“El asalto a la Asamblea Nacional está en marcha, en lo que no se ponen de acuerdo es en el reparto. No será únicamente por la ventana, sino partiendo todas sus estructuras, debilitándola al punto que sólo la dejarán como apariencia de democracia. (…) En las próximas horas me desafiliaré de Alianza País. Continuaré desempeñando mi labor como independiente, apoyando las propuestas que beneficien al país, y dejo claro a la ciudadanía que no seré parte de ningún partido conformado o en proceso de formación. (…) En la coherencia con mis ideas, en la defensa del Estado de Derecho, (…) siempre me encontrarán”.
Lo escrito es de Viviana Bonilla, vicepresidenta de la Asamblea Nacional a la que José Serrano acusó estar detrás de la filtración de una conversación que había mantenido con Carlos Pólit, el excontralor que está prófugo de la justicia tras ser involucrado en la trama de sobornos de la constructora brasileña Odebrecht.
Bonilla se va de la línea de Moreno, pero quiere mantener un hilo a tierra al asegurar que tampoco tiene intención de respaldar al 100 por ciento al expresidente Rafael Correa. Carlos Ochoa, en su momento, antes de ser cesado como superintendente de Comunicación, también negó al expresidente Correa al asegurar que no trabajaba para él.
Todos se van siendo radicales, con la esperanza de volver porque el sueño ecuatoriano ya ha trocado en la esperanza de ser funcionario público con guardaespaldas, iPhone, iPad y demás. Ese es el termómetro de la política ecuatoriana. Todos defienden el Estado de Derecho que nunca respetaron ni conocieron, porque el Estado de Derecho que vale es simplemente su Estado de Derecho, nunca el de la ciudadanía. Y por eso vale esperar el cara a cara de Serrano con Baca Mancheno, con Gustavo Jalkh como fondo.
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