Era octubre de 2011. Una sabatina más, una menos, el ex, ahora residente en Bélgica, estaba frente a un micrófono con repetidoras en todo el país gracias al férreo control de las radios impuesto desde la Secom.
“Escúchenme bien ¡ah! -dijo de pronto con su estilo que creía desenfadado, del pueblo, como si el pueblo fuera su espejo-. El presidente de la República no es solo jefe del Poder Ejecutivo, es jefe de todo el Estado ecuatoriano, y el Estado ecuatoriano es Poder Ejecutivo, Poder Legislativo, Poder Judicial, Poder Electoral, Poder de Transparencia y Control Social, Superintendencias, Procuraduría, Contraloría, todo eso es el Estado ecuatoriano”.
El Estado, desde su punto de vista era él. Los demás solo subordinados, empleadillos de segunda que estaban ahí solo para obedecer sus órdenes. Y todos agacharon la cabeza, nadie dijo nada. Ni la Asamblea, ni la Corte de Justicia, ni la Fiscalía, ni la Contraloría ni la Procuraduría ni la Defensoría del Pueblo ni nadie. Todos contentos con las tablets o iPads entregados gracias a la lotería de los precios del petróleo. Una lotería.
Solo voces aisladas hicieron escuchar su indignación en la prensa que no estaba bajo el control de la Secom, en una prensa acanallada todos los días con antenas repetidoras en todo el país, tildada de corrupta cuando la corrupción, ahora se sabe, estaba en otra parte, en el dedo acusador. Todos hicieron mutis por el foro.
¿Miedo? Sí, y ahora no se entiende por qué. Ahora ese ex que aseguró que el presidente de la República era el presidente de todas las funciones del Estado pone el grito en el cielo porque el Presidente Lenín Moreno hace un llamado a la Corte Constitucional a dejar de dar largas a una consulta popular necesaria para salir de esa pesadilla de tener un rey en un país con una renta per capita de país subdesarrollado.
¿Qué espera esa Corte Constitucional? Que desde Carondelet le retengan o le recorten las asignaciones presupuestarias como hizo el ex con el primer Consejo de Participación Ciudadana que intentó poner distancias con su poder.
El ex tiene todo el derecho a volver al país y sus partidarios tienen todo el derecho a poner el grito en el cielo por algo que defendieron con argumentos tan falaces como los de ahora, pero la Corte Constitucional no tiene ningún derecho a secuestrar la consulta popular. Es la gente la que se pronunciará, es la gente la que que recibirá a quien humilló a la mayor parte de la sociedad solo para mantener el privilegio de unos pocos. Con el argumento de que tenían las manos limpias.
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