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Es factible erradicar la pobreza… siempre que los gobiernos estén dispuestos a pagar

domingo, octubre 22, 2017
¿Es realmente factible erradicar la pobreza, objetivo que las Naciones Unidas esperan lograr para 2030? Una nueva investigación dice que sí, siempre y cuando los gobiernos estén dispuestos a pagar por ello. Según un estudio de la Universidad de las Naciones Unidas (UNU) sobre la entrega del Bono de Desarrollo Humano (BDH) en Ecuador, las transferencias directas […]
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¿Es realmente factible erradicar la pobreza, objetivo que las Naciones Unidas esperan lograr para 2030? Una nueva investigación dice que sí, siempre y cuando los gobiernos estén dispuestos a pagar por ello.

Según un estudio de la Universidad de las Naciones Unidas (UNU) sobre la entrega del Bono de Desarrollo Humano (BDH) en Ecuador, las transferencias directas de efectivo han mejorado la movilidad social o la capacidad de los individuos o de los hogares para moverse entre los estratos sociales. Y ha ayudado a las familias pobres a salir de la pobreza, especialmente cuando se complementa con otros programas de inclusión económica.

Dinero en mano

El BDH de Ecuador es una transferencia monetaria que se da a familias extremadamente pobres cada mes, siempre y cuando sus hijos asistan regularmente a la escuela y a los centros de salud pública. Desde 2003, cada hogar beneficiario ha recibido $15 mensuales, independientemente del tamaño del hogar. El monto se incrementó a $30 en 2007, $35 en 2009 y $50 en 2013.

A diferencia de programas similares en otros países latinoamericanos, como la Prospera de Brasil y la Bolsa Familia de Brasil, donde el monitoreo de la asistencia estudiantil y el cumplimiento nutricional es bastante estricto, en Ecuador la condicionalidad es algo suave.

Es bien sabido que las transferencias monetarias repercuten positivamente en el acceso a servicios sanitarios y educativos de calidad, como lo demuestran las pruebas de 30 países en desarrollo. También se ha demostrado que mejoran la oferta de mano de obra y la acumulación de activos familiares, fortalecen las redes sociales y estimulan los mercados locales.

Pero la literatura es escasa cuando se trata de los efectos a largo plazo de tales transferencias.

Utilizando los datos del panel administrativo recolectados a lo largo de diez años, el estudio de la UNU-Merit analizó los determinantes de la movilidad social en Ecuador sobre un índice de bienestar multivariado, lo que refleja la importancia de las diferentes dimensiones de las condiciones estructurales de pobreza.

Entre 2009 y 2014, los hogares que recibieron el BDH incrementaron su índice de bienestar así como su capacidad para subir a través de las filas de la sociedad, en términos absolutos y relativos, entre un 12% y un 13,6%. 

Se trataba de responder a preguntas tan cruciales a nivel macro, ¿como hacer más efectivo, con o sin condicionalidad, aumentar la movilidad social de los pobres? ¿Y un ingreso básico asegurado establece la seguridad básica necesaria para que la gente se sienta libre para perseguir sus metas?

Los resultados preliminares se publicaron en un documento de trabajo de enero de 2017, co-escrito por Franziska Gassmann y por mí mismo. Hemos demostrado que el BDH tiene un efecto positivo a largo plazo en los individuos y las familias.

Entre 2009 y 2014, los hogares que recibieron el BDH incrementaron su índice de bienestar así como su capacidad para subir a través de las filas de la sociedad, en términos absolutos y relativos, entre un 12% y un 13,6%.

Nuestro hallazgo demuestra que el BDH mejora el bienestar de los beneficiarios no solo temporalmente, sino a largo plazo, fomentando así la movilidad social entre los sectores más pobres de Ecuador.

Más dinero, menos problemas

Nuestro estudio también mostró que el bienestar aumenta en consonancia con las transferencias en efectivo más altas. Una cantidad de transferencia 10% más alta se correlaciona con un aumento en el bienestar de 0,79% a 0,86%.

La mejora es más marcada entre los hogares que recibieron el Crédito de Desarrollo Humano (CDH), una variación del BDH, que paga un monto anual de $600 destinado a promover inversiones productivas. Los hogares que recibieron esta transferencia orientada a la acumulación de riqueza tienen un índice de bienestar 4% a 4,2% más alto que aquellos que reciben solamente el BDH.

Para los economistas y los encargados de formular políticas, los resultados de nuestras investigaciones deben confirmar que las transferencias monetarias no deben considerarse simplemente una manera de asegurar el nivel mínimo de consumo de alimentos, educación y acceso a la salud para los más pobres de la sociedad. Más bien, son una herramienta para fomentar la movilidad social a largo plazo.

La conclusión de que el tamaño importa también es digno de mención. Cuanto más dinero reciben las familias, mejores son sus resultados.

Por último, las transferencias sociales como los CDH, que tienen el objetivo explícito de iniciar un negocio, tienen un efecto aún más fuerte sobre la movilidad absoluta. Por lo tanto, para posibilitar la movilidad social, las políticas de lucha contra la pobreza deben orientarse hacia la mejora del acceso al capital físico y a las actividades generadoras de ingresos (formación profesional, por ejemplo, y servicios financieros).

Estos resultados son coherentes con la idea de que las redes de seguridad social juegan un papel productivo en la sociedad. También confirma, nuestra intuición, sobre la promoción de las capacidades productivas.

En este sentido, el papel de las transferencias sociales puede y debe superar las llamadas “trampas de la pobreza”, tales como restricciones de crédito, oportunidades y costos de transacción, y la toma de decisiones no óptima que puede venir de la escasez extrema.

Para mitigar las trampas de pobreza, los instrumentos de política deberían considerar la composición de los hogares (género, por ejemplo, edad) y las vulnerabilidades económicas (como la discapacidad y el nivel de educación formal, entre otras cosas). Una transferencia de efectivo no significa lo mismo para todos; debe diseñarse teniendo en cuenta las necesidades específicas de cada hogar.

El estudio también confirma que los gobiernos deben promulgar políticas complementarias si desean reducir la exclusión social para los más vulnerables de la sociedad, aquellos que luchan más que con la pobreza. Las leyes que promueven la salud reproductiva, fomentando la igualdad entre los géneros y reduciendo las brechas de oportunidad entre los grupos étnicos o entre las zonas urbanas y rurales darán a las transferencias monetarias como el BDH más por su dinero.

El crecimiento económico de las naciones en desarrollo es una condición necesaria para la reducción de la pobreza, pero nunca ha sido suficiente. Si se diseñan y complementan correctamente, las transferencias en efectivo pueden tener un efecto transformador en los miembros más pobres de la sociedad. Pueden efectivamente y eficientemente suavizar el consumo, fomentar la movilidad social y, posiblemente, erradicar la pobreza mundial.

Autor: Andrés Mideros Mora

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