El pasado domingo participé en el programa de Andrés Carrión Hora 25 de TeleAmazonas para debatir sobre el Presupuesto de Ecuador para el 2019, durante el mismo fui bastante moderado, pues es difícil hacer un análisis de estos presupuestos.
En primer lugar quiero agradecer a los miembros del equipo económico del Ministro Martínez (el Viceministro Cavieses y Norman Wray del Ministerio de Hacienda) su predisposición a debatir en público con economistas críticos como yo mismo y el señor Carrera. Es un ejercicio normal en una democracia funcional, pero por desgracia excepcional en Ecuador, por lo que lo quiero señalar y celebrar.
En segundo lugar quiero señalar que a nivel personal ésta fue una de las experiencias más difíciles para mí en los medios, pues mi posición era moderada, creo que estos presupuestos no son creíbles y no son funcionales para Ecuador, pero no creo que sean nefastos o catastróficos para la economía ecuatoriana. Y es mucho más fácil sostener una posición extremista que una moderada (y probablemente sea mucho más aburrido para los telespectadores escuchar opiniones moderadas que extremas).
Sobre el debate en sí, quisiera compartirles mis opiniones sobre estos presupuestos. Valoraciones que presento sin ninguna cifra, pues normalmente se marea a los ciudadanos con un montón de datos que no conocen ni entienden, y las cifras son solo el resultado de decisiones políticas.
– La “música” del discurso del Ministro Martínez y su equipo me gusta mucho, pero la “letra” no se corresponde; esto es, las excelentes intenciones que se declaran no se concretan.
– Esto es clarísimo en el caso de los subsidios. Todos los economistas que acudimos al programa coincidimos (lo que es casi una extrañeza cósmica), como casi todos los economistas de Ecuador o del mundo, coincidimos, en que los subsidios son nefastos para la economía ecuatoriana y hay que eliminarlos; sin embargo en estos presupuestos se proyecta mantenerlos -o incluso incrementarlos- hasta el 2022. Es un inmenso sinsentido.
– Estos presupuestos no plantean una reducción del gasto (y por tanto del déficit) sustancial. Una vez más el gobierno habla de la importancia y la necesidad de reducir el déficit y el gasto (y quiero ser muy enfático al señalar los tremendos costes económicos y sociales que representa el déficit y su financiación para Ecuador), pero sin embargo no hay una reducción importante, ni realmente significativa del gasto ni del déficit, lo que es imperativo para el desarrollo del Ecuador.
– Estos presupuestos se enfrentan a una muy difícil labor, hay que reconocerlo. El correísmo no sólo dejó el país dividido y sus instituciones devastadas, dejó además al Ecuador muy endeudado, con un inasumible gasto comprometido, y sin confianza ni bases para el desarrollo o la inversión. Es muy complicado hacer un presupuesto con estos condicionantes. Pero sin embargo no parece haberse asumido la gravedad de la situación económica del Ecuador.
– Estos presupuestos no son creíbles ni en su proyección de ingresos ni de gastos. No solo que el precio del petróleo proyectado parece muy exagerado (y quiero reconocer que siempre es difícil hacer una proyección del precio del petróleo pues es una variable muy volátil), sino que los ingresos fiscales también (y éstos son más fáciles de calcular en base a la experiencia histórica). La única esperanza, por muy triste que parezca, es que en Ecuador el presupuesto ejecutado suele ser sustancialmente inferior al presupuesto proyectado, por lo que puede haber cierto margen.
– Estos presupuestos no cumplen la función de transmitir una señal de confiabilidad a los mercados tan necesaria para bajar el riesgo país y el coste de financiación, y la prueba evidente es que el resigo país ha aumentado sustancialmente desde la publicación de los presupuestos. Esto es bastante grave, la confianza es imprescindible para la inversión, y para el desarrollo de la economía.
– Estos presupuestos no cumplen la promesa de representar un cambio de modelo económico del Ecuador. Se sigue manteniendo un modelo de desorbitado e insostenible gasto público, que arrastra un alto déficit y con ello un “efecto expulsión” de la economía. El “efecto expulsión” es que el exceso de gasto público drena los recursos de la economía sin dar cabida ni financiación al sector privado, que es imprescindible para el desarrollo de la economía ecuatoriana.
Pues porque, aunque levemente, sí se percibe un cambio de rumbo en la economía ecuatoriana (al menos no hay aumento del gasto público), aunque no a la velocidad que puede ser necesaria para remediar la nefasta herencia correísta.
Y además tanto el equipo económico del Ministro Martínez, como el mismo Ministro, al menos conoce y reconoce cuáles son los problemas de la economía ecuatoriana, y eso es un importantísimo paso adelante.
No podemos obviar que los presupuestos son un programa político. Y aunque como economista no me corresponde hacer un análisis político, no podemos vivir ajenos a la realidad. Y me temo que el capital político del Ministro Martínez y su equipo es muy limitado, por tanto sospecho que estos presupuestos sin ser ni siquiera buenos a nivel económico, son los mejores a los que podemos aspirar desde el punto de vista político, ya que cualquier alternativa sería mucho peor.
La gran pregunta para Ecuador ahora mismo es si estos presupuestos serán suficientes para aguantar el 2019 sin tener que pedir financiación urgente o un “rescate” del FMI. Y eso dependerá de factores como el precio del petróleo, la coyuntura política, el éxito de las reformas incentivadoras de la inversión o cualquier otra contingencia. Una situación muy, muy delicada.
Aún es muy posible que Ecuador siga el camino de Argentina, teniendo que recibir un rescate del FMI, o podría ser un modelo de transformación económica del devastador socialismo endeudador a una economía abierta, productiva de libre mercado. ¿Qué ocurrirá? Lo veremos este 2019.
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