La energía está regida por algunas leyes básicas, sobre todo por las de la Termodinámica. Para comprender el mundo de la energía es importante entender dos leyes. La primera, la ley de la conservación de la energía: en la naturaleza nada se crea ni se destruye, solo se transforma. Es la ley básica de la energía. La segunda, es la de la entropía que, entre otras cosas explica que, cada vez que capturamos energía en un proceso, parte de esta se pierde para siempre porque tecnológicamente no tenemos la capacidad de aprovecharla.
Entender esto es importante, puesto que con frecuencia se comete el error de distorsionar el concepto de energía limpia. Aprovechar energía limpia significa que, como resultado del aprovechamiento de una fuente de energía, se presentan residuos “tolerables”, “asumibles” por el medio ambiente. No existe una fuente de energía cuyo aprovechamiento no genere residuos. Incluso en el paradigma de la naturaleza perfecta, existen residuos: restos de animales y plantas en descomposición. Los residuos son parte intangible del proceso de trasformación. La naturaleza tiene la capacidad de absorber y reaprovechar una cantidad de residuos. Cuando ese límite natural es sobrepasado por la obsesión del ser humano, empiezan los problemas.
Desde este contexto, podemos responder a la pregunta de que son las energías limpias. Llamamos energías limpias a sistemas tecnológicos de aprovechamiento de diversas manifestaciones de energía que tenemos a nuestro alrededor, siempre con una emisión tolerable de residuos.
Las tecnologías limpias se encuentran en un nivel muy básico de desarrollo en todo el mundo. El aprovechamiento limpio de energía no es solamente un problema tecnológico, puesto que el componente cultural también es substancial. No hace mucho, empezamos a entender que la economía basada en combustibles fósiles, que ha marcado nuestra vida en los últimos 150 años, está al colapsar puesto que las reservas de “energía fósil” empiezan a terminarse. La economía de los combustibles fósiles abarca la explotación, el aprovechamiento y la comercialización de la energía de los recursos fósiles y de los productos derivados de la industria petroquímica.
Solo ahora entendemos que, si no hacemos algo para calmar la voracidad de consumo de energía, no tendremos mucho futuro como civilización. El problema de la dotación de energía no se resuelve solo con la generación de más energía, sino también con su uso racional: la generación de más energía es un problema tecnológico y su uso racional es un problema cultural.
En lo tecnológico, en Ecuador se ha empezado a desarrollar un sector de la industria para el aprovechamiento térmico y fotovoltaico de la energía solar, con un fuerte núcleo de innovadores en las universidades y escuelas politécnicas en Quito y otras partes del país. En la ciudad de Loja, se pudo en marcha el primer parque eólico continental del país, que además es uno de los más altos del mundo.
Por otra parte, algunas corporaciones industriales y mercantiles catalogadas como grandes consumidores de energía, han invertido en la implementación y puesta en marcha de centrales hidroeléctricas, que les permiten generar en forma limpia aquella energía que consumen en sus instalaciones.
En cuanto al uso racional de la energía, en el país se ha impulsado iniciativas como la optimización del alumbrado público, el diseño sostenible de viviendas y el uso racional de materiales en su construcción, la utilización de sistemas para la captura de energía solar en domicilios, entre otros, Estos son los sectores que están a la delantera en el Ecuador.
Se puede lograr mucho más, pero tenemos que enfrentar algunos limitantes que frenan el desarrollo de energías no fósiles en el Ecuador, como el conflicto entre las relaciones costo / beneficio de las soluciones limpias y de aquellas que utilizan energía eléctrica desde la red doméstica; y, la resistencia cultural a convertirnos en “early adopters” de tecnología. La primera limitante se puede resolver a través de políticas públicas que incentiven el desarrollo de tecnologías limpias. Lo que me preocupa es cómo vencer el hecho de que Ecuador no se caracteriza por ser un país en el que la ciudadanía “adopta” de inmediato las soluciones tecnológicas e innovadoras. Los ecuatorianos se “toman las cosas con calma”, dejan que otros prueben primero tecnología, y se suman a las “olas de tecnología madura”. Esto no es un tema de política pública, sino un tema de cultura pública.
¿Cómo cambiar la cultura pública? Tendremos que trabajar en posicionar en el imaginario colectivo los beneficios de la energía limpia. Primero, el establecer la capacidad del planeta para asimilar los residuos generados. Segundo, prepararnos para responder a la pregunta ¿Qué vamos a hacer con esta civilización que lo único que entiende es una vida basada en el uso de combustibles fósiles? Tarde o temprano vamos a enfrentar el hecho de que la energía en el formato que actualmente consumimos, ya no existirá. No podemos esperar a que esa situación se presente para reaccionar; tenemos que empezar a desarrollar tecnología para aprovechar las fuentes de energía disponibles de nuestro país, de tal manera que, a futuro, esas tecnologías sean maduras y puedan asumirse.
Para la industria es muy rentable pensar en la utilización de energías limpias y en el uso eficiente de la energía. La generación de energía limpia puede llegar a suplir el requerimiento energético y el uso eficiente, sin duda, influirá en mejorar los costos de operación. Pero, ¿cómo masificar el uso de energías limpias? Se me ocurren tres acciones claves: demostración, incentivo y educación.
Primero, en la academia se habla mucho sobre investigación y desarrollo. Las condiciones actuales nos obligan a investigar, desarrollar y demostrar. En las Universidades hacemos investigación y desarrollo en torno a tecnologías que permitan capturar energía limpia, pero tenemos que demostrar que esto funciona. Por ejemplo, necesitamos construir en nuestros campus edificios realmente eficientes, edificios que capturen energía limpia.
Segundo, hay que desarrollar e impulsar programas que incentiven a los ciudadanos a adquirir tecnologías de energías limpias. Estados Unidos tiene muy buena experiencia en el tema de financiar la participación ciudadana en la adquisición de ciertas tecnologías. Esto es muy importante.
Y, por último, es fundamental educar. Nuestros niños deben jugar con energías limpias. Si un niño empieza a jugar con fuentes de energía limpia, lo más probable es que cuando se convierta en un adolescente o adulto, él privilegie el uso de estas tecnologías.
Mientras tanto las cosas van a ser un poco más complicadas para el futuro de las energías limpias en Ecuador, puesto que por decreto no se cambia la conciencia ciudadana.
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