“Un hombre honesto ha perdido su libertad. ¡Que tiemble el mundo!” Lo escribió hace poco el expresidente residente en Bélgica, de visita en Ecuador según ha dicho. Fue en octubre, en su cuenta de Twitter. “Ahora se juzga en los titulares, no en los tribunales”, dijo el ex a la cadena CNN cuando el vicepresidente sin funciones Jorge Glas fue detenido y trasladado a la cárcel 4 de Quito por la trama de sobornos montada por la constructora brasileña Odebrecht.
Su relato fue que el Gobierno de Lenín Moreno quería apoderarse de la vicepresidencia porque Glas era un estorbo. “Ahí hay persecución; el mundo tiembla: un hombre inocente está en la cárcel -repitió-. Conozco toda una vida a Jorge y sé que es una persona no solo que no ha robado sino que no dejó robar”.
Desde entonces ha usado sus cuentas en redes sociales para hacer una campaña mediática, una de las que tanto odia por estar de por medio la prensa, para defender a su exvicepresidente y exhombre fuerte de sus sectores estratégicos. Ha dicho de todo. Ha acusado a todos. Todos son conspiradores, traidores, desde ese relato, por haber dejado que su exvicepresidente sea llevado a la cárcel por un asunto tan trivial como la corrupción. A ese nivel fue rebajado el tema de la corrupción en su mandato, a una travesura. A ese nivel.
Ahora ha llegado al país, donde su visita prácticamente ha pasado desapercibida, pero la suerte de la persona por la que daba la vida, por la que el mundo debía temblar, ha dejado de ser parte de su agenda. ¿Para qué vino? Nadie sabe. Todavía no ha explicado por qué el mundo todavía no tiembla. Nadie sabe por qué solo ahora tratará de visitar en la cárcel al mártir, ni es parte de su agenda. ¿Qué dirá Glas sobre esas declaraciones? ¿Qué dirá el mundo, el planeta, el universo, las galaxias…?
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