Una ojeada a la semana que termina deja la impresión de que al presidente Lenín Moreno le va mucho mejor en sus relaciones puertas afuera del Palacio de Gobierno que dentro de casa.
El lunes, el mandatario empezó pidiendo al presidente de la Asamblea Nacional, José Serrano, dar un paso al costado como efecto del escándalo suscitado en el país por su vergonzante conversación telefónica con el excontralor del Estado, Carlos Pólit, prófugo en Miami, en la cual se les oye hablar –en lenguaje de grandes amigos- acerca de ponerse de acuerdo para echar del cargo al fiscal general de la Nación, Carlos Baca Mancheno, quien divulgó el audio de la plática antes de judicializarlo.
En claro desafío al pedido presidencial, Serrano buscó hacerse fuerte en la Asamblea con el apoyo firmado de los asambleístas del ala morenista de Alianza País y favorecido por la falta de acuerdo entre la oposición de sociacristianos y CREO sobre la forma de sacarlo del puesto. En medio de ese ambiente enrarecido, Moreno esperó tres días para llamar al orden a su bancada y declarar que el titular del legislativo tenía que asumir las consecuencias de sus errores. Así le propinó el golpe de gracia.
La actitud de aferrarse al cargo, en lugar de salir de escena, lo que habría sido más elegante y práctico, trajo consigo un impacto contrario a los deseos de Serrano: repudio y desconfianza sobre su catadura moral para continuar al mando de la Asamblea. Y aunque mantendrá su curul de asambleísta -tras ser cesado en la Presidencia por una mayoría legislativa- le resultará muy difícil, quizá imposible, recuperarse políticamente.
Este desenlace político no es resultado de la acción del partido Social Cristiano, liderado por el alcalde de Guayaquil, Jaime Nebot, ni del partido CREO, liderado por el excandidato presidencial Guillermo Lasso, de modo que mal pueden atribuirse triunfo alguno. En realidad, la suerte corrida por el titular de la Asamblea es fruto de una decisión del presidente de la República. Ahora queda por ver cómo la capitaliza.
El caso de Baca Mancheno de momento se mantiene en la incógnita, ¿cuál es la relación entre Moreno y el fiscal general? Aún no sabemos. En todo caso, la Asamblea Nacional ha resuelto iniciar un juicio político en su contra y también la Comisión de Participación Ciudadana y Control Social Transitoria tiene potestad para ocuparse del tema; ya se ocupó de destituir al espantoso superintendente de Comunicación, Carlos Ochoa.
Ante la paradoja de un manejo habilidoso y efectivo fuera del Palacio de Gobierno y una conducción difícil, casa adentro, del gabinete, surge la pregunta ¿quién es el “cerebro” que está detrás de todo esto? Difícil saberlo por ahora.
Casa adentro, el escenario no ha sido muy favorable para Moreno. En un gesto que puede ser interpretado como una forma de delimitar el campo de acción de su vicepresidenta, María Alejandra Vicuña, el gobernante le asignó funciones. A mi entender, se trata de una forma de pedirle que deje de hablar sobre temas que no le competen, principalmente de política exterior. Ojalá que ella comprenda el mensaje y en el desplazamiento a Chile, por la investidura del presidente Sebastián Piñera, mantenga una actitud prudente especialmente en lo relativo a Venezuela y su apoyo a Nicolás Maduro por cuanto el presidente anfitrión tiene una posición diametralmente opuesta.
Un asunto importante que fue poco percibido por el ojo avizor de los medios de comunicación fue la felicitación del subsecretario de Asuntos Políticos del Departamento de Estado de los Estados Unidos, Thomas Shannon, por el voto ecuatoriano de abstención sobre el tratamiento del tema de Venezuela en el Consejo Permanente de la OEA, un mensaje a Moreno contra la política pro madurista de la canciller María Fernanda Espinosa.
Para colmo, estos días el embajador de Argentina en Ecuador cuestionó públicamente la postulación de la funcionaria a la Presidencia de la Asamblea General de la OEA, una decisión del gobierno que debió ser comentada por la Casa Rosada mas no por un emisario. Ante esto, el gobierno no ha dicho una palabra, pareciera que nos está acostumbrado a vivir entre “sustos y fantasmas”.
Otro asunto que por poco se va de las manos al presidente fue la aseveración de la ministra de Electricidad sobre una eventual eliminación gradual del subsidio al gas doméstico. En este caso, aunque rápidamente “apagó el incendio” vía separación de la funcionaria, la duda ya está sembrada.
La locuacidad de los ministros evidencia que el mandatario tiene problemas para acordar con ellos los temas sobre los que deben hablar y sobre los cuales deben mantener prudencia. Y claro, si alguien habla demás, le cae el garrotazo. Por calificarlo de alguna manera se podría decir que Moreno ha impuesto un estilo distinto al que estábamos acostumbrados.
En el balance de la semana, mención aparte merece el nombramiento de María Elsa Viteri como ministra de Economía y Finanzas. La reacción externa no se hizo esperar y ha sido bastante dura, la interna que ha sido menos fuerte aunque igual desconcierta. En este punto resulta incomprensible el mensaje que busca dar el jefe de Estado. Para hacer ese cambio era preferible mantener en el cargo a Carlos de la Torre, a fin de cuentas es más técnico que la nueva ministra.
Ante la paradoja de un manejo habilidoso y efectivo fuera del Palacio de Gobierno y una conducción difícil, casa adentro, del gabinete, surge la pregunta ¿quién es el “cerebro” que está detrás de todo esto? Difícil saberlo por ahora. ¿Y los ciudadanos? Apenas observamos lo que pasa.
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