El caso Odebrecht sigue su camino por América Latina, este vez en Perú con una oposición fujimorista que quiere a como de lugar la cabeza de Pedro Pablo Kuczynski a quien no pudo vencer en las urnas porque todavía está fresca en la memoria de los peruanos el legado de Fujimori, uno de corrupción, abuso de poder, prepotencia y deseos de eternizarse en el poder. Un libreto casi frecuente en América Latina gracias al nefasto ejemplo de los Castro y de su alumno predilecto, el fallecido Hugo Chávez, reemplazado por su sombrío heredero, Nicolás Maduro.
Kuczynski ha pedido perdón a los peruanos por ser desprolijo en sus negocios, pero cuando alguien ocupa una función pública su obligación no es solo ser sino parecer. Kuczynski tendrá la oportunidad de demostrar este jueves ante el Congreso sus razones, su defensa ante las acusaciones de que una empresa suya recibió dinero de Odebrecht.
“La Constitución y la democracia están bajo ataque. Estamos bajo un golpe bajo el disfraz de interpretaciones legales supuestamente legítimas”, dijo Kuczynski en un mensaje televisado.
La permanencia de Kucyznski en el poder ha sido seriamente cuestionada después de que la semana pasada se informara de que una empresa suya ofreció servicios de consultoría a la constructora brasileña Odebrecht entre 2004 y 2007.
Kuczynski reconoció que recibió dividendos por un contrato de asesoría suscrito por su entonces socio chileno Gerardo Sepúlveda con Odebrecht cuando él era ministro del Gobierno de Alejandro Toledo (2001-2006). Sin embargo, el actual mandatario aseguró que no tenía conocimiento de que el dinero provenía de ese contrato hasta que fue presentado la semana pasada por la comisión parlamentaria que investiga el caso Lava Jato en Perú.
Un funcionario público no solo debe ser sino parecer. Si Kuczynski no logra demostrar que las asesorías de sus empresas a Odebrecht nada tienen que ver con la obtención de contratos públicos será difícil que pueda sostenerse en el poder y si logra sortear el juicio en el Congreso tendrá que administrar un gobierno muy debilitado. Por eso en las calles se ha comenzado a escuchar el grito de que se vayan todos, incluidos los congresistas fujimoristas, pues la mayoría de formaciones políticas o sus principales líderes están implicados en el caso Odebrecht, la mayor trama de corrupción montada en América Latina por la que un vicepresidente sin funciones está preso en Ecuador.
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