El discurso independentista ha existido siempre en Cataluña, desde sus raíces históricas. Quienes enarbolan esa bandera dan por cierto el hecho de que en 1714 hubo una guerra de secesión y que Cataluña luego fue sometida por España. No hubo una guerra de secesión, sino de sucesión entre los francófilos y los austracistas por hacerse con la Corona de España.
Este hecho cristaliza lo que ha venido siendo una suerte de manipulación histórica para escribir una narrativa que refuerce la noción de una Cataluña independiente y oprimida. 1714 se convirtió en el punto de inflexión que alimentó el discurso independentista catalán lleno de lugares comunes: ¡Quisimos salir de España en 1714 y no nos dejaron!
Ese discurso tuvo un abono fértil durante el franquismo, que abolió las instituciones políticas catalanas, como la Generalitat, y prohibió el uso de la lengua catalana. De una manera u otra, el franquismo ayudó a fomentar el discurso de represión de la cultura catalana, bandera bajo la cual se ha recogido el independentismo para repetir de memoria algunos clichés: “la Cataluña como una nación oprimida que sólo puede ejercer su identidad desde la clandestinidad”, “la Cataluña, víctima de los políticas que utilizan su causa a su conveniencia”, “la Cataluña con una sed no saciada de independencia de la represión y verdadera conocedora de la democracia”. El remozado discurso independentista se alimentó aún más en el siglo XXI con la crisis económica-financiera mundial que en 2008 significó el fin de la burbuja inmobiliaria en España.
La austeridad en la que se vio obligado a entrar ese país rápidamente fue aprovechada por los partidos independentistas para arengar a los catalanes alrededor de esa noción de la España “represora, opresora y que encima les roba”.
Va a ser casi imposible que Cataluña sea un estado independiente. No es tan fácil. Debe haber un reconocimiento por parte de sus pares en el sistema internacional. Un país no se constituye sólo con ganas.
Las poco populares medidas de austeridad le dio muchísima fuerza al discurso independentista que intentó consolidarse con un referéndum ilegal bajo la ley española. Fue un referéndum sin padrón, no reconocido por el gobierno ni el Tribunal Constitucional español y por lo cual el gobierno de Mariano Rajoy envió a la Policía Nacional y Guardia Civil a cerrar y desalojar los centros de votación.
Hasta ahí no debió haber ningún problema, pero la represión contra los votantes ahora se ha convertido en un gran problema para Mariano Rajoy. La represión se le salió de las manos al gobierno español, el uso de la fuerza contra ciudadanos fue desproporcionado en casos y no solo alimentó la causa independentista, sino que además ayudó a fomentar la narrativa del independentismo catalán acerca de España como estado represor de sus deseos democráticos.
El mismo hecho de que se hable de la causa de Cataluña en términos de autodeterminación y se pretenda comparar lo que ahí ocurre con lo que pasó en Kosovo dice mucho de hasta dónde se puede inflar los discursos independentistas. Cataluña no es Kosovo, ahí no hay una masiva violación a los derechos humanos. Va a ser casi imposible que Cataluña sea un estado independiente. No es tan fácil. Debe haber un reconocimiento por parte de sus pares en el sistema internacional. Un país no se constituye sólo con ganas.
Cataluña, además, si bien tiene una contribución importante a la economía española, no es menos importante que la de Baleares, el País Vasco, Madrid… Son todos motores de la industria española. Pero Cataluña también mantiene una deuda de 52.499 millones de euros con el estado, por lo que es también uno de sus grandes deudores. Son cifras que hay que tomar en cuenta a la hora de querer hablar de un estado independiente y de su capacidad económica.
Entre las posibilidades de acción que debe considerar Mariano Rajoy está la aplicación del artículo 155 de la Constitución española que permite al gobierno intervenir en una comunidad autónoma.
Aunque la votación no tuvo valor vinculante, el presidente del gobierno catalán, Carles Puigdemont, dijo que con la victoria del Sí se declarará la independencia de forma unilateral en los próximos días, al trasladar los resultados al Parlamento de Cataluña para que se implementen.
Sin embargo, hay que tomar en cuenta que las cosas no serán así de sencillas. No existen precedentes de secesiones pacíficas en democracias occidentales. Adicionalmente, España ya ha dicho que esta independencia no será reconocida, así como Rajoy desconoció el referéndum per se.
Entre las posibilidades de acción que debe considerar Mariano Rajoy está la aplicación del artículo 155 de la Constitución española que permite al gobierno intervenir en una comunidad autónoma. Ahora, como nunca se ha usado y no se ha previsto otras instancias para la resolución de conflictos donde una comunidad autónoma desafíe en esos términos al estado central en España, la intervención quedó abierta a varias posibilidades.
Basta con consultar los medios internacionales para entender que la batalla dialéctica y la batalla propagandística la ha ganado Cataluña, pocos entienden qué es lo que sucede y dónde se enraiza el conflicto. Sin embargo, quedó claro que la aplicación del artículo 155 solo abre las puertas a un escenario más complicado. El diálogo es posiblemente la única forma de mediar este conflicto interno sin escenarios que contenten a todas las partes intervinientes. Al final del día, la mala maniobra política tanto de las las autoridades catalanas como del gobierno de Rajoy son quienes merecen la responsabilidad por lo que ocurre hoy en España.
Rajoy se encuentra hoy entre la espada y la pared ya que en un clima tan volátil, toda acción suya tiene el potencial de precipitar la partida de Cataluña o generar enfrentamientos violentos.
Cabe mencionar que no es la primera vez que Cataluña consulta o habla de independencia en términos políticos y en vías a consolidar ese proyecto político. En 2014 ya hubo una consulta alternativa acerca de la independencia catalana, donde el 80,76% de votantes votaron por el sí, pero ese 8,.76% constituían sólo el 33% de todos los llamados a votar. Por eso mismo es importante el enfatizar la necesidad de diálogo no sólo entre Cataluña y el gobierno central sino además dentro de la misma Cataluña donde no todos parecen abogar por un estado independiente.
Desde hace algunas semanas Madrid ha estado hablando sobre la posibilidad de ampliar las funciones autonómicas de la comunidad catalana que ya de por sí son bastante amplias. Eso podría ayudar a recuperar el sentido de la unidad española, pero también podría dar a entender que Madrid no puede mantener una posición firme. Rajoy se encuentra hoy entre la espada y la pared ya que en un clima tan volátil, toda acción suya tiene el potencial de precipitar la partida de Cataluña o generar enfrentamientos violentos.
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