La aprobación de las siete preguntas de la consulta popular sin modificación alguna, al no emitir la Corte Constitucional una resolución dentro del término legal, es el más representativo de una racha de logros políticos obtenidos por el presidente Lenín Moreno, en medio año de ejercicio.
En este tiempo, el mandatario convocó a un diálogo nacional, indultó a dirigentes sociales, devolvió la personería jurídica a varias organizaciones que fueron anuladas por el correísmo, suprimió las sabatinas y llamó a una consulta popular para que la ciudadanía se pronuncie, fundamentalmente, sobre la eliminación de la reelección indefinida y la designación de un Consejo de Participación Ciudadana transitorio capaz de nombrar nuevas autoridades de control.
En el camino, Moreno quitó las funciones al vicepresidente Jorge Glas, quien guarda prisión preventiva y afronta un juicio por asociación ilícita en el caso de los sobornos entregados por la constructora Odebrecht para asegurarse grandes contratos. Y, encargó temporalmente esas funciones a la ministra de Vivienda, María Alejandra Vicuña, otrora una ferviente seguidora del expresidente Rafael Correa.
La ola de cambios arrastró a un grupo de seguidores del expresidente, que lo han tildado de traidor y desleal, lo cual ha desembocado en el fraccionamiento del movimiento oficialista Alianza País, al menos en dos bandos, y una división entre sus asambleístas. Hace cuatro días sucumbió el presidente del Consejo Nacional Electoral (CNE), Juan Pablo Pozo. Las nuevas cabezas de la institución han fijado el 4 de febrero de 2018 como la fecha de la consulta.
Asombra la cantidad de logros alcanzados por Moreno en tan poco tiempo, sin contar -por lo que se sabe- con la ayuda de una fuerza política nacional o extranjera. Lo que sí está claro es que esta serie de hechos no es cuestión del azar; indudablemente, detrás existe una estrategia bien planificada, fríamente calculada, ejecutada por un ser de gran autocontrol, que a toda costa ha evitado precipitarse y ha mantenido el mismo ritmo en los diálogos con los sectores a los que se ha acercado.
Otra aproximación en busca de respuestas indica que tal vez no habíamos llegado a percibir el extremo grado de saturación en que se hallaba el Ecuador luego de una década de correísmo. En esto me aventuro a pensar que cualquiera de los candidatos que hubiese triunfado en las elecciones habría podido capitalizar el hartazgo.
La historia da cuenta que los gobiernos de Jaime Roldós y Osvaldo Hurtado (se sucedieron entre 1979-1984) capitalizaron el descrédito y el desgaste de la primera dictadura petrolera del Ecuador, pese a no tener una fuerza política propia. Entonces, el partido Concentración de Fuerzas Populares (CFP), liderado por el mentor de Roldós, Assad Bucaram, se convirtió en el mayor opositor e impulsor del grupo de diputados que se denominó “los patriarcas de la componenda”.
El comparativo permite entender cómo ha calado en un ambiente psicosocial sobrecargado y de hostigamiento, un ejercicio como el que preside Lenín Moreno, con un estilo sosegado, amable, sereno, para llegar al actual estado de cosas.
Únicamente el presidente tiene potestad para elaborar la terna, con los nombres de las personas que considera idóneas para asumir la Vicepresidencia. Glas quedará definitivamente separado del cargo dentro de pocas horas, cuando terminen sus “vacaciones”. No solo es un problema político es de Estado.
Fue maestra la última jugada de interpretar como dictamen favorable el silencio de la Corte Constitucional por rebasar el límite de 20 días que tenía para calificar las preguntas de la consulta. Al organismo, dominado por una mayoría correísta, le habría bastado rechazar o transformar la segunda y tercera preguntas para bloquear el proceso. Esa coyuntura habría puesto al presidente en la disyuntiva de llamar a una Asamblea Constituyente o utilizar el recurso de la muerte cruzada con la actual legislatura.
A todo esto, resulta por demás evidente que uno de los principales objetivos del retorno temporal de Correa era presionar a los jueces constitucionales para sabotear la consulta. Entonces emergió la estrategia de esperar que transcurra el tiempo, en un silencio taimado, y la consulta quedó aprobada tal como fue planteada por el presidente.
En países dominados por un sistema presidencialista, como el nuestro, las debilidades bien administradas producen efectos positivos. Así lo prueban los interinatos de los expresidentes Carlos Julio Arosemena Tola (1947-1948) y Clemente Yerovi (1966), quienes llegaron al poder por encargo, sin ninguna fuerza política, lo cual no fue obstáculo para devolver la institucionalidad a la nación.
En los actuales momentos, más allá del contenido de las preguntas, la ciudadanía ha adherido a la consulta popular por el hecho de ser una convocatoria del presidente para que la gente se pronuncie directamente. La corriente es coadyuvada por el respaldo de todas las fuerzas políticas, excepto la facción correísta de Alianza País.
La puesta en marcha de la consulta fortalece al presidente, de cara a una decisión difícil que deberá tomar en los próximos días. Se trata, nada menos, de conformar una terna y enviarla a la Asamblea Nacional a fin de seleccionar al nuevo vicepresidente de la República en reemplazo definitivo de Jorge Glas Espinel.
Únicamente el jefe de Estado está facultado para elaborar dicha terna, con los nombres de las personas que considera idóneas para asumir la función de segundo mandatario. En tanto, Glas quedará separado del cargo definitivamente dentro de pocas horas, cuando está previsto el final de sus “vacaciones”. No solo es un problema político es de Estado.
Luego, con un nuevo vicepresidente y la legitimación política que le daría un triunfo en la consulta, Moreno estará libre de ataduras para dar pasos definitivos, por ejemplo, un plan con medidas que apunten a la recuperación económica del país. Con prudencia, cautela y un equipo de estrategas muy afilados en las experiencias propias y de otros países de la región será posible superar el desastre anterior.
En este contexto, el regreso de Rafael Correa ha quedado deslucido, resultado de no haber calculado el nuevo alineamiento de las fuerzas políticas. Una cosa es la adhesión que provoca el poder con todo el aparato del Estado a favor, pero una vez afuera todo cambia radicalmente.
Parodiando al sorteo de los grupos de equipos que jugarán el Mundial de Fútbol 2018, podría decirse que Correa y sus adeptos no fueron sorteados porque no clasificaron para el torneo. Se quedaron por fuera, tal como las selecciones de Ecuador y Chile.
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