A fines de septiembre de 2018, el gobierno ecuatoriano hizo un desembolso por $266,6 millones al Banco de Desarrollo de China (CDB), por concepto de un pago anticipado a un crédito suscrito con esa entidad en junio de 2011 por $2.000 millones. ¿Fue una decisión acertada?, ¿alivia eso en realidad el peso de la deuda pública en las finanzas ecuatorianas?
Para responder eso voy a internar una explicación bastante coloquial. Un padre de familia que vive con lo justo y ha debido acumular las cuentas de la luz, el agua, el teléfono y hasta las cuotas de las hipotecas por A o B motivo de pronto llega a tener un ingreso no presupuestado, ¿qué debería hacer? Lo sensato sería cubrir lo prioritario, como pagar las cuentas de los servicios básicos y cubrir parte de la hipoteca.
Eso en sencillo es lo que hizo el gobierno. En estos momentos hay una escalada de los precios del petróleo en los mercados internacionales, lo que representa una mayor liquidez en las cuentas públicas, por lo tanto lo lógico era que el gobierno intente liquidar ciertas obligaciones que le resultan onerosas, por el tema de los intereses. Ese es el caso de los créditos contraídos con China.
Lo que Ecuador hizo fue adelantar un pago que lógicamente, como en toda operación financiera, liberará del abono de intereses porque cumple la obligación antes del plazo pactado con su prestamista. Las autoridades económicas vieron en el incremento del precio del petróleo una oportunidad para salir de obligaciones contraídas en condiciones no tan buenas para el país.
El adelantar el pago de las deudas contraídas con altos intereses, gracias a la liquidez obtenida por la escalada de los precios del petróleo, fue lo más sensato que pudo hacer el gobierno, porque el mercado de commodities puede variar de la noche a la mañana por muchas razones ajenas a los gobiernos que viven de esas rentas.
Es preferible adelantar los pagos y tratar de liquidar las deudas caras hasta tener mejores condiciones macroeconómicas para volver a los mercados de capitales. Porque si bien $266 millones podría no parecer mucho, dado el volumen de la deuda pública, cuando uno no tiene dinero todo dólar cuenta, porque son dos pasajes de ida y dos pasajes de vuelta.
Lo que cuenta aquí, además, es el mensaje enviado a los mercados financieros: la buena voluntad del gobierno ecuatoriano de cumplir sus obligaciones y de reconocer su deuda, así haya sido contraída en condiciones desfavorables.
No importa el monto, porque Ecuador mostró que tiene la capacidad para cumplir sus obligaciones, así haya anunciado por otra parte su intención de hacer una nueva preventa petrolera. Lo que interesa en estas operaciones no son tantos los montos de uno u otra anuncia, sino el trasfondo.
Lo óptimo para la economía del país sería que se mantengan en el mercado los precios altos del petróleo, que lleguen nuevos inversionistas y se aumenten y diversifiquen las exportaciones, pero eso sería hablar desde la irrealidad. En estos momentos, no solo Ecuador, sino varios países de la región, están abriendo los ojos a su realidad financiera y lo que intentan es mantenerse bien ante los ojos de los organismos multilaterales para tener acceso a los grandes mercados de capitales.
Ese es el plan B que tiene la economía ecuatoriana. Endeudarse un poco más para sanear las cuentas internas y luego pensar nuevamente en cómo atender el problema de su deuda externa. A diferencia de la deuda interna, las obligaciones externas siempre se podrán volver a renegociar, pero lo urgente es sanear las finanzas públicas.
Los ingresos y gastos deben estar equilibrados para llegar a tener al menos un pequeño superávit al final del año. En términos macroeconómicos un déficit del 2% al 4% todavía es manejable para el gobierno.
El gobierno trata de resolver vía préstamos externos o venta anticipada del petróleo los problemas de la caja fiscal interna, pero lógicamente esto debe ser de parte y parte, porque es indispensable mantener un plan de austeridad.
Si bien el saneamiento de las finanzas públicas no es algo que se pueda hacer de la noche a la mañana, hasta ahora se ha trabajado muy a cuentagotas. Lo único que ha hecho es tratar de bajar la carga impositiva e intentar devolver la confianza a las empresas para que las ventas aumenten y la recaudación tributaria suba por el lado del IVA. Lo óptimo habría sido inyectar más créditos para la producción y dar mejores condiciones a los empresarios en sus nuevas inversiones y revertir así las tasas de desempleo.
El equipo económico, en términos generales, ha trabajado bien en la línea abrirse al FMI y otros organismos multilaterales, hasta que el ministro Richard Espinosa salió en un noticiero local a anunciar que se necesitaban mayores ajustes, pese a los dos ajustes precedentes. Con esa declaración se fue contra la teoría de las expectativas racionales de Robert Emerson Lucas, porque le anunció al país más ajustes y esos deben hacerse de golpe y porrazo.
Si una autoridad económica sale a decir que en un mes va a subir el Impuesto a la Salida de Divisas (ISD) del 5% al 15% %, muchos verán las maneras de sacar los capitales así sea en burro, porque ya está anunciado. Pero si mañana la misma autoridad económica anuncia que va a subir el ISD del 5% al 10% a partir de ese momento ningún empresario podrá tener tiempo para mover sus capitales fuera de país.
Esa política gradualista de hacer un ajuste y después otro en economía hace que los agentes tomen sus decisiones por adelantado, algo que no necesariamente hacen bien al país.
En economía, cuando un gobierno necesita hacer ajustes debe hacerlo de una sola vez, porque lo otro solo causa nerviosismo tanto en la gente común como en los mercados. Se vende la idea de que el país no ha hecho su tarea completa. Y uno se pregunta si esos nuevos ajustes anunciados serán los últimos o vendrán más. Para atraer inversiones no basta con intentar inyectar confianza en los mercados, porque esa confianza siempre está atada al Riesgo País, que es el único indicador considerado por los inversionistas.
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