Fue un año marcado por la contradicción, por las sorpresas, por los desamores en la política, por las decepciones entre los que creyeron que el poder sería eterno, porque nunca miraron para atrás sumidos como estaban en ese efecto packman de querer devorarlo todo, de querer acapararlo todo, de creer que el otro era un enemigo por aplastar, por humillar, por acanallar, un jardín por podar.
Ellos creyeron tener un cheque en blanco para imponer y abusar con su Constitución de Montecristi, que después mutilaron, porque siempre habría una sabatina de felicitación por su sumisión. Ahí está la Supercom que llenó los medios con titulares que hasta los creadores de fake news envidiarían. La realidad era lo que Carondelet dictaba, porque era la única voz verdadera que el inevitable tiempo ratificó como mentira.
El Ecuador vive una transición política que la clase política no puede desperdiciar. Hay un espacio para evitar la tragedia del chavismo en Venezuela, así como la tragedia del fujimorismo en Perú. Las masivas protestas contra las llamadas enmiendas constitucionales que el expresidente residente en Bélgica y sus acólitos pretendieron menospreciar fueron la primera válvula de escape. No hubo otro 30S para disfrazar la crisis política-económica en la que unos dirigentes sordos sumieron al país.
Las largas marchas de la Conaie, la resistencia de los saraguros, las caminatas de los amazónicos, las protestas de los trabajadores desde la matriz del IESS hasta el centro histórico, las concentraciones de la Shyris, la presión sobre Carondelet y sobre la Asamblea el día que los amigos del ex aprobaron las enmiendas protegidos por una muralla policial no fueron en vano. Fue una resistencia fuertemente reprimida, pero válvula de escape a fin.
El giro dado por el presidente Lenín Moreno a la forma de gobernar fue la segunda válvula de escape que permitió respirar ciertos aires de libertad; sin sabatinas ni órdenes a la justicia para declarar culpable o inocente a alguien; sin sanciones a los jueces, canalizadas desde el obediente Consejo de la Judicatura, porque no fallaron como el poder pretendía. Los que hicieron de las cortes de justicia sus intendencias particulares ahora dicen no creer en la justicia, esa ha sido la mayor ironía de la que el país es testigo.
Y la tercera válvula de escape será la consulta popular. Esa se viene en 2018. Es un Sí al espacio para la democracia, un Sí para la reinstitucionalización del país, un Sí a la división de poderes, un Sí a Montesquieu, a la redistribución del poder tan sano para evitar tanta canallada.
Después de todo, 2017 no fue un tan mal año.
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