La vinculación del expresidente de la República, Rafael Correa, en el denunciado caso del secuestro a Fernando Balda en Colombia donde estaba en calidad de refugiado no debería tener nada de particular. Ningún viso de asombro. El expresidente siempre se jactaba de que era presidente de todas las funciones del Estado, una alegoría para decir que nada se movía sin su consentimiento previo. Una creencia bastante arraigada en egos demasiado inflados, gracias a un entorno sumiso y depredador a su vez.
Nada tendría que temer el exmandatario sobre todo porque, según sus propias palabras, en pocos años con su metida de mano en la justicia la convirtió en un ejemplo para el universo entero con jueces que en 33 horas tomaban posesión del cargo, sustanciaban la audiencia de juzgamiento, estudiaban más de cinco mil hojas del expediente, escribían unas 156 carillas de la sentencia y notificaban a las partes.
Algo que fue ratificado por el mismo Gustavo Jalkh, cesado en sus funciones por el Consejo de Participación Transitorio. Al hacer una especie de despedida de su cargo, Jalkh, ex secretario y ex ministro del expresidente Correa, dijo que ahora había una nueva realidad en el servicio judicial, con mayor número de causas resueltas, procesos más ágiles e implementación tecnológica.
Por qué el miedo a un juicio si el mismo expresidente dijo en septiembre de 2011, cuando el país conoció de la existencia de superjueces como Juan Paredes que en 33 horas podía leer 55 mil hojas y escribir 156 cartillas sin despeinarse siquiera, que atrás había quedado la época de los jueces corruptos del feriado bancario.
Las palabras del expresidente: “Esto que está pasando es muy serio, ustedes recuerdan un ataque mediático tan fuerte a un juez (Juan Paredes) por el delito de haber sancionado, sentenciado, a quienes se creían intocables, ¿se acuerdan? ¿Cuándo hicieron esto, cuándo acusaron de persecución ideológica, prevaricato, allanaron casas, pidieron discos duros, pidieron recompensa por quien encuentra a Chucky Seven? ¿Cuándo hicieron esto con los jueces corruptos que dejaron en la impunidad en el atraco bancario? Con esto nos están dando la razón. (…) Están desesperados ya no saben que más inventar. Es porque fueron tocados los verdaderamente intocables, los que se creían por encima del bien y del mal. (…) Esto es lo que tenemos que cambiar”.
Y supuestamente cambió en los años subsiguientes con un Consejo de Participación Ciudadana que puso en todos los organismos de control a gente cercana al expresidente, entre ellos al cesado presidente del Consejo de la Judicatura que dijo haber dejado una justicia calificada por el expresidente como la mejor del mundo. Entonces, por qué el miedo a ser involucrado en un juicio como podría serlo cualquier ciudadano ecuatoriano. ¿Quién le entregó una corona al expresidente para que crea estar por encima del bien y el mal? ¿La nueva justicia ya es exnueva justicia solo porque no responde a los intereses de una persona que creyó estar por encima del bien y el mal?
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