En apenas cinco años, entre 2010 y 2015, el número de adolescentes estadounidenses que se sentían inútiles y sin alegría -síntomas clásicos de la depresión- aumentó en un 33%, según encuestas nacionales. Los intentos de suicidio adolescente aumentaron en un 23%. Aún más preocupante es que el número de jóvenes de 13 a 18 años que se suicidaron aumentó en un 31%.
En un nuevo artículo publicado en Clinical Psychological Science, se evidencia que en los aumentos de casos relacionados a la depresión, los intentos de suicidio y el suicidio, aparecían adolescentes de todo tipo: privilegiados y menos privilegiados, de todas las razas y etnias y de cada región de Estados Unidos. En total, el análisis que realicé junto a otros colegas, encontró que la generación de adolescentes a quienes hemos denominado “iGen“ (aquellos nacidos después de 1995) es más probable que experimente problemas de salud mental que sus predecesores milenarios.
¿Qué sucedió para que tantos adolescentes, en tan poco tiempo, se sintieran deprimidos, intentaran suicidarse e incluso se suicidaran? Después de analizar extensas encuestas realizadas a adolescentes en busca de pistas, hallé que todas las posibilidades se remontaban a un cambio importante en sus existencias: la repentina aparición del teléfono inteligente en sus vidas.
Todas las pistas apuntan a la pantalla
Debido a que entre los años 2010 y 2015 se registró un período de crecimiento económico constante y hubo una caída notable del desempleo, es poco probable que el malestar económico haya sido un factor. La desigualdad de ingresos era (y sigue siendo) un problema, pero no apareció repentinamente a principios de 2010, pues la brecha entre ricos y pobres se había ampliado ya durante décadas. Asimismo, descubrimos que el tiempo que los adolescentes dedicaban a sus tareas escolares apenas se movió entre esos años; así quedó descartada la presión académica como una causa.
Sin embargo, según el Pew Research Center, la adquisición de teléfonos inteligentes superó el umbral del 50% a fines de 2012, justo cuando la depresión y el suicidio de los adolescentes comenzaron a aumentar. Tres años después, el 73% de los adolescentes tenía acceso a un teléfono inteligente.
El uso de teléfonos inteligentes y la depresión no solo aumentó en cadena, sino que el tiempo que pasan en línea se relaciona y divide a las personas con probabilidades de padecer problemas de salud mental, en dos grupos diferentes. Descubrimos que los adolescentes que pasaban cinco o más horas al día en línea tenían un 71% más de probabilidades de tener, al menos, un factor de riesgo de suicidio (depresión, pensar en suicidarse, hacer un plan suicida o intentar suicidarse) que aquellos que pasaban menos de una hora al día. En general, los factores de riesgo de suicidio aumentaron significativamente después de dos o más horas por día en línea.
Por supuesto, es posible que en vez de que el tiempo en línea cause la depresión, esta sea la que ocasione estar más tiempo en línea. Pero otros tres estudios muestran que aquello es poco probable (al menos cuando se mide a través del uso de las redes sociales).
Los adolescentes también están durmiendo menos, pues aquellos que pasan más tiempo en sus teléfonos tienen más probabilidades de no dormir lo suficiente, lo cual es un factor de riesgo importante para la depresión, por lo que si los teléfonos inteligentes están causando menos horas de sueño.
Dos personas fueron analizadas a lo largo del tiempo, y en dos estudios se descubrió que el pasar más tiempo en las redes sociales los llevaba a la infelicidad, mientras que esta condición no llevaba a un mayor uso de las redes sociales. En un tercer estudio se escogió aleatoriamente a una persona, a quien se le pidió renunciar a Facebook durante una semana en lugar de continuar con su uso habitual. La persona que evitó el uso de esta red social reportó sentirse menos deprimida al concluir ese tiempo.
El argumento de que la depresión podría hacer que las personas pasen más tiempo en línea no explica el por qué la depresión aumentó tan repentinamente después de 2012. Bajo este escenario, más adolescentes se deprimieron por una razón desconocida y luego comenzaron a comprar teléfonos inteligentes, lo que no parece demasiado lógico.
Lo que se pierde cuando estamos conectados
Incluso si el tiempo en línea no daña directamente la salud mental, aún podría afectarlo de manera indirecta, especialmente si el tiempo en línea agota el tiempo para otras tareas.
Por ejemplo, mientras realizaba una investigación para mi libro sobre los iGen, descubrí que los adolescentes pasan mucho menos tiempo interactuando con sus amigos en persona. Interactuar con las personas cara a cara es una de las fuentes más profundas de la felicidad humana; sin ella, nuestros estados de ánimo comienzan a sufrir y la depresión a menudo incrementa. Sentirse socialmente aislado es también uno de los principales factores de riesgo del suicidio. En nuestro estudio, descubrimos que los adolescentes que pasaron más tiempo que el promedio en línea y menos tiempo que el promedio con amigos en persona, fueron los más propensos a estar deprimidos. Desde 2012, esto es lo que ha ocurrido en masa: los adolescentes han invertido menos tiempo en actividades conocidas que benefician a la salud mental (interacción social en persona) y más tiempo en actividades que pueden dañarlo (tiempo en línea).
Sentirse socialmente aislado es también uno de los principales factores de riesgo de suicidio. El estudio descubrió que los adolescentes que pasaron más tiempo que el promedio en línea y menos tiempo que el promedio con amigos en persona, fueron los más propensos a estar deprimidos.
Los adolescentes también están durmiendo menos, pues aquellos que pasan más tiempo en sus teléfonos tienen más probabilidades de no dormir lo suficiente, lo cual es un factor de riesgo importante para la depresión, por lo que si los teléfonos inteligentes están causando menos horas de sueño, solo esto ya podría explicar el por qué la depresión y el suicidio aumentaron tan repentinamente.
La depresión y el suicidio tienen muchas causas: la predisposición genética, los entornos familiares, la intimidación y el trauma pueden desempeñar un papel importante. Algunos adolescentes pueden haber experimentado problemas de salud mental sin importar en qué época vivieron.
Pero algunos adolescentes vulnerables que, de una u otra manera, no hubieran tenido problemas de salud mental, si podrían haber caído en la depresión por estar demasiado tiempo frente a una pantalla, por falta interacción social cara a cara, por sueño inadecuado o por una combinación de los tres factores.
Se podría argumentar que es demasiado pronto para recomendar a los adolescentes estar menos tiempo frente a una pantalla, por cuanto la investigación no es completamente definitiva. Sin embargo, la desventaja de limitar el tiempo frente a una pantalla, por ejemplo, a dos horas por día o menos, es mínima. En contraste, la desventaja de no hacer nada, dadas las posibles consecuencias de la depresión y el suicidio, me parece bastante alta.
No es demasiado pronto el pensar en limitar el tiempo de pantalla; esperemos que no sea demasiado tarde.
Autor: Jean Twenge, Professor of Psychology, San Diego State University
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