Fue en el día consagrado a la oración en el islam, en la franquicia egipcia del mal llamado Estado Islámico en el norte del Sinaí. Un grupo de terroristas llegó al templo musulmán de Al Raudá, adscrito al rito moderado sufí, considerado herético por el salafismo extremista, en pleno rezo central del mediodía. Primero hicieron estallar una bomba y luego varios hombres comenzaron a disparar de forma indiscriminada contra quienes huían de la explosión.
Tras el derrocamiento del presidente Mohamed Morsi, afiliado a los Hermanos Musulmanes, en julio de 2013, el Sinaí se convirtió en el principal foco de violencia en Egipto. Los milicianos de Provincia del Sinaí, la filial local del grupo terrorista ISIS, multiplicó los atentados contra todos quienes trabajan para el Estado con el objetivo de sembrar el terror en la región. Entre las víctimas del atentado había muchos militares que estaban en servicio militar obligatorio.
El Sinaí es un vasto desierto escasamente poblado, principalmente por beduinos. Tras la salida de las tropas de Israel, cuando el Gobierno de El Cairo reconoció al Estado hebreo, toda la zona quedó desmilitarizada y pronto fue convertida en un campo de proliferación de movimientos yihadistas. Ahí se estableció la llamada Provincia del Sinaí del Califato.
Los yihadistas, que predican la guerra santa (la guerra contra quienes no piensan como ellos ni tienen sus mismas creencias, ni sus mismos códigos de conducta) comenzaron a concentrarse en la península después de la caída del expresidente Hosni Mubarak en 2013, en lo que fue el inicio de la primavera árabe. El derrocamiento de Mohamed Morsi, parte de los denominados Hermanos Musulmanes, agravó la situación. El lugar donde los extremistas antes se iban a esconder, entrenar o planear, fue convertido en foco de los ataques.
Ahí funciona la franquicia más ambiciosa del llamado Estado Islámico por fuera de Siria e Iraq, grupos con acceso ilimitado a fondos y armas. El terrorismo tiene sus adeptos y funciona desde el odio, desde la idea de no aceptar al otro que es aprovechada por quienes se lucran de eso con el tráfico de personas, drogas, armas… Solo necesitan organizar el odio y darles recursos. Por eso una de las iniciativas principales contra el terrorismo ha sido desde siempre intentar bloquear sus fondos e identificar a sus financistas. A los que lucran del odio. La guerra santa se financia con el odio al otro. En todo lugar.
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