La censura al exsuperintendente de Comunicación fue unánime. Tal vez porque fue con un aire derrotado a defender su actuación y a acusar de traidores a los asambleístas, no a los de oposición, sino a los del oficialismo, del ala correísta como morenista. Fue con un guión trabajado tal vez por los exSecom. Fue a interpelar y cuestionar, nunca a defenderse. Dijo que actúo con una Ley de Comunicación que ellos aprobaron, entonces ¿por qué le reclaman?
Y tuvo éxito en su trabajo. La mejor representación de ese éxito estuvo en el discurso repetitivo y reiterativo de Rodrigo Collaguazo, un ferviente correísta ahora convertido en morenista, que terminó su intervención con vítores a la Ley de Comunicación, al instrumento usado por Ochoa para perseguir y sancionar a los medios de prensa, radio y televisión.
Los medios de comunicación nunca dejarán de ser incómodos al poder y al parecer los partidos políticos no quieren dejar de contar con ese instrumento de dominación y sometimiento, porque les conviene, porque siempre soñarán con llegar al poder. Entonces lo mejor es dar un caramelo desde el discurso, para mantener las estructuras intactas. La palabra, en algún momento, fue secuestrada y la censura de Ochoa no la libera. Solo la pone en una prisión algo más cómoda.
Hasta el ex presidente, el autor de esa Ley, ha dejado de referirse a los medios como prensa corrupta, una paradoja de un gobierno con las mayores denuncias de corrupción en la historia del país. Y tal vez siga moderando su discurso hasta intentar recuperar su poder, pasen los años que pasen, porque rebuscar a río revuelto va con la política criolla, sobre todo cuando hay personajes dispuestos a financiar esas campañas trogloditas.
Que Carlos Ochoa haya sido censurado no es ninguna gran noticia para el periodismo ecuatoriano ni para la libertad de expresión, porque las bases sobre las que actuó están intactas. El ya fue destituido por el Consejo de Participación Transitorio. La Asamblea habría debido actuar sobre las bases creadas por el correísmo para no permitir que esos personajes vuelvan a actuar a favor de algún otro político con sueldos y prebendas pagados con dineros públicos.
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