No hace falta ser experto, especialista o iluminado para comprender la relevancia del rol y naturaleza de la inteligencia estratégica dentro de un Estado Democrático.
Al respecto, en el contexto local ecuatoriano, aún es débil el debate en torno a la temática, sobre todo aquella asequible, al ciudadano común, toda vez que el tan discutido velo de secretismo y operaciones intrusivas violentadoras de los derechos ciudadanos se ha tornado en una “muletilla” para quienes intentan aterrizar la temática. O, en su defecto, se ha considerado como tabla de salvación las miradas importadas de expertos extranjeros -sin cuestionar con ello su competencia académica y profesional- como voces autorizadas para para entender nuestras realidades locales de la inteligencia estratégica, es decir legitimando prácticas dominantes del saber, del hacer y del decir.
Para muestra de rosas un botón: el ataque con un cochebomba al Cuartel Policial de San Lorenzo a principios de año, derivó en múltiples reflexiones de expertos –no necesariamente en inteligencia- sino en seguridad y relaciones internacionales, que han circulado en los diversos medios de comunicación y las redes sociales, a propósito de la coyuntura. No obstante, la relevancia dada a la conducción de la inteligencia, a su naturaleza y rol fue muy limitada, como es actualmente limitada la discusión respecto del componente ético de sus prácticas y peor del componente conceptual.
Es necesario pensar en la construcción definitiva de una cultura de inteligencia que tanto le hace falta al país, uno de cuyos elementos clave es la articulación con la Academia, en tanto al debate y necesidad de formación y especialización de cuadros a nivel de grado y posgrado
La cuestión, al parecer, solo cobra vigencia pragmática luego del nombramiento del actual Ministro de Defensa, Gnrl. Oswaldo Jarrín. Esto se relaciona directamente con un reposicionamiento de los componentes militares y policiales de la inteligencia -que en definitiva y por diversos motivos- entre ellos el poco compromiso político-civil- han monopolizado sus prácticas en el país, reconociendo los altibajos generados por una penosa y fallida gestión de la inteligencia estatal por nueve años, que debió consolidarse desde su entidad rectora, la Senain (Secretaría de Inteligencia). Esta institución se encuentra hoy al mando de dos oficiales del Ejército en servicio pasivo, quienes luego del monopolio de la conducción policial en la institución, intentan dar un golpe de timón para consolidar la conducción democrática de la inteligencia, por disposición del presidente Lenín Moreno. De hecho, existe gran expectativa ciudadana en torno a una depuración integral de la institución, orientada a una gestión eficiente, eficaz y ética, que responda a las necesidades del Estado y del resto de actores de la sociedad, en un ambiente de confianza.
El reto está trazado: solidificar su arquitectura en procesos, procedimientos, sistemas de monitoreo, evaluación, para el diseño e implementación de la inteligencia estratégica en tanto política pública, regida por su marco legal específico, como un encuadre y gestión adecuada de la cartografía de factores de riesgo, amenazas y oportunidades, a fin de proporcionar insumos de alto valor en la toma de decisiones gubernamentales. Simultáneamente, urge hacer un balance estratégico de las implicaciones de dichos factores en el entramado de intereses y objetivos de los diversos actores y sectores de la sociedad, en resguardo de la gobernabilidad.
Paralelamente, pensar -no como utopía- en la construcción definitiva de una cultura de inteligencia que tanto le hace falta al país, uno de cuyos elementos clave es la articulación con la Academia, en tanto al debate y necesidad de formación y especialización de cuadros a nivel de grado y posgrado. Esto, indudablemente, evitará la improvisación en el manejo de temáticas sensibles que requieren criterios técnico-conceptuales y metodológicos contemporáneos, para actuar oportunamente en las nuevas dinámicas y en el desarrollo de operaciones especiales con cuadros nacionales.
Dicho lo anterior, y en torno al tema de la emergencia de amenazas híbridas en la frontera norte -aquellas que relacionan la delincuencia organizada trasnacional, crimen organizado trasnacional, las acciones subversivas, y tácticas terroristas y otros actos ilícitos que no pueden ser evaluadas con criterios lineales, la responsabilidad de la inteligencia estatal es enorme. En potenciales escenarios líquidos, cambiantes, inciertos, difusos, sin patrones de comportamiento regular, es donde se requieren intervenciones bajo un direccionamiento estratégico de sus líneas maestras, para ser ejecutadas por los operadores de seguridad en dinámicas interagenciales con el resto de instituciones del Estado, considerando las capacidades del Estado y sus vulnerabilidades. Vale señalar, entonces, que la posición ecuatoriana para la maniobra de la inteligencia estratégica para la coyuntura fronteriza actual debe ser claramente definida. Esto implica considerar la arista de la inteligencia militar, policial de manera combinada y articulada a una efectiva gestión social y de desarrollo integral de la frontera, como parece ser el rumbo actual.
