Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, México, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana y Uruguay, todos receptores en mayor o menor grado de inmigración venezolana, redactaron la Declaración de Quito sobre la graves crisis humanitaria que vive Venezuela. Según cifras avaladas por las Naciones Unidas son unos 2,5 millones de personas las que abandonaron Venezuela en los últimos años.
Una crisis provocada por el chavismo y que Nicolás Maduro ha tratado de minimizar al calificar como enemigos a los países que protagonizaron la cita.
En la mesa de deliberaciones del Palacio de Najas se notó la ausencia de Venezuela, que no participa porque no admite que haya un éxodo. Negar lo evidente ha sido propio de ese gobierno, uno de los más nefastos en la historia. Responsable hasta de crímenes de lesa humanidad en su afán de sostenerse en el poder.
El canciller encargado de Ecuador, Andrés Terán, desde el inicio de la cumbre habló sobre la crisis humanitaria generada por la inusual emigración de quienes huyen de la profunda crisis económica, política e institucional del país gobernado por Maduro.
La presencia en la cita de representantes del Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo y la Corporación Andina de Fomentos, así como de organismos de las Naciones Unidas como la Dirección Internacional de Migraciones y el Alto Comisionado para los Refugiados solo evindecia la magnitud de la crisis.
Solo en los últimos meses se estima que 1,6 millones de personas salieron de Venezuela hasta a pie en busca de lugares en donde encontrar dinero, medicinas y productos más básicos.
En Colombia son más de 900 mil venezolanos los que se han instalado; en Perú pasan de 400 mil, mientras que en Ecuador, un puente entre Colombia y el resto de países de la región, se han quedado cerca de 120 mil. Los más arriesgados siguen camino hacia Chile, Argentina, Uruguay o Paraguay o parten en dirección contraria hacia México, América Central o islas caribeñas.
Venezuela, otrora potencia económica regional, fue en el pasado un receptor de migrantes que salían de sus países por la precariedad económica o por persecuciones políticas. Ahora son los venezolanos los que necesitan una mano. Y la Declaración de Quito lo que hace es ratificar esa solidaridad que debe ser regional, porque Venezuela no vive una democracia, vive una dictadura despiadada. El chavismo arruinó ese país en cuestión de años. Ni un terremoto habría podido causar tanta destrucción y tanto dolor.
La reunión fue un acierto de la Cancillería ecuatoriana porque marca un giro de 360 grados en la política exterior del anterior gobierno que calificaba de humanista a alguien que ha destruido un país sin ninguna piedad.
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