Lo que parecía la continuidad del correísmo con otro rostro en Carondelet más temprano que tarde pasó a convertirse en la pesadilla del círculo íntimo del expresidente Rafael Correa y de él mismo. Ni bien tomó la palabra, después de que el expresidente Correa le colocara la banda presidencial, el Presidente Lenín Moreno comenzó a marcar distancias con su antecesor.
En ese discurso Moreno instó a las autoridades estadounidenses y brasileñas a entregar todas las listas de posibles corruptos en el país relacionadas con el caso Odebrecht, la trama de sobornos por la que acabó en prisión el exvicepresidente Jorge Glas, muy cercano a Correa, y varios exministros del anterior gobierno.
“Vamos a sostener la dolarización -dijo-. Para ello impulsaremos todas las políticas y actividades que permitan sumar dólares al país. No tendremos una moneda paralela”. Con ello desvirtuaba los rumores en los últimos meses del expresidente sobre el uso del dinero electrónico a cargo del Banco Central para hacer emisiones inorgánicas. Y cumplió su promesa al trasladar el dinero electrónico a la banca privada.
“No puede haber diálogo sin libertad de expresión. Ella es el alma de un pueblo -dijo-. Encontramos libertad de expresión en su humor, en su arte, en su crítica -dijo-. La libertad de prensa debe evidenciarse con unos medios cuyos contenidos tengan calidad y altura. La relación con los medios de comunicación será fresca, fluida y dialogante. Espero que sean portadores del anhelo ciudadano y, de serlo, les aseguro que encontrarán puerto seguro en el gobierno”. Esta semana el Gobierno envió a la Asamblea un proyecto de reformas a la Ley de Comunicación, el bien más preciado del anterior gobierno, que elimina la Supercom y el linchamiento mediático, dos herramientas de control a la prensa independiente tan defendidas por el expresidente.
Y después vino uno de los golpes más fuertes al ego del expresidente. El anuncio de la suspensión de la sabatinas, desde donde se declaraban inocentes y culpables, se ordenaba qué hacer a jueces y fiscales, se denigraba a todo opositor con millonarios recursos, según se conoce ahora.”Para concretar el diálogo se requiere de liderazgo. El mío tiene su propio estilo. Por ejemplo, no tengo inclinación académica; más bien soy un conversador apegado a las conclusiones. (…) Gracias Rafael por la parte de ese Enlace que fue un curso de Ecuador del que los ecuatorianos y yo aprendimos mucho acerca de nuestro país. (…) Pero, como ordena la Constitución, mantendré informada a la ciudadanía de forma veraz y oportuna sobre toda la gestión gubernamental”.
Y luego de contar una anécdota del general venezolano Carlos Soublette, remató: “La República no se perderá porque el pueblo se ría de un gobernante; se perderá cuando el gobernante se ría de su pueblo”. Un frío comenzó a recorrer por los rostros de los asambleístas más correístas, incluido el entonces presidente de la Asamblea, José Serrano, destituido de ese cargo con un juicio político.
“No se tomarán medidas ni decisiones sobre nuestros militares, sin contar con su presencia y sin escuchar sus criterios -dijo Moreno-. No trataremos temas de género, sin conocer las propuestas de las organizaciones de mujeres y de la comunidad GLBTI”.
Tras ese primer discurso ante la nación de Moreno, el país conoció que el expresidente Correa tuvo que ser ingresado al hospital Carlos Andrade Marín con un cuadro de neumonía, después de experimentar fiebre, fatiga escalofríos y presión alta.
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