El nuevo vicepresidente de la República tiene que ser una persona honesta. Esa cualidad reviste un gran significado, sobre todo en las actuales circunstancias cuando el segundo magistrado que fue elegido como binomio del presidente Lenín Moreno, afronta una condena de prisión por asociación ilícita en el entramado de corrupción montado por la empresa brasileña Odebrecht.
En los actuales momentos, el país necesita tener la certeza de que el vicepresidente es un ser decente, honrado, probo, que pueda rescatar la imagen venida a menos de esa institución tan importante para la vida de una nación.
Cuando prácticamente nos encontramos en vísperas de que el presidente Lenín Moreno envíe a la Asamblea Nacional la terna con los nombres de las personas entre quienes será designado el nuevo vicepresidente, es buen momento para meditar sobre las características que debe tener la persona que reemplazará a Jorge Glas, cuya ausencia temporal de tres meses se convierte en definitiva este 2 de enero, lo que causará la vacancia del cargo.
La figura del vicepresidente es trascendental porque es el funcionario llamado –por la vía constitucional- a encargarse de la Presidencia cuando algo le ocurre al presidente. La historia reciente evidencia los casos de Gustavo Noboa y Alfredo Palacio, que tuvieron que completar los periodos de Jamil Mahuad y Lucio Gutiérrez, respectivamente.
Más atrás en el tiempo, un ejemplo histórico es del político estadounidense Richard Nixon, que en la condición de vicepresidente del general Dwight Eisenhower (1953-1961) asumió varias veces la Presidencia de su país en las ocasiones que el primer mandatario atravesó difíciles momentos de salud. Años después Nixon fue elegido presidente. Lo demás es historia.
Es de esperar que la experiencia de haber sido vicepresidente de la República guíe a Lenín Moreno, primero en la elaboración de la terna y, luego, para asignar las funciones de acuerdo a las competencias de la persona elegida.
Otro atributo que debería tener el vicepresidente es poseer experiencia en administración pública. Está probado que es necesario saber de estos menesteres para ejercer un cargo estatal, como lo testimonia el fracaso de mucha gente que desempeñó funciones públicas durante el gobierno anterior.
Por último, la persona que asuma la segunda magistratura debe ser ejecutiva para cumplir y hacer cumplir de la mejor forma posible las funciones que le asigne el jefe de Estado, de acuerdo a la Constitución.
A todo esto, un aspecto significativo que debe ser considerado al momento de confeccionar la terna, es el equilibrio regional entre la Costa y la Sierra. Con un presidente de raigambre serrana, lo óptimo sería colocar como compañero de ruta un hombre o mujer costeño.
Asimismo, sería deseable que el próximo vicepresidente o vicepresidenta no pertenezca a las filas del movimiento oficialista, Alianza País. Con la salida de Glas, al presidente Lenín Moreno se le presenta la oportunidad de refrescar los rostros de la política ecuatoriana, pues ya hemos tenido una década de un ir y venir de personajes por diferentes cargos públicos. Aún está fresca en la memoria la costumbre del presidente Rafael Correa de ubicar a las mismas personas en distintos puestos. De ahí que la renovación será una bocanada de aire fresco para todos.
Estas son algunas ideas sueltas sobre los rasgos que debería tener el nuevo vicepresidente. Como es lógico, la decisión está en manos de Lenín Moreno, a quien el pueblo le dio la oportunidad de ejercer antes como vicepresidente de la República. Es de esperar que su experiencia de vida le guíe, primero, en la elaboración de la terna y luego para asignar las funciones de acuerdo a las competencias de la persona elegida.
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