Una vez concluido el proceso electoral de la consulta popular llevada a cabo el pasado 4 de febrero, todo lo que deberá venir en los ámbitos político, administrativo y económico depende del presidente Lenín Moreno, de su ritmo, de su criterio, de su estrategia. El pueblo ya concurrió a las urnas, votó y decidió.
El pronunciamiento mayoritario de los ciudadanos en favor del Sí es un mandato que se ubica por encima de la Constitución Política y de cualquier reforma o enmienda legislativa. Esto obliga al primer mandatario a disponer que se publiquen los resultados en el Registro Oficial, inmediatamente después que el Consejo Nacional Electoral (CNE) los proclame oficialmente.
Las cinco primeras preguntas, entre las que consta la designación de un Consejo de Participación Ciudadana (CPCCS) de transición –a mi juicio el tema más trascendente de la consulta- son de referéndum y, en consecuencia, de publicación directa en el Registro Oficial. Nadie las discute ni las toca.
Una vez establecido ese marco jurídico, el jefe de Estado debe apresurarse en confeccionar las siete ternas (una por cada consejero) con los nombres de los candidatos a integrar el Consejo de Participación provisional, que le corresponderá designar a la Asamblea Nacional. Por su parte, el legislativo tendrá que cumplir su tarea en corto plazo.
La presentación de las ternas es una tarea apremiante. Además será una ocasión sobresaliente para que el presidente demuestre al país que se halla en pleno ejercicio de su gobierno, que es independiente de presiones y ataduras; y, que puede o no coincidir con otros sectores políticos.
Además, cabe tener muy en cuenta que a partir de ese momento todo estará entrelazado políticamente con las elecciones seccionales previstas para el año que viene, en las cuales también serán elegidos -por primera vez vía sufragio universal-, los integrantes definitivos del CPCCS.
El resultado favorable de la consulta abre a Lenín Moreno la posibilidad de consolidar una mayoría propia en la Asamblea Nacional, que tenga la suficiente fuerza para coincidir o discrepar con otros bloques. El presidente necesita tener una bancada propia, una bancada de gobierno.
Lo antedicho es apenas un bosquejo de lo que corresponde hacer en el plano político-institucional. En el ámbito económico todo está por hacerse; muchas son las voces que sugieren diseñar un modelo que permita manejar la crisis fiscal. Y, en el terreno administrativo, habrá que refrescar los cuadros que integran el gabinete ministerial y otras instituciones complementarias.
Los resultados del Sí sepultan las esperanzas del expresidente Rafael Correa de volver a postularse como candidato para ese cargo. Pero de ahí a sostener que se ha liquidado al correísmo hay distancia, porque esas no son cosas que ocurren de un día para el otro ni dependen del resultado de una consulta popular. Un proceso que ha durado 10 años no se evapora de un momento a otro.
No obstante, por ahora está claro que esa corriente no tiene fuerza para rehabilitarse en el mapa político ecuatoriano; en nuestro país es muy difícil que un movimiento político perdure en el tiempo o sea hegemónico. Lo sucedido la última década fue una excepción, pero llegó a su fin. Hoy, Rafael Correa se encuentra fuera de la Presidencia de la República, está fuera del país con su residencia fijada en Bélgica, ya no tiene control en la Vicepresidencia de la República, su partido político está dividido, ya no tiene ni bandera, no tiene nada.
Eso para nada significa que el exgobernante no pueda reivindicarse. Claro que puede hacerlo, pero la historia política demuestra que recuperar lo perdido es muy difícil. Nunca se reivindicó el velasquismo; nunca se reivindicó el cefepismo.
Durante estos primeros ocho meses de gobierno, Lenín Moreno ha marcado un ritmo al que no hemos estado acostumbrados: pudo deshacerse del vicepresidente Jorge Glas, que representaba la sombra de Correa; desde el gobierno impulsó las denuncias de corrupción que llevaron a prisión al segundo mandatario y otros funcionarios; y por si fuera poco salió airoso en la consulta popular. De verdad sorprende todo lo que ha logrado porque sus antecedentes no daban para pensar que obraría con tanta efectividad política, en poco tiempo y sin mucho aspaviento.
Ahora, el resultado de la consulta le abre la posibilidad de consolidar una mayoría propia en la Asamblea Nacional que tenga la suficiente fuerza para coincidir o discrepar con otros bloques. Moreno necesita tener una bancada propia, una bancada de gobierno.
Aunque muchísimas organizaciones políticas apoyaron la propuesta presidencial y trabajaron por el Sí, la mayoría fueron oportunistas, ya que más allá de la consulta pusieron la mira en las elecciones seccionales del próximo año. Esas organizaciones saben que al amparo del gobierno pueden tener opciones electorales y aprovecharon la oportunidad para posicionarse. Con la victoria, todos quieren ser los “padres” del Sí. Aunque padre siempre es uno solo.
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