La importancia de esta posición es determinante, además, para que el Estado ecuatoriano, pueda establecer límites y alcances al diseño y ejecución de mecanismos para la cooperación e inteligencia e intercambio de información con el Estado colombiano y potencial apoyo estadounidense. Esto evitará la imposición de la mirada colombo-estadounidense, para preservar la soberanía del país y garantizar la tranquilidad ciudadana, en actuaciones reguladas por controles políticos y legales locales.
Es positiva la experiencia colombiana de más de cuatro décadas, pero no debe ser determinante en la dinámica decisional ecuatoriana, por el riesgo que se corre de apropiarnos de un conflicto cuyas raíces se hunden en Colombia
En este tipo de conflicto, la producción de la inteligencia estatal, derivada de la articulación de los diversos subsistemas (militar, policial, financiero, de riesgos) es la plataforma más segura para las alertas tempranas y por ende la neutralización de posibles fallas o sorpresas estratégicas. Esto, especialmente frente a la emergencia de nuevas amenazas y riesgos manifiestos con comportamientos locales específicos (intermésticos), sin dejar de considerar que las dinámicas de las amenazas híbridas se inscriben en sus flujos trasnacionales y transfronterizos con particulares características que deben ser estudiados en profundidad.
Para ello, es positiva la experiencia colombiana de más de cuatro décadas, pero no debe ser determinante en la dinámica decisional ecuatoriana, por el riesgo que se corre de apropiarnos de un conflicto cuyas raíces se hunden en Colombia y que hoy por hoy se implantó, principalmente-aunque no exclusivamente- en la zona de frontera de la provincia de Esmeraldas colindante con el Departamento de Nariño. Esta situación es muy crítica, no solo por la desconfianza agudizada especialmente entre los sistemas de inteligencia militares y policiales colombianos y ecuatorianos tras el Ataque de Angostura (1 de marzo de 2008), que hoy es preciso dejar de lado, empezando un trabajo de apoyo y responsabilidades situadas adecuadamente y un prudente margen de confianza en materia de seguridad, defensa, inteligencia, relaciones exteriores, gestión social y desarrollo, traducida en acciones articuladas, cooperativas y con responsabilidades y compromisos compartidos.
Las argumentaciones anteriores implican también consideraciones de carácter conceptual, que han de definirse en el marco de las reuniones de la flamante Secretaría de Seguridad –presidida por Oswaldo Jarrín- y también con un papel relevante del flamante Ministerio de Gobierno – presidido por Mauro Toscanini-, para lograr sinergia en las acciones interministeriales orientadas a la seguridad, desarrollo, bienestar de la población y consolidación de la democracia y derechos, focalizados actualmente -pero no exclusivamente- en la coyuntura de la frontera norte.
Esto tiene que ver por apostar por líneas conceptuales que permitan construir analíticas de alto nivel para dar respuesta a la producción de conocimiento con valor agregado en modalidad de estudios, informes de inteligencia básicos, apreciaciones, informes transaccionales, entre otros, que sirvan de base para la construcción de múltiples escenarios para alertar tempranamente la ama de procesos-actores-coyunturas.
La “personificación” del denominado alias ‘Guacho’ que fue construida con nacionalidad, perfil y ubicación geográfica en las agendas discursivas y mediáticas colombianas, prácticamente lo han situado como el “personaje” depositario de todos los males de la frontera norte
La visión interagencial de la seguridad parece que es la directriz principal para prevenir y neutralizar la emergencia de acciones violentas y comportamientos criminales y terroristas, colombianas y también ecuatorianas. No obstante, siempre se mantiene el riesgo de secularizar la agenda de las relaciones colombo-ecuatorianas, dando preeminencia a la dimensión militar y policial, securitización que se sostiene en discursos mediáticos de legitimación. Este riesgo lo advierten expertos e investigadores que se oponen al paradigma tradicional y del realismo científico- todas sus vertientes institucionalistas- en los estudios de seguridad- se incluyen algunos constructivismos amorfos como el de Barry Buzan-, toda vez que la consideración de que “algo es amenaza” es un factor concomitante de las decisiones políticas; en otras palabras, escribir una amenaza es construir un sentido específico de quién es el enemigo y las posibles rutas de acción frente a él, todo ello sostenido en discursos de reproducción y legitimación, políticos, militares y policiales, que deben ser estudiados como prácticas que materializan los juegos de poder entre los estados y actores no estatales.
