La Responsabilidad Social Empresarial (RSE) es un compromiso que ha sido asumido por muchas empresas del Ecuador en su planificación estratégica, aunque todavía algunas que erradamente lo asocian con un asunto de imagen.
Fundamentalmente, la RSE es el papel que deben desempeñar las empresas a favor del desarrollo sostenible, lo que equivale a buscar un equilibrio entre el crecimiento económico, el bienestar social y el aprovechamiento de los recursos naturales y el medioambiente.
En el país son bastantes las empresas que trabajan bajo el precepto enunciado, especialmente en el sector rural. La labor empieza por empoderar al personal operativo y sus familias, con capacitaciones, planes de alfabetización, programas de bachillerato, para quienes no han concluido esa instrucción, servicios de salud, por señalar algunos ejemplos.
Un capítulo aparte es el trabajo enfocado a disminuir el impacto ambiental. Por ejemplo, el diseño y aplicación de planes para el manejo adecuado de residuos sobre todo en superficies de monocultivo, una práctica que desgasta los nutrientes del suelo. En estos casos, las empresas extreman esfuerzos para atenuarlo.
Hay quienes equivocadamente confunden RSE con filantropía, pero hay que aclarar que se trata de cuestiones absolutamente distintas. Como he anotado, la primera se sustenta en principios de transparencia, sostenibilidad, sentido social. Lo otro es un tema de caridad. Quizás debido a esta confusión, algunas organizaciones acostumbran a regalar aquellos productos que les sobra y casi siempre están a punto de expirar.
Por cerca de una década he visto casos de empresas comprometidas seriamente con la RSE lo hacen por convicción, sin esperar a cambio algún reconocimiento, obtener algún valor agregado, la eventual exoneración de un impuesto… o adquirir un minuto de fama ante las cámaras de los medios de comunicación.
Cuando una empresa se vuelve socialmente responsable crea una sinergia con el público. Los consumidores exigen más calidad en los productos que consumen, esperan que la empresa cuide el medioambiente, respete los derechos humanos y sea transparente.
Entre los beneficios tangibles para las organizaciones que incorporan la RSE a sus planes estratégicos están el incremento de la imagen positiva entre sus consumidores, lo cual atrae nuevos clientes y le otorga mejor reputación ante potenciales inversionistas; aumenta los niveles de compromiso de los empleados y mejora las relaciones con el entorno social.
Si bien las legislaciones de los países trazan las líneas gruesas en cuanto a protección ambiental y otros aspectos relacionados, para las empresas que se hallan inmersas en el tema de RSE ese bosquejo apenas constituye la línea base desde la cual deben partir sus procesos.
La gestión responsable se puede medir y evaluar. A escala internacional, varios organismos se encargan de realizar estas verificaciones. La norma ISO 26.000 abarca la rendición de cuentas, los públicos internos y externos, el comportamiento ético, el cuidado del medioambiente, entre otros muchos aspectos que deben desarrollar las empresas socialmente responsables.
Asimismo, existe el sistema ‘triple bottom line’ que toma en cuenta la economía, la sociedad y el medioambiente. Esto se encuentra avalado por el Pacto Global, el Centro Regional de Apoyo para Latinoamérica y El Caribe.
Cuando una empresa se vuelve socialmente responsable crea una sinergia con el público. Los consumidores exigen más calidad en los productos que consumen, esperan que la empresa cuide el medioambiente, respete los derechos humanos y sea transparente. Además se genera un encadenamiento con los proveedores, que poco a poco se ven obligados a cumplir estos principios.
Un buen ejemplo de lo antedicho son las ferias populares que se realizan en varias ciudades. En esa dinámica de consumo, los compradores adquieren los bienes directamente de los productores. En el ámbito de la comunicación, la empresa sería el equivalente al emisor de buenas prácticas y el consumidor en el perceptor. Que recibe la información y responde comprando. En lo esencial es un círculo virtuoso.
En esta nueva dinámica de mercado, las empresas están llamadas a comunicar sobre sus buenas prácticas. Solo así es posible lograr una empatía con el consumidor. Asimismo, esto permite que el público consuma de una forma más consciente. Así se irá generando una conciencia colectiva.
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