La dependencia y el uso excesivo a la tecnología -así como a las drogas, juegos, u otras conductas adictivas- no son condiciones recomendables porque impiden a las personas disfrutar plenamente de la vida, además, las dependencias y el abuso en el uso de las nuevas tecnologías está presente en todas las edades y todos los niveles socioeconómicos.
Por ejemplo, el estar “todo el día” pendiente de las redes sociales podría influir en las relaciones interpersonales y reemplazarlas por la interacción virtual, y las consecuencias de este tipo interacción dependerían de muchos factores individuales como: competencias en escritura, comprensión lectora, control de impulsos, resistencia a la frustración, rasgos de personalidad, entre otras. Es necesario entender que existirán excepciones y las nuevas tecnologías también podrían ayudar a mejorar relaciones, que por distancia geográfica, encuentran en ellas una forma de mantenerse en contacto.
La tecnología es parte de la vida y llegó para facilitar procesos mentales como por ejemplo el almacenamiento de información (memoria), o la búsqueda de respuestas (ejemplo, “googlear”); y están cada vez más presentes en los espacios de enseñanza y en las relaciones sociales. Actualmente hay personas que interactúan con las pantallas por lo menos ocho horas al día, más tiempo del que emplean en cualquier otra actividad, incluso dormir, en este tipo de personas se podría determinar indicios de un uso excesivo de las nuevas tecnologías.
En los jóvenes la tecnología también llegó para quedarse. Por ejemplo: el adolescente de hoy dedica parte de su tiempo libre a la computadora, televisión o redes sociales en su celular… y al invertir el tiempo en las nuevas tecnologías, se ha disminuido la dedicación a otras actividades al aire libre como el deporte o la interacción cara a cara con sus pares y familia.
Daría la impresión que no existe un balance entre el tiempo que se invierte en el uso de la computadora y el que se destina para realizar otras actividades. Hoy por hoy, prácticamente todas las comunicaciones se realizan a través de medios virtuales, pero llegado el momento de encontrarse, comunicarse y expresarse cara a cara. Aunque independientemente de la tecnología, generalmente existe dificultad para expresar las emociones, porque no es algo en lo que se pone énfasis en la crianza, mucho menos en el sistema educativo y es importante desarrollar estas habilidades desde los primeros años, desde casa y quizás ahí si hay un problema real con la tecnología, porque por al gastar nuestro tiempo en ella (o no hacerlo moderadamente) descuidamos estas áreas que son importantes potenciar.
Por lo tanto: ¿Cuál es el reto para la familia moderna?, teniendo en cuenta que la interactividad de la comunicación real entre los miembros de las familias está limitada por el uso y el tiempo que se dedica a las nuevas tecnologías, la familia se ve en la imperiosa necesidad de reencontrarse y de volver a invertir tiempo “no virtual” en si misma.
La dependencia hacia la tecnología está creciendo, en algunas personas es un problema el hecho de estar gran parte del día sin su computador, celular o televisión, incluso no saben qué hacer en esas circunstancias, se aburren y también pueden mostrar signos de ansiedad.
Para intervenir o prevenir que esta situación siga creciendo, pueden apuntar varias recomendaciones. Por ejemplo, es importante retrasar el tiempo del primer acceso a las tecnologías a los más pequeños de la casa. Lo recomendable es que accedan al rededor de los cinco años, con la vigilancia de los padres y en periodos cortos de tiempo es decir no más de 15 a 20 minutos, además de preferencia el acceso debe ser durante el día y muy poco o nada en las noches.
En la actualidad existe variedad de aplicaciones tecnológicas que se pueden disfrutar con los más pequeños. Por ejemplo, mirar un video a través de YouTube siempre y cuando el niño pueda entenderlo y sus padres estén de acuerdo con el contenido. Es importante recordar que los niños por su nivel de desarrollo de pensamiento necesitan mediadores y los principales son sus padres.
En el caso de los adolescentes es más complicada la intervención, pero se puede negociar con ellos acuerdos para disminuir el uso de las tecnologías. El punto es lograr que intercalen el tiempo frente a una pantalla con actividades de recreación de su preferencia y que en ellas interactúen con la sociedad.
En el caso de los adultos, es recomendable que enseñen con el ejemplo, aunque en muchos casos esto no se cumple. En psicología se conoce como “doble vínculo” a la situación comunicativa en la que una persona recibe mensajes diferentes o contradictorios, un vivo ejemplo de lo que sucede con los padres que dan una orientación a sus hijos, pero hacen lo contrario. Los padres deben ser conscientes y coherentes, si piden menos uso de las tecnologías es vital que ellos también disminuyan su uso.
La tecnología llegó para quedarse, pero no para manejar al ser humano. Por eso las personas no deben permitir que esta herramienta, remplace la interacción social, la enseñanza y la comunicación, puede ser un medio pero que no sea el único. El reto es tener tiempo para todos los aspectos de la vida.
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