Independientemente de los resultados de la consulta de este 4 de febrero es evidente que hay un perdedor, un único perdedor, el expresidente Rafael Correa que llevado por su afán de eternizarse en el poder, al puro estilo de Nicolás Maduro, decidió pasarse por encima de la Constitución de Montecristi, que tanto defendió, para incorporar como una figura supuestamente normal, una aberración en una democracia, la reelección indefinida.
Es lo que el expresidente llegó a defender después de haber prometido retirarse para dedicarse a su familia. Simplemente dejó su nuevo lugar de residencia para volver en un vuelo charter e intentar por todos los medios boicotear una consulta que ya boicoteó cuando era presidente con los poderes del Estado a su servicio gracias a un Consejo de Participación Ciudadana que nunca tuvo nada ni de Participación ni de Ciudadanía.
La consulta a la que están convocados más de 13 millones de ecuatorianos, dentro y fuera del país, es una prueba para el nuevo gobierno que entró desde el primer día con la consigna de reconciliar al Ecuador, después de 10 años de un odio sembrado con meticulosa escrupulosidad. Porque el principal reto será devolver la institucionalidad al país, devolverle organismos de control independientes y una justicia que no actúe desde cadenas de radio y televisión montadas con el gasto de ingentes recursos económicos públicos que fueron a alimentar empresas privadas de funcionarios públicos.
Ecuador está ante un reto y el principal es evitar a toda costa que un Nicolás Maduro, la mala copia de Hugo Chávez, pueda instalarse en el poder nuevamente. El odio siempre será cansino, muy cansino. Y en los diez años anteriores, en los que gobernaron los que defienden el no en la consulta popular, el odio fue elevado a política de Estado. De ahí la trascendencia de la consulta, una por la que pelearon muchos públicamente y desde el anonimato.
El país tiene la oportunidad. Sí tiene todavía la oportunidad de volver a ser un país donde nadie sea irrespetado o calumniado o enviado a la cárcel o expulsado o vilipendiado, con mofas montadas desde sabatinas financiadas con dineros públicos, solo por el hecho de pensar diferente, por ser diferente. Sí, Ecuador sí tiene esa oportunidad. Ahora sí la tiene.
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