Guacho es solo una de sus caras.
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