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La paradoja de Moreno: un país menos crispado y tensiones con AP  

Guido Macas
Universidad Ecotec
viernes, septiembre 1, 2017
En tiempos electorales, pocos hubiesen creído que Moreno, como presidente, tendría la osadía de exponer la desmesura del gasto realizado por el anterior gobierno o de pedir que se denuncien los hechos de corrupción.
Tiempo de lectura: 3 minutos

Un aflojamiento del ambiente de crispación que fuera estimulado por un estilo autoritario que se impuso en el país durante la última década, y un marcado distanciamiento con su antecesor y mentor, Rafael Correa, definen la gestión del presidente de la República, Lenín Moreno, a poco de cumplir 100 días en el poder.

La personalidad del actual mandatario, caracterizada por escuchar, entender, proponer, ceder, es la antítesis del pasado. No en vano Moreno registra un 80% de aceptación, según varias encuestas difundidas en los últimos días.

Quienes creyeron que Lenín Moreno sería una continuación de Correa o que este seguiría al mando tras bastidores, se equivocaron completamente. Sabedor que no era el hombre de confianza del caudillo, quien hubiese preferido colocar en el primer lugar de la papeleta al vicepresidente Jorge Glas (las simulaciones electorales no le daban el triunfo, Moreno tendió la mano a sus rivales de campaña, de quienes obtuvo el compromiso de apoyar algunas tesis nacionales como la lucha contra el narcotráfico.

Siempre en procura de respaldo propio, entre sus primeras acciones, el presidente se acercó a la cúpula de Fuerzas Armadas, otorgó media docena de indultos a dirigentes sociales que cumplían condenas por protestar contra el gobierno pasado, restituyó el comodato de un inmueble a la Conaie, llamó al diálogo social con participación activa de los sectores productivos. En otras palabras, hizo exactamente lo contrario de lo que esperaba Correa.

La revelación de que “no hay tal mesa servida” en lo económico, sino, por el contrario, el país atraviesa una grave crisis con una deuda pública superior a los $55.000 millones, cuatro veces más alta que hace 10 años, tensó aún más la cuerda con el expresidente y con un sector de asambleístas de Alianza País (AP) fieles a la línea correísta. Ellos han cuestionado públicamente varias decisiones presidenciales pero no han declarado una ruptura… todavía.

Con el expresidente Correa convertido, por ahora, en el principal opositor de Moreno, el ambiente político ha estado agitado. En contraste, quizás por tratarse de una cuestión estructural, el tema económico no ha tenido el mismo ritmo aunque ya es tiempo de ponerle agilidad.

En tiempos electorales, pocos hubiesen creído que Moreno, como presidente, tendría la osadía de exponer la desmesura del gasto realizado por el anterior gobierno o de pedir que se denuncien los hechos de corrupción. Más aún, ¿quién iba a imaginar que retiraría todas las funciones a su vicepresidente, mencionado en el escándalo de los sobornos de Odebrecht y presuntamente implicado en otros ilícitos?

Como “desleal” lo ha calificado su antecesor, por estas acciones. “La lealtad no es a las personas, es a la Patria”, ha replicado Moreno. Hasta el momento, el enfrentamiento favorece políticamente al mandatario, quien parece haber hecho suyo el lema: “Si no puedes con tu enemigo, únete”, sobre todo en lo concerniente a la oposición.

Más temprano que tarde es probable que el presidente se vea empujado a buscar apoyo de la oposición en la Asamblea Nacional, por ejemplo para una eventual reforma tributaria o para el prometido cambio a la Ley de Plusvalía. En este tiempo no se ha presentado una coyuntura que ponga a prueba la solidez del bloque de AP en torno a un tema sensible propuesto por Moreno.

En ciertos corrillos ya se habla de una división entre “morenistas” y “correístas”, lo cual está por verse. En todo caso, para aplacar los ánimos de su partido, Moreno ha tenido que ceder al menos en dos temas: renegar públicamente de la asesoría de Gustavo Larrea, un enemigo declarado de los correístas, y deshacer un supuesto pacto con el expresidente Abdalá Bucaram con la renuncia del gerente de la Corporación Eléctrica.

Con el expresidente Correa convertido, por ahora, en el principal opositor de Moreno, el ambiente político ha estado agitado. En contraste, quizás por tratarse de una cuestión estructural, el tema económico no ha tenido el mismo ritmo aunque ya es tiempo de ponerle agilidad.

Así lo demandan la crisis y las circunstancias. Por lo pronto, el Consejo Sectorial de la Producción tiene previsto entregar varias recomendaciones al gobierno. De lo que ha trascendido, se plantea una eliminación gradual del Impuesto a la Salida de Divisas (ISD), una rebaja en la forma de cálculo del anticipo del Impuesto a la Renta, flexibilización laboral, reducción del costo de la energía para el sector productivo, entre otras medidas.

En estos 100 días, Moreno no solo ha demostrado que su estilo es totalmente distinto al de su mentor, sino también un tino político que le ha permitido salir indemne de cualquier salpicadura de corrupción en el sector energético las cuales sí alcanzan al vicepresidente, Jorge Glas, recientemente vinculado en un juicio penal por asociación ilícita, con el trasfondo del bullado caso Odebrecht. Por el bien del país, es de esperar que se sancione a los responsables de los actos ilícitos. Y que el efecto distendido traído por Moreno se mantenga por algún tiempo.

 

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