A menos de tres meses de iniciado el gobierno de Lenín Moreno, su actitud conciliadora, sosegada, tranquila deja en claro que asistimos a un nuevo estilo de gobernar. Ahora se impone el diálogo en lugar de la confrontación que fue la tónica durante los diez años de la pasada administración.
El cambio también empieza a denotar un giro en la política comercial del país. El gobierno ha resuelto dejar atrás la época en que se anteponían los reparos ideológicos a las conveniencias del país. En contraste, ahora todo indica que estamos en el umbral de una era de pragmatismo comercial.
El diálogo con los sectores productivos, las declaraciones de que el sector privado será el motor de la economía ya daban señales señales de un viraje. Esto se acaba de ratificar con la disposición de buscar un acuerdo comercial con Estados Unidos, anunciada por el ministro de Comercio Exterior, Pablo Campana.
La resistencia del expresidente Rafael Correa a este tipo de acuerdos se derrumbó en la etapa postrera de su gobierno, con la llegada de la crisis económica y la consecuente merma de ingresos de divisas al país. Solo entonces, más por necesidad que por convencimiento, decidió retomar la negociación del Acuerdo Multipartes con la Unión Europea (UE). Pero antes, en el ciclo de la bonanza petrolera, el entonces mandatario no dudó en retirar al país de la negociación que llevaba adelante como parte de un bloque formado con Perú y Colombia. Aquella decisión retrasó el acceso a los beneficios del Acuerdo.
De ese modo, la firma del Acuerdo con la UE fue más una cuestión de necesidad antes que de oportunidad. Hoy, en cambio, el modelo apunta al crecimiento de las exportaciones. Por ello la prioridad del gobierno consiste en plantear tratados comerciales. Así, los productos ecuatorianos podrán posicionarse de mejor forma en los mercados, lo cual permitirá al país atraer las divisas que tanta falta hacen y, al mismo tiempo, generar fuentes de trabajo. En otras palabras: un beneficio por partida doble.
Las proclamas revolucionarias sirvieron para la campaña, pero el criterio técnico, pragmático, del actual gobierno en el área del comercio exterior se refleja también en la solicitud de extensión de las preferencias arancelarias.
No obstante, se avizoran algunos obstáculos en la ruta para alcanzar un acuerdo con Estados Unidos. La predisposición del Ecuador para iniciar una negociación es indudable, pero habrá que diseñar una estrategia que pueda coincidir con la agenda del otro país, en vista de que la administración del presidente Donald Trump se ha decantado por una política proteccionista a sus productores.
Desde luego, las medidas estadounidenses están enfocadas a frenar el ingreso masivo de productos que llegan de mercados muy agresivos como China, India, México, incluso Rusia. Esta podría ser una ventaja para nuestro país, cuya producción exportable es poco significativa en relación a las economías de los otros.
Una negociación bilateral implica cesiones y concesiones, y debe ser ventajosa para ambas partes. En las rondas de conversaciones se analizarán las mejores condiciones para nuestras exportaciones, de igual modo para las inversiones de Estados Unidos.
Las proclamas revolucionarias sirvieron para la campaña, pero el criterio técnico, pragmático, del actual gobierno en el área del comercio exterior se refleja también en la solicitud de extensión de las preferencias arancelarias que formalizará el ministro Campana en un próximo viaje a los Estados Unidos.
La tónica de diálogo y apertura del régimen, permiten atisbar que este pedido y la propuesta de iniciar conversaciones para un Acuerdo Comercial, pueden tener acogida por parte de los Estados Unidos. Sin embargo, hay un aspecto que tendrá que evaluar cuidadosamente el presidente Lenín Moreno, como es la permanencia de algunos integrantes del equipo económico anterior que, en palabras del mismo mandatario: “no dejaron la mesa servida”. Esto puede afectar la imagen del país ante los mercados internacionales al momento de atraer inversiones.
Quiero pensar que el presidente los mantiene cerca no como premio a su desempeño, sino porque solo ellos, además de Rafael Correa, conocen las condiciones, los recovecos, la arquitectura del endeudamiento cifrado en $57 mil millones. Conocer todos los detalles permitirá al gobierno establecer políticas claras para resolver el problema.
En esa lógica, cabe esperar que los exfuncionarios del frente económico no duren mucho tiempo, pues Moreno deberá refrescar su equipo en la primera oportunidad que se presente.
Por ahora una forma de crear buena percepción entre los inversionistas es tener un solo interlocutor en materia económica. Ese rol le corresponde y lo desempeña el ministro de Finanzas. Antes había varios voceros: el presidente, el ministro de Finanzas, el ministro Coordinador, el viceministro. Aquí también se marca una diferencia importante que genera tranquilidad y confianza. Ahora no hay confusiones.
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