Zimbabue era Rodesia en los años setenta, una colonia británica habitada por unos 200 mil blancos y cuatro millones de negros, donde se produjo una guerra civil tras su declaración unilateral de independencia con un gobierno dirigido por la minoría blanca, liderada por Ian Smith.
Ese gobierno fue enfrentado por varias guerrillas, una de las cuales estaba dirigida por Robert Mugabe. Con el triunfo de los rebeldes en 1980, la mayoría negra tomó control del país, que fue nombrado Zimbabue. Y Mugabe, encarcelado durante una década, se convirtió en presidente. Fue considerado el héroe revolucionario que había combatido a la minoría blanca.
En el poder solo prometió combatir el capitalismo y el colonialismo con la distribución de tierras y poder a sus seguidores. Mugabe lanzó una reforma agraria que incluyó la confiscación de las granjas propiedad de los blancos y su redistribución a los zimbabuenses negros que no tenían tierras.
La producción agroalimentaria cayó. El país se sumió en una crisis sin precedentes. Los críticos de Mugabe eran descartados como traidores y vendidos y los problemas económicos eran achacados a un complot de los países occidentales, dirigidos por Reino Unido, para destituirlo del poder debido a la confiscación de las granjas de los blancos.
La lucha por la sucesión de Robert Mugabe, de 93 años y dictador de Zimbabue durante casi cuatro décadas, estalló esta semana en medio de una gran confusión. El ejército tomó el control de todas las instituciones y detuvo a Mugabe, a su mujer, Grace, y a un grupo de ministros afines a la primera dama.
El detonante de todo fue la destitución el lunes pasado de Emmerson Mnangagwa, el poderoso vicepresidente apodado El Cocodrilo. Su salida sorprendió a muchos porque era considerado la pieza clave para suceder a Mugabe, hasta que empezaron las intrigas y el juego de tronos en el partido del poder, ante las presidenciales de 2018.
Tras esa destitución, Grace Mugabe era la principal candidata a la sucesión. Ella había empezado como su secretaria y tras la muerte de Sally Hayfron, la primera esposa de Mugabe, se casaron por todo lo alto, en una boda con más de 40 mil invitados. Ahora deseaba heredar el poder y Mugabe hacía de todo para allanar ese camino. Pero se halló con descontentos.
La historia de Zimbabue es el guión de toda dictadura llena de redentores que se creen indispensables y únicos. Los que ya no son ellos, sino la encarnación del pueblo. Solo habría que cambiar los nombres, pero detrás solo hay una sed de poder insaciable, un poder que creen hereditario, como en las monarquías, como en Cuba, Venezuela, Nicaragua…
Ojalá este capítulo sea el fin de la dictadura en Zimbabue, de todo tipo de dictadura y no el comienzo de otra.
Mugabe encarnó la cara más triste de Zimbabue después de su liberación de la colonia británica. Lo que debió haber sido una transición se convirtió en una pesadilla. Zimbabue era un país del que poco se conocía en Ecuador hasta que llegó la revolución ciudadana de la mano de Hugo Chávez que rendía pleitesía a Mugabe, porque entre los llamados revolucionarios se entienden. Se creen únicos, cuando solo son parte de un guión lleno de hambre y miseria política.
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