Los que trabajan en ventas y los gerentes exitosos saben que es mejor ajustar costos que tener una perspectiva en ventas favorable aunque el entorno económico sea de lo mejor. La comparación es necesaria ahora que el Ejecutivo ha enviado a la Asamblea la Proforma Presupuestaria del 2019 en la que ha diseñado un escenario positivo antes que realista de lo que puede suceder en el país.
El documento se elaboró pensando que las condiciones macroeconómicas van a ser estables en los siguientes dos años, con precios favorables del petróleo. No veo en esta proforma una gran reducción en temas que se veían venir y más bien nos está llevando a un mayor endeudamiento: cubrir un hueco, destapando otro. La proforma apela a la reducción del déficit siempre y cuando tengamos un precio de petróleo alto y podamos seguir obteniendo endeudamiento externo. Es peligrosa la situación porque en el momento que se viene a abajo el precio del petróleo, las condiciones del entorno disminuyen, aumenta el riesgo país y vamos a pasar de un déficit normal a uno de corte estructural que no será el mejor escenario para el Ecuador.
El gobierno estima un crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) de 100 a 107 millones de dólares, significa que está dando por hecho que la producción total del país va a aumentar, sin embargo, para que eso suceda necesitamos reunir condiciones que aún no tenemos: mayores empresas incorporándose a la dinamia de la producción nacional y la producción nacional, aumentando. Haciendo una analogía, es como si en lugar de vender más, yo le subiera el costo a mi producto; mi presupuesto va a crecer porque elevé precios, pero no porque vendí más unidades.
Era esperable que el gobierno opte por una proforma económica como la enviada a la Asamblea; es un mensaje directo: no estamos faltando a ninguna de las reglas que anunciamos. ¿Además, en un año preelectoral como este siempre se mide el pulso político. La gente vota por obra realizada, no por proyectos. Es normal que se inauguren obras, que se hable de la recuperación de la economía, entonces son ofertas de campaña que tratan de perpetuar el discurso político y la proforma no lo va a contradecir. Tampoco se mencionan medidas económicas de otro tipo como eliminación de subsidios o aumento de impuestos: en un año electoral sería una ruleta rusa. El Ecuador ya ha pasado por crisis severas desde el 2000 y no terminamos de despegar pese a la dolarización.
En la década anterior tuvimos un crecimiento pero este se dio por el aumento de precios en las materias primas y el petróleo, sin embargo, no estamos ni cerca de alcanzar esos precios y es un problema que sigamos dependiendo, pese a los esfuerzos de ministros como Pablo Campana y Richard Martínez de traer inversión extranjera y subir las exportaciones. La gestión aún no suma lo que aspiramos.
Ahora, el escenario planteado responde a la política económica que ya fue dado en el programa gubernamental. El Ejecutivo hace un presupuesto técnico que difiere mucho del presupuesto real: estamos frente a un documento técnico ajustado a las reglas macrofiscales que el gobierno puso. Sin embargo, en un presupuesto técnico todo lo que ingresa es igual a lo que se va a gastar y en el tema público, las entidades están obligadas a gastar porque se vigila la ejecución presupuestaria y si no se gasta, el año siguiente se recorta.
Como los gastos no se han reducido, si eso no ocurriese se recurrirá a inversión extranjera directa, exportaciones y endeudamiento. Con esta proforma será inevitable el endeudamiento, pero el gobierno tiende a uno de corto plazo, temporal. Es tratar de hacer las cosas bajo los lineamientos del FMI que sería el organismo que en última instancia le va a seguir prestando al Ecuador , pese a que el objetivo es bajar el déficit a términos razonables y no como ahora que está entre el 6 y el 8%.
La proforma no deja la posibilidad – al menos no abiertamente- de que el país esté buscando un acuerdo con el FMI. El gobierno está consciente de que si necesita tocar puertas afuera ya no las va tocar en mercados que ofrezcan ayuda con una tasa de interés elevada.
En ese sentido, el organismo internacional es el buen vecino: si se cumplen las condiciones que busca -en esencia, mantener el equilibrio fiscal, más aún en una economía dolarizada como la ecuatoriana- volverá a prestar. Por ello, es necesario quitarle la carga ideológica negativa que el FMI acumuló en los últimos años, siempre y cuando las condiciones que imponga el organismo sean posibles de cumplir para el país. El gobierno, en sus metas macroeconómicas, quiere reducir el déficit a 0, lo cual es una quimera; con un 2-3% sobre el PIB sería un déficit manejable.
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