América Latina está atenta a los resultados de este domingo 28 en Brasil por diversos motivos. Una de las principales inquietudes que se hacen en varios países de la región es ¿Hasta qué punto es posible que el efecto Bolsonaro se extienda a la región?
Ello debe ser analizado tomando en cuenta la historia reciente de Brasil en donde actores de los poderes Ejecutivo y Legislativo se enriquecieron a costa de contratos entre empresas constructoras con empresas estatales.
Durante sus 14 años de gobierno, el Partido de los Trabajadores creó cerca de 40 empresas estatales, las cuales generaron una pérdida al Estado por USD 2.500 millones de dólares. En la ciudadanía se comentaba permanentemente sobre el reparto de los recursos públicos, la prensa investigaba y divulgaba varios casos de corrupción, pero se convivía con una Justicia lenta que no sentenciaba ni detenía a los corruptos.
El sistema ha funcionado de tal manera que los legisladores vinculados a casos de corrupción eran mayoría en un Poder Legislativo corrupto que no generaba leyes que pusieran fin al robo sistemático del recurso público.
La falta de leyes claras que permitiera a la Justicia investigar, procesar y sentenciar, se complementaba con una “corrupción minorista” en diferentes departamentos públicos, donde funcionarios de bajo rango inventaban problemas para vender soluciones.
La obtención de determinados privilegios al asumir la legislatura permitía la construcción de sistemas que permitían robarle al Estado. Un caso emblemático, fue el conocido como “los enanos del presupuesto”, en el que 37 legisladores de la Comisión de Presupuesto en Congreso Nacional de Brasil robaron sistemáticamente USD 100 millones por medio de alteraciones en el presupuesto nacional.
José Alves de Almeida, un diputado sin proyección política y líder de la asociación ilícita, durante la investigación en que se estudió su crecimiento patrimonial, justificó la expansión de su riqueza afirmando que había ganado la lotería en 200 oportunidades. La legislación brasileña, determinaba que personas con fuero privilegiado, debían ser investigados por la Corte Suprema y los procesos solían demorar un tiempo superior a las penas determinadas en ley, por lo que nunca nadie caía preso ni terminaba devolviendo lo robado.
De esta manera, la sociedad brasileña se había acostumbrado al funcionamiento de la corrupción en el poder, que justificaba votar por candidatos que “robaban, pero hacían”. Ese fue el eslogan político informal de Paulo Maluf (Roba pero hace), quien después de más de 20 años de abierto un proceso de investigación por corrupción y amparado por foro privilegiado, terminó sentenciado a prisión por la Corte Suprema y en función de su edad avanzada, se encuentra cumpliendo la pena en prisión domiciliaria.
En el año 2010, producto de la presión popular, fue presentado en el Congreso con la firma de más de un millón de ciudadanos, el proyecto de ley de la “Ficha Limpia”, la cual determinaba que no se podía ser candidato a cargo público si es que existía una sentencia confirmada en segunda instancia (colegiado de jueces) durante un periodo mínimo de 8 años con posterioridad al cumplimiento efectivo de la pena de prisión. Dicha Ley tuvo un determinante apoyo popular.
El impensado panorama anticorrupción cerraría su ciclo legislativo nuevamente por presión popular cuando entre los meses de junio y julio del año 2013, miles de brasileños salieron a las calles de las principales capitales a exigir el fin de la corrupción en la obra pública y en los contratos del estado. La fuerte presión popular llevó nuevamente a que el Congreso y Dilma Rousseff (presidenta del país), convirtieran en leyes, “la ley del arrepentido para casos de corrupción y la ley de leniência (concesión de condiciones favorables a acusados que colaboran con la justicia en casos de corrupción) para empresas corruptas”.
En marzo del 2014, Sérgio Moro, Juez Penal de la Ciudad de Curitiba, iniciaba el proceso Lava Jato, el cual más adelante sería tomado como el punto de inflexión en la lucha contra la corrupción en Brasil y en el resto de la región. La sociedad brasileña comprendió que el robo continuo y estructural del recurso público podía llegar a su fin, sin embargo faltaba un problema por resolver, el sistema político tradicional era corrupto. La aceptación del sistema Judicial y de las fuerzas de seguridad, crecían en la sociedad brasileña, faltaba solamente encontrar un referente que proponga un cambio en la forma de hacer política.
Resulta difícil entender en varios países de América Latina cómo un importante sector de la sociedad brasileña acepta a Jair Bolsonaro, sin embargo basta revisar la historia contemporánea para entender esta visión social.
Jair Bolsonaro es un diputado que durante 27 años de mandatos continuos ha mantenido una posición contestataria. Se dio a conocer por su pensamiento machista, homofóbico, racista y defensor del accionar de las Fuerzas Armadas; sin embargo, nunca tuvo un caso de corrupción en su contra (ni en etapa de investigación). Incluso devolvió dinero de una campaña cuando supo que se trataba de dinero de la constructora Odebrecht. Bolsonaro, un complejo personaje que hasta marzo de este año no tenía un partido que lo propusiera como candidato a la presidencia y que tuvo que ofrecer a tres personas la candidatura a la vicepresidencia (el general Mourão aceptó), hoy es el más opcionado para llegar a la presidencia en Brasil.
Sin embargo, las características históricas y culturales propias de Brasil no permiten suponer la aparición de un Bolsonaro en otros países de la región. Para que pueda nacer un personaje así se hacen necesarios cambios electorales, judiciales y culturales y ningún cambio en estos ámbitos de la sociedad latinoamericana es obtenido en corto plazo. Sin embargo, el hartazgo a la corrupción que se ha disparado en la región puede ser un factor determinante en el ámbito político de cada país, en donde puede sergir la demanda de un nuevo salvador de la Patria, aunque no necesariamente con las características de Bolsonaro.
Si gana Bolsonaro, serán determinantes las medidas y primeros resultados en materia económica sobre todo en lo referente al empleo. Ello será fundamental para el retorno de la esperanza al pueblo brasileño. Si ello se da, será muy difícil el regreso de partidos con orientación populista de izquierda en la región.
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