Hago referencia específica a la “personificación” del denominado alias ‘Guacho’ que fue construida con nacionalidad, perfil y ubicación geográfica en las agendas discursivas y mediáticas colombianas. Prácticamente lo han situado como el “personaje” depositario de todos los males de la frontera norte, simplificando los entornos complejos, azarosos y caóticos, cuyas coordenadas borrosas impiden planeaciones y conducciones operacionales rígidas y exigen que quien está como líder ostente no solo conocimiento sino experiencia, cualidades evidenciadas de manera personal por el ministro Jarrín, y que idealmente debería tener todo el equipo de asesores y funcionarios clave del Ministerio de Defensa.
Con todo, la población exige respuestas contundentes y efectivas. El sistema de inteligencia ecuatoriano debe evidenciar una transformación integral, tomando como primera variable la relación entre el conductor del Estado, los decisores políticos en diversos niveles y los profesionales y expertos de inteligencia; entre ellos es necesario un balance sano, en un compromiso con el país que se resume en no politizar ideológicamente a la inteligencia de Estado, y de otro, que los sistemas de inteligencia no coopten entidades e instituciones del Estado por el poder derivado de su gestión.
Este balance tiene que ver con relaciones de complementariedad, apoyo y confianza en la comunidad de inteligencia en su conjunto, indispensable no solo para el cumplimiento de los objetivos estratégicos del Estado, sino en la preservación de los derechos de los ciudadanos; igualmente, todo ello se vincula con las relaciones interestatales y del Estado con otro tipo de actores del sistema internacional.
A propósito de la coyuntura en la frontera, este elemento es muy sensible dado que la confianza está relacionada directamente con la sentida necesidad de construir rituales de interacción entre actores que componen la comunidad de inteligencia, que permitan su trabajo en tiempo real y no solo volcado al ámbito doméstico, sino entendiendo las lógicas transrregionales y trasfronterizas de la amenazas y factores de riesgo, que obligan una perspectiva sistémica de análisis, donde Colombia y Ecuador tendrán sus intereses específicos, pero también puntos de cruce para un trabajo cooperativo en materia de inteligencia para que, develando indicios y pistas de los entornos presentes, se puedan construir rutas tendenciales que den luces de cómo será el futuro, que permitan intervenir en él mediante la generación de alertas tempranas efectivas con ventajas estratégicas para el conjunto de la sociedad.
También es necesario configurar una cultura de inteligencia mediante la consolidación de redes académicas, de profesionales, decisores políticos, no sometidas a las coyunturas sino con una visión estratégico-prospectiva
Para ello, el redimensionamiento de la propia doctrina del sistema nacional de inteligencia -más allá de un abordaje procedimental y utilitarista- requiere consideraciones antropológicas que han sido marginalizadas en los paradigmas tradicionales. El sentido de lo humano, de los principios y prácticas de la inteligencia pasan por la consideración de que los profesionales y expertos, en tanto multidimensionales, con intereses, agendas y necesidades e inscritos en un conjunto de prácticas comprometidas con el bien común, han de ser considerados a la hora de repensar la naturaleza, el rol y sobre todo el nivel de la inteligencia. No hay que olvidar que la inteligencia estratégica se relaciona con el análisis y tratamiento de datos, información hacia la producción de inteligencia del más alto nivel, produciendo conocimiento experto, que sirve para la ventaja decisional en la conducción del Estado.
Lo dicho hasta aquí, supone igualmente, una relación controlada de la actual Secretaría de Seguridad respecto de la producción de la Senain, como entidad rectora del sistema de inteligencia, coordinadora del resto de subsistemas. Lamentablemente, esto no será posible sin el marco legislativo específico (Ley de Inteligencia), que en concordancia con la Ley de Seguridad Pública y del Estado normen su existencia, sus esferas de actuación y ámbitos de acción en el marco de derechos y libertades, estableciendo procedimientos claros de rendición de cuentas y transparencia, no solo de los productos, sino de sus procesos y del sentido de la arquitectura institucional.
Adicionalmente, es necesario configurar una cultura de inteligencia mediante la consolidación de redes académicas, de profesionales, decisores políticos, no sometidas a las coyunturas sino con una visión estratégico-prospectiva. La improvisación de cuadros por la debilidad de centros de formación e inteligencia y por la politización partidista de sus actores son dos cuestiones que son esenciales de resolver dicha necesidad.
La tarea es inmensa…no obstante, en medio de ella está en juego la tranquilidad de los ecuatorianos.
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