En términos maquiavélicos fue una jugada maestra la negociación política que evitó la destitución del presidente del Perú, Pedro Pablo Kuczynski (PPK), quien salió ileso de una moción para declarar la vacancia del cargo por una supuesta “permanente incapacidad moral”, por no revelar asesorías a la empresa Odebrecht en la época que ejerció como ministro del expresidente Alejandro Toledo.
Indiscutiblemente, el salvataje es resultado de un intercambio de favores: la entrega del indulto al expresidente Alberto Fujimori, que cumplía una pena de 25 años por delitos de lesa humanidad, a cambio de la abstención de una facción del fujimorismo. Con eso, la oposición no logró reunir los votos necesarios para declarar la vacancia.
En la crisis política más difícil que le ha tocado afrontar desde que es presidente, PKK jugó a dos bandas. Por un lado usó el fantasma del fujimorismo para restar votos a la moción de vacancia que habría situado en el poder a esa organización mayoritaria en el Congreso, a través de un nuevo presidente interino. Por el otro flanco, negociaba el indulto con el propio fujimorismo. Una jugada maestra, sin duda.
¿Fue muy alto el precio pagado por Kuczynski? La respuesta está en las calles de las ciudades donde han brotado manifestaciones de descontento y rechazo al indulto que ha sido visto como una maniobra cínica para salvarse de la destitución. Asimismo, el perdón presidencial incrementa los sentimientos de desconfianza y desprestigio hacia la clase política.
No obstante, PPK resurge fortalecido políticamente y con cierto nivel de gobernabilidad. El haber logrado dividir al fujimorismo, partido que controlaba un poderoso bloque en el Congreso que había conseguido destituir a varios ministros de Estado, robustece al presidente y debilita a una oposición que hasta ahora tuvo poder de veto frente a su gobierno.
Si bien la división del fujimorismo no es suficiente para alcanzar una mayoría legislativa, esta circunstancia permitirá al Ejecutivo articular mayorías móviles de acuerdo a la conyuntura, lo cual es importante para la gobernabilidad. En consecuencia es posible avizorar que Kuczynski se mantendrá en la Presidencia los cuatro años que faltan para completar su periodo constitucional.
Pero algo bueno tenía que salir de la reciente crisis política peruana. En primer lugar, ahora se ventilan las denuncias de corrupción, los tiempos de encubrimiento van quedando atrás. En el caso de PPK, la acusación fue procesada en el Congreso y el presidente ha sido absuelto. Aquello es saludable y es una lección para la Asamblea Nacional del Ecuador.
Otra enseñanza (lamentable) es que no resulta fácil superar el divorcio existente entre la ética y la política, porque los políticos tienen que encontrar la forma de mantenerse en el poder, de conservarlo, y eso los lleva una y otra vez a realizar maniobras que son percibidas como poco éticas. Así nos damos cuenta que ese divorcio es -hasta cierto punto- inherente a la democracia.
A estas alturas de la vida (79 años), al expresidente Alberto Fujimori probablemente lo único que le interesaba era el indulto, a pesar del costo político que representa para su partido que sale debilitado y con pocas posibilidades de triunfar en el futuro. Otro que ganó con la maniobra es su hijo Kenji (impulsó el perdón presidencial) porque sale con una imagen fortalecida como rival de su hermana Keiko, la poderosa cabeza de la oposición hasta hace pocos días.